viernes, 2 de septiembre de 2011

Capítulo 40

Nueve de la noche. Colocando la comida de Maya y Krash en sus respectivos comederos, Alex me hizo dar tal salto que me vi incrustado en el techo de la cocina. Apareció por detrás y, a grito limpio, me pidió ayuda para su gran fiesta de esta noche. Decía que no tenía nada que ponerse y me pedía ropa para ir más formal de lo normal. Él no estaba acostumbrado a ir con ese estilo, y, puestos que tenía la misma talla que yo…
Cuando acabé de alimentar a los perros, subí a mi habitación con mi compañero. Abrí las puertas de mi armario como si de las puertas del paraíso se trataran… y me puse a darle un  discurso sobre todo tipo de ropa que había allí y que podía elegir. Después de un rato observando mi ropa, lo único que supo decir es:

-Tienes más ropa que la Paris Milton, ¡es imposible decidirse!

Le aparté de un empujón de mi armario con un seco “quita”, acompañado de un “bueno, bueno…dejemos al experto” por su parte. Tardé cinco segundos en sacarle un conjunto que un poco más y se le salen los ojos al verlo.

Se trataba de unos simples vaqueros negros pitillo, una camiseta blanca de su la talla exacta y un chaleco negro por encima. Como complemento para un ligue seguro, llevó unos zapatos bajos sin cordones y una corbata negra que rodeaba su cuello.

Una vez vestido, y con 100 kilos de gomina en el pelo, salió de casa decidido y contento con el resultado, aunque en el fondo yo sabía que no se sentía cómodo, pues él es el chico de los pantalones anchos de basket.
También le presté mis Ray Bans de cristales tintados. Insistió mucho en llevarlas, pero no entiendo para qué si la fiesta era de noche… Una de las muchas tonterías de la moda. Pero al menos, aunque tenga el cuarto ahora mismo hecho un desastre… he hecho a un amigo feliz.



Llegué y lo único que encontré fue a un montón de tías buenas y a todos mis amigos. Los amigos que molan de verdad. Me acerqué a ellos y me invitaron a un cubata. Toda la noche fue entre bailes, cubatas, chicas, risas, pilladas por toda la fiesta… y, al final de la noche, compartimos algunos cigarrillos.
Hablando con un nuevo amigo al que había conocido allí, a quien llamaban el Piki, y quien me había ofrecido varios caramelos que realmente me habían subido la adrenalina, conocí, además, a un bombón con quien pasé el resto de la noche. Nos emborrachamos como nunca lo habíamos hecho, y estaba seguro de que aquella noche me la llevaría a la cama. Ella, siendo las tres de la mañana, estaba demasiado caliente, y decidimos ir a su casa. Me despedí de todos mis colegas, incluso del pringui de mi clase (que no me explico cómo le habían invitado).
-Tío, ¿a dónde vas?
-A echarle un buen polvo a esa morenaza – Dije señalando con la mirada a Mireia.

-Estás borracho, no deberías conducir. Además, ¿llevas condones?

-¿Para qué coño sirve eso si tienes a una tía cachonda delante de tus narices? Ahí te queas’, pringao’.

Aquella noche fue mejor que todos los videos porno que me había tragado. Nunca había visto a una chica que saltara tanto. Aunque sudáramos y estuviéramos cansados, no parábamos, y sus orgasmos no cesaban. Está claro que después de esto, Tami no es nada. Ni lo será jamás. ¡Que se joda!



 
(Al día siguiente…)

Como no tenía nada más que hacer, cogí a Maya y Krash y me los llevé de paseo por la playa. Últimamente nadie estaba atento a ellos, nada más yo. Alex, siempre de fiesta; Rebeca y Eitan, con su rollo; Robe, en su mundo; y Ana igual. Ya no pasaba tanto tiempo conmigo. Se encerraba en su cuarto, se iba al salón, callada, a ver la tele… No era la misma. Echaba de menos el tiempo que pasaba con ella, así que fui a su habitación a preguntarle si quería acompañarme.

-Toc toc – Dije mientras abría su puerta. Estaba sentada en su cama, pensativa, escuchando la radio.

-Hola  - dijo sin ganas. 

-Bueno, ¿qué te pasa?

-¿Eh? – Dijo extrañada. Pero a mí no me iba a engañar.

-Te pasa algo. Últimamente estás metida en algo que no sé, y no tiene pinta de ser muy bueno.

-Guille… Es que no sé…

-Mejor, acompáñame a la playa y allí hablamos tranquilamente. ¿Te parece?

Así fue. Estuvimos hablando sobre aquello. Pero no encontrábamos el porqué de su desgana. Hasta que salió el tema.

-Guille, ¿me guardas un secreto? No sé si es eso lo que me ocurre, pero, aun así…

-Claro, bonita. Lo que sea. – Le dije son una plena sonrisa, abriéndole mi corazón ante cualquier problema que pueda perturbarle.

-Me siento decepcionada.

-¿Sobre qué? – Pregunté, sin comprender.

-Pensé que le gustaba a Robe…

Fijé mi mirada a la arena mojada que pisaban nuestros pies. Krash y Maya jugaban con el ir y venir de las olas, a unos metros más allá. Y mientras nosotros seguíamos andando, le miré, asustado.

-¿Te gusta Robe? – Me miró con cara triste y afirmando suavemente con la cabeza. Un escalofrío recorrió mi espalda. Hubo unos segundos de silencio. Sabía que ella no iba a retomar la conversación. Así que fui yo el que rompí el hielo.

-Pero… es que… ¿te ha rechazado? – unos segundos después, negó con su cabeza, aún triste y preocupada. Noté que había algo más.

-Yo sé cuál es el problema… - dije muy serio.

Me miró buscando la respuesta. Estaba asustada, se sentía sola. Necesitaba un consejo, aun que fuese el más tonto del mundo. Necesitaba ser escuchada. Allí estaba yo para ello, pero antes que nada quería verla sonreír, y así se soltaría contándomelo todo.

-Que… - pensé unos segundos qué inventarme - … realmente, Robe y yo… tuvimos un lío.

Me miró de tal manera que poco me faltaba para dar un paso atrás. Nos quedamos mirándonos y entonces ella lo comprendió.
A carcajadas nos quedamos en la orilla del mar imaginándonos la situación.
Paramos de reír, pero nos mirábamos y seguíamos riéndonos. Era muy divertido.
Ella se calmó y seguimos hablando sobre el tema. Confió en mi y me contó que había una ex de Robe que posiblemente vuelva con él. Pero yo sabía y le demostré que si Robe elije a esa chica antes que a ella, es que realmente era gay. Le insistí en que era una grandísima chica y que debería sentirse afortunada de su personalidad y físico.

- Ana, yo llego a ser Guillerma en vez de Guillermo y te envidiaría. – conseguí que volviese a ser ella misma después de tantas sonrisas. Se disculpó por su comportamiento y me prometió que no volvería a dejarme de lado.

Felices de nuevo, volvimos a casa con los perros y paramos a comprar unas pizzas para esta noche. Tuvimos que elegir cuatro familiares porque, como bien dice Ana, los tíos somos pozos. Pero no tiene razón. Yo me considero más bien agujero negro.

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