domingo, 18 de septiembre de 2011

Capítulo 46

Con mi viejo skate bajo mis pies, recorría una calle desconocida para mí, con una dirección anotada en mi mano derecha con bolígrafo azul. Un bolígrafo que me falló justo después de escribirla. Se quedó sin tinta, y me quedé sin ninguno para el examen de esta mañana.
Por fin encontré su casa. La número 32. Una casa alta, pero estrecha. Con un ancho balcón en el segundo piso, y de color anaranjado. Llamé al telefonillo gris que se encontraba al lado del bonito buzón hecho a mano en una losa.

-¿Quién es? – preguntó una voz con efecto mecánico de la máquina.

-Soy Guillermo. ¿Está Luis? – silencio…

-…Sí, pasa.

Abrí la pequeña cancela. El césped que rodeaba la casa estaba demasiado alto para recibir a un invitado. Tenía aspecto de un jardín mal cuidado. En cambio, las rosas que rodeaban el porche estaban enormes y esbeltas. Sus colores resaltaban en todo el exterior de la casa. Las hiedras trepaban felices por la gran ventana que supuse que daba al salón. A la madre de mi compañero le debían gustar las flores.
Me recibió en la puerta una mujer bajita, con zapatillas de casa y pelo recogido con una pinza. Parecía una mujer agradable por su larga sonrisa.

-Hola, pasa. Mi hijo está arriba esperándote. Sube, es tu casa. – dijo de nuevo con aquella sonrisa que empezaba a darme un poco de miedo.

Accedí a la propuesta, y subí las estrechas escaleras que se encontraban justo frente a la entrada. En el pasillo, mil cuadros distintos colgaban de la pared. Niños pequeños, padres jóvenes. Cómo echaba de menos a mi familia y aquellos momentos de unión. La primera puerta a la derecha se encontraba cerrada. Preferí no abrirla. Seguí adelante y la siguiente puerta estaba a la izquierda, de donde salía música de Katy Perry. Por un momento pensé que podría tratarse de Luis, pero sinceramente, aun por su apariencia, no me lo imaginaba bailando California Girls. Al menos quise no imaginarlo. Mi duda se desvaneció cuando oí una voz cantar la canción. Era voz de chica. Me quedé pensando: ¿No tenía solo hermanos? , cuando de repente apareció de la siguiente habitación que me quedaba por mirar.

-¡Hola!, ¿qué tal? Gracias por venir – me dejó pasar a su habitación. Era una habitación como otra cualquiera. La cama al lado de la ventana, el armario a la derecha de ésta. Un mesa para estudiar, con estanterías llenas de libros y pequeñeces sin sentido. Una habitación de lo más normal, era de esperar. Hubo algo que me sorprendió. A los pies de su cama había una mesita. Sobre ella estaban ordenadas por colores cápsulas de Nespresso. Las observé sorprendido, y Luis se dio cuenta de ello.

-Las colecciono. Mis padres toman mucho café de ese y me quedo con las cápsulas.

-Pero… ¿por qué? – dije medio riéndome, pero sin pasarme, para no molestarle.

-Porque con ellas se pueden hacer muchas esculturas en miniatura y manualidades. Son perfectas para sacar de dentro tu creatividad, y crear cosas chulas.

-Vaya, qué guay. – Un chico listo e imaginativo. – Qué bien pensado.

-Realmente, no fue idea mía. – bajó la mirada hacia el suelo y se giró. Apoyado sobre la mesa intentó explicarme. – Yo… soy gay. – Como si no se viera desde fuera – Y siempre se reían de mí por mi amor a las bellas artes y mi orientación sexual. Siempre han pensado que hay una relación entre ambas cosas.

-Qué estupidez – dije un tanto indignado.

-Así que muchas veces colecciono tapones de corcho de vinos, capsulas, conchas… etc, para hacer un nuevo arte. Mi arte. – suspiró y sonrió – Estoy muy orgulloso de ser como soy, y me gusta demostrar lo que mejor sé hacer. A parte de otras cosas… - una carcajada demasiado fuerte me sobresaltó. Estaba insinuando algo que no me parecía gracioso, pero le seguí el rollo. En su momento le dejaré claro cuáles son mis gustos.

Durante la tarde, hice fotos a sus nuevas mini-esculturas. Lo planteamos con fondos distintos y quedó bastante bien. Lo quería presentar a su profesor como trabajo de creación.

Una vez habíamos acabado, me quiso invitar a algo para beber. Bajamos a la cocina y me cogí un simple biofruta. Subimos de nuevo, a hablar sobre el trabajo realizado.

Entre foto y foto le iba comentando el porqué del enfoque, y las distintas expectativas. Daba buche a buche y me reía por las expresiones que usaba Luis.

Ya tenía que marcharme, y salimos al pasillo. Me lanzó alguna que otra indirecta, pero me hice el tonto. Cruzando el pasillo, salió de golpe una chica de la habitación de Katy Perry, que ahora resultaba ser Despistados. Nos dimos un pequeño golpe hombro a hombro, y me disculpé inmediatamente.

-Oh, no pasa nada – dijo riéndose, con el pelo alocado de tanto bailar. Nos miramos y sonreímos. Bajábamos la mirada y nos volvíamos a mirar. Era una chica muy guapa y simpática. – Me llamo Mónica. – Mónica, un nombre dulce y tranquilo.

-Yo soy Guillermo, pero llámame Guille mejor. – sonrió suavemente. Era joven, pero no mucho más de dos años por debajo de mí. Pelo negro ondulado y voluminoso. Bastante linda.

-Esta es mi hermana. El año que viene empieza en la Universidad de Marketing y Publicidad.

No hubo mucho tiempo para charlar, pues el autobús me esperaba. Y no podía perderlo. Salí corriendo calle abajo pensando en el bonito encuentro que había tenido. Mónica… esperaba volver a verla. Me había divertido hablando con ella, y me sentía a gusto, a pesar de no conocerla de más de 12 minutillos.

Al llegar a casa, todos estaban sentados en el sofá. Me esperaban.

-¿Dónde estabas? - Preguntó Alex. No me acordé de que esa noche habíamos quedado para ver una película que se acababa de poner en venta.

-En casa de un amigo.

-¿Del gay? - Me quedé perplejo. ¿Cómo lo sabían? - Jajaja, te vi el otro día caminando por la calle con él. Al salir de la universidad. Pasé con el coche y te vi.- Eitan, muy observador.

-¿Y de qué le conoces?

-Estaba en nuestro instituto. Este año vino aquí.

-Ahh...

-Guille. - Eitan se puso serio. - Ese tío se enamoró de Alex hace unos años. Ten cuidado, porque las cosas se las toma en serio y es muy fantasioso.

-¡Anda hombre! No se va a enamorar de mí. -Después de aquella breve conversación, me senté junto a ellos. Parte de la película estuve pensando, pues no me imaginaba a Luis enamorado de mí. Tenía esa idea en la cabeza desde el principio, pero mis amigos me comieron el coco y empecé a pensar en las expresiones que utilizaba, como "cielo". Y después pensé en la forma en que me miraba. ¡Pero no! No podía ser. Ya me encargaría yo de que no fuese así.

2 comentarios: