viernes, 2 de septiembre de 2011

Capítulo 39

Saliendo de la infernal universidad, me encontré a mi nuevo colega Sebas. Allí estaba, apoyado cerca de la cancela principal del centro. Mientras una multitud pasaba apretada entre las puertas de ésta, él quedaba con una pierna estirada y la otra flexionada sobre la pared. De brazos cruzados y mirando de lado a lado, parecía esperar a alguien. Serio y decidido a hacer aquello que estaba pensando, me saludó con un breve gesto hacia arriba con su cabeza.
-Hey, Alex.
Le respondí con el mismo gesto.
-Ven,ven un segundo.
Me acerqué sonriente y me puso su mano en el hombro, inclinándose hacia mí.
-Este sábado hay botellón y fiesta en el Arrecife´s. ¿Contamos contigo, no? – Me susurró al oído.
-¡Hombre! ¡Faltaría más! ¿Cuándo he rechazado yo una fiesta?
Me dio una palmadita en el hombro y se escurrió entre la gente.
Ahora que lo pienso, es la oportunidad perfecta para olvidarme de Tami. Seguro que hay unas pivas allí… ¡que te cagas!



Sobre las ocho y veinte minutos llegué al apartamento. Pensando en todo aquello que me daba vueltas dentro de la cabeza, dejé en la percha mi cazadora y coloqué las llaves en el bolsillo de ésta. Despacio me dirigí a mi habitación, con los ojos fijados al suelo. Por dentro estaban más bien clavados como puntillas en mi pequeño y roto corazón. Me tumbé sobre mi cama y agarré fuerte al señor Pelusa (un oso de peluche que me regaló mi abuela antes de marchar de mi dulce hogar por los estudios)
En silencio, oí unas risas y pasos rápidos que al parecer huían de algo. Entonces llegó Rebeca corriendo con una camiseta vieja y sucia y el pelo recogido a su manera, y se escondió bajo mi cama veloz, pidiéndome silencio con el dedo frente sus labios muertos de risa.
Sonreí y me quedé mirando la puerta, pues se oía pasos fuertes y exagerados dados lentamente como si de un Tiranosaurio-Rex se tratara. Se asomó Eitan con la cara empapada de agua, y gritando en busca de su chica.
Ya me imaginaba la broma que le debió gastar Rebeca. Nada más verle me reí a carcajadas, y de hecho, me sorprendí bastante pues minutos antes estaba muy triste y decepcionada. Aún lo estoy, pero estos dos siempre me hacen sonreír.
Eitan me miró y sin hacer ruido me preguntó dónde estaba Bec. Después de leerle los labios, le señalé con el dedo índice hacia abajo. Se colocó a los pies de mi cama y tiró de las piernas que encontró en la oscuridad. Un fuerte grito retumbó la casa y sin parar de reír, Rebeca consiguió escapar de los brazos de Eitan.
-¡Oye!- dijo él al verla correr despavorida – ¡solo quería darte un beso!
Ella se acercó y le dio un ligero beso en los labios. Antes de marcharse de nuevo, para darle más fuerza al asunto, le bajó los pantalones a su chico dejándolo en calzoncillos delante de mí. Y salió corriendo.
Vaya dos más locos, se nota que se quieren, se nota que son felices sin necesidad de nada… Jo, Robe…



Ana… Ana es… ¡Ana es la mejor dando consejos! El plan que ha ideado está muy bien, aunque el niño sigue ahí. Pero al menos ha conseguido subirme el ánimo. ¡Qué chica más lista! El sábado mañana cogeremos el autobús y nos adentraremos en el pueblo de Susana. La visitaremos, hablaremos del tema y buscaremos alguna solución. Y después ya se verá. Estoy muy agobiado, pero el saber que tendré a Ana a mi lado me hace sentir mejor. Solo espero que no haya problemas entre ella y Susana, ya que ésta última es muy celosa.



Seguí mirando al techo mientras escuchaba las continuas risas de Rebeca y Eitan.
“Te quiero, te quiero y te quiero” fue lo último que escuché antes de sumergirme en mis pensamientos y dormirme.
Esta vez no soñé nada. Tenía demasiados pensamientos en mi cabeza como para ponerme a imaginar historias de príncipes azules.

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