Relatos


...<3

No paro de pensar en él. En su sonrisa, en su mirada... Veo a gente enamorada y me imagino los más bellos momentos a su lado: abrazados sobre la arena de la playa; besándonos en el agua del mar; caricias en aquella cama que por una noche nos permitió soñar juntos...
Cuánto le quiero y cuánto le echo de menos. Todo a mi alrededor me hace pensarle. 
Cómo añoro refugiarme entre sus brazos. Cómo añoro mirarle a los ojos y al cerrarlos sentir sus labios...  Es vivir en una canción de amor... Es poder decir bien alto y sin complejos:

LE AMO <3


Mi Arrepentimiento

¿Cuántas serán las veces que he pensado en tí hoy?
 Un número indefinido controla mi mente y hace que ciertas canciones, ciertas situaciones e incluso ciertas frases me recuerden a ti.
 Detrás de mi apariencia de chica divertida y despreocupada, realmente se esconde una chica que vela por ti. No sabes lo que deseo que nada de esto haya ocurrido jamás.
 Que jamás me haya enamorado de ti, y que jamás me hayas hecho pensar que tú eres ese él. Pero no existe nada que me permita volver atrás, ahora sólo me toca sufrir las consecuencias...
Y seguir escuchando a ese determinado grupo de música, frases y vivir esas situaciones que me obligan a recordarte de la manera más cariñosa de todas.

Fue esa tarde que me ayudó a comprender el refrán tan mencionado: 
"No sabes lo que tienes, hasta que lo pierdes"

...Joder, mira que fui estúpida.
Me he dado cuenta ahora de lo importante que has sido siempre para mi... Y ahora es cuando admito que estoy sinceramente enamorada.
 Pero ya es tarde. En realidad aún no lo es, pero por nuestro propio bien y para evitar el sufrimiento, tenemos que dejarlo así. 

Oye... quiero que sepas que tu eres el chico que quiero, y a quien deseo, no en el presente, sino en el futuro también. 
No digo con esto que siempre me vas a tener a tu disposición.
 Yo seguiré volando por mi camino... pero tu no te irás de mi loca cabeza.

Pero al menos sabes así que alguien, alguna vez, te quiso de verdad y te vio con ojos de perfección.


Te lo dedico a tí, Víctor Nubla. :) (Aunque no hayas sido del todo mi inspiración jaja ;P)


"Amistad va antes que Avaricia"

  Anteayer me encontré una pulsera tirada en el suelo. Consistía en una trenza de cuero blanca y negra, y en medio tenía una carita feliz de metal. “Se le habrá caído a alguien”,  supuse. La llevé a objetos perdidos, cerca de mi casa, por si su dueña, o dueño, quería recuperarla. Era bonita, me gustaba bastante.
Pero bueno, tenía muchos exámenes que estudiar, así que más vale que dejara de pensar en la idea de ir de nuevo a objetos perdidos para quedármela si no había ido nadie a por ella.

Tenía que estudiar matemáticas. Es lo que más odio. A ver… ¿x² · x³ = 2x…?
¡Agg! Da igual, ya me ayudará mi hermano cuando vuelva, o eso espero.

Seguí pensando en aquella pulsera… ¿Y si nadie había ido a por ella? A lo mejor su dueño era un turista y ya se ha ido y no tiene forma de recuperarla. No, demasiada casualidad. ¿Y si voy un segundito a ver si está? Y si está…

Al final terminé yendo a objetos perdidos. Llamé a la puerta y me preparé y relajé, como una actriz.

-Buenas tardes. ¿Ha perdido algo? – Me preguntó un hombre. Era un anciano, con el pelo blanco y media cabeza calva; gafas cuadradas, gordas y marrones; camisa de cuadros metida por el pantalón, que lo tenía más subido de lo normal; calcetines verdes oscuros (se le veían porque el pantalón le llegaba casi a la mitad de la espinilla); y zapatos marrones.

-Sí – Respondí decidida.

-Pues venga, dígame qué clase de cosa ha perdido y le enseñaré cajas llenas de ellas. – ¡Qué educado!

-Es una pulsera.

En seguida me enseñó muchas pulseras, pero la que yo buscaba resaltaba entre todas las demás por su carita feliz de metal.
Me la llevé a mi casa, muy contenta. Fui a sentarme en mi silla y a abrir el ordenador cuando me llamaron al móvil. Era mi amiga Andrea.

-¡Maira! (me llamo María, pero me dicen Maira porque hay otra María en mi clase y así nos diferenciamos) ¡He perdido mi pulsera! ¿La has visto por ahí?

Me asusté.

-¿Cómo es? – Yo como si nada, por si acaso.

-Es blanca y negra, con una carita sonriente en el medio.- ¡Mira que hay gente en este mundo y pulseras de toda clase, y la que me encuentro es de mi mejor amiga!

No sabía qué hacer. Sabía que estaba mal quedármela, pero me gustaba tanto… Me la quedaré unos días y luego se la devolveré.

-Pues no. No la he visto, lo siento.

Aún así, seguía igual de contenta con mi pulsera. Bueno, en realidad no era mía… Pero por estos días sí.

Llamé a mi prima para enseñársela. Ella siempre está presumiendo de las cosas que le compra su madre. Que si un ordenador nuevo, que si un móvil nuevo, mira esta falda qué bonita, ayer me compró mi madre unos zapatos chulísimos…
Le encanta una pulsera o un collar, conque disfrutaré enseñándosela.

-¡Mira qué pulsera más bonita me han regalado!

-¡Guau! ¡Qué chula! ¿De qué tienda es? – Seguro que ya pensaba ir a comprársela. Será envidiosa…

-No lo sé. – Me quedé genial después de hacerla sufrir. No soy mala habitualmente con ella, pero la última vez me enfadé mucho cuando presumía delante de todos mis amigos.

-Ahh… Bueno, a mí también me regalaron una, pero mi madre decía que era muy cara y no debía aceptarla - ¡Mira! ¡Mira cómo se pone! Es que no la soporto.

Me fui de allí con una sonrisa malvada. Pero se me quitó enseguida cuando vi. a una chica paseando por la calle, mirando detrás de los bancos, entre los arbustos… Era Andrea buscando su pulsera, seguramente.

-¿Aún no la has encontrado? – Me quité la pulsera de la muñeca y la metí en el bolsillo del pantalón.

-No, y estoy muy  preocupada. Era un regalo de mi abuela que me dio antes de mudarse a Toledo. Me gustaba mucho, ¿sabes?

La verdad es que no era propio de mí quedarse con las cosas de los demás. No me imaginaba que aquella pulsera fuese tan importante para ella. Debería dársela… aunque otra parte de mí decía que no. Pero, ¡venga ya! Es mi amiga, y vale mucho más que una pulsera. Podría preguntarle si me la prestaría alguna vez. Eso sería buena idea. Lo malo es que se enfadará conmigo cuando le diga que me la quedé.

-Te…ayudo a buscarla. – Tenía que pensármelo.

No quería que se enfadara conmigo, pero tampoco que se quedara triste sin el recuerdo de su abuela. Estaría pensando solo en mí al decir: “no se la doy porque no quiero que se enfade conmigo”, y en ella si digo: “a mi me gustaría tener un recuerdo de mi abuela, así que se lo daré, y si se enfada conmigo, supongo que se le pasará.”

Mi forma de pensar, menos mal, era la segunda. Me acerqué a ella alegre, y le dije:

-¡Mira, la encontré! – Si le decía eso, no se enfadaría y se quedaría contenta. ¡Saldría todo el mundo beneficiado!

-¡¡Genial!! Muchas gracias Maira, ya estaba a punto de darla por perdida para siempre. ¡Eres una amiga!

Al escuchar aquella frase, se volvió a quitar la sonrisa de mi cara. Me sentía mal al no decirle la verdad. Estuve un rato pensándolo, y llegué a la conclusión de que me sentiría mejor si le decía la verdad aunque se enfadara conmigo.

-Andrea, no la he encontrado.

-Pero si me acabas de decir…

-Bueno, sí la he encontrado, pero mucho antes. – Se le puso la cara de “No entiendo”. - Me encontré tu pulsera anteayer. La llevé a objetos perdidos. Al final pensé que si nadie iba a buscarla no tendría dueño. Por lo que fui a por ella. Me gusta mucho…

-Y entonces, ¿Por qué no me dijiste que la tenías cuando te pregunté?

-Porque la avaricia se apoderó de mí. Me encapriché con ella, y no quería dártela. Lo siento. No quería decírtelo porque temía que te enfadaras conmigo… Y aún me sentía mal si te decía que la acababa de encontrar.

Se quedó callada un rato. Ninguna de las dos dijimos nada. Esperaba que no se lo tomara muy mal, pero sabía que se iba a enfadar, aunque sea un poquito.

-No me lo esperaba de ti, pero me alegra que me hayas dicho la verdad.

-Entonces, ¿no estás enfadada? – Le pregunté dándole la pulsera, con carita de niña buena.

-Hombre, algo sí… pero no lo suficiente como para dejar de hablarte ni nada de eso. De todas formas, gracias por devolvérmela.

¡Eso sí que es una amiga! Entonces sí que me sentía genial. Sabía que ya nunca volvería a quedarme con nada de los demás, porque podría ser muy importante para alguien.

A los pocos días lo olvidamos, y me perdonó. Me prestaba la pulsera de vez en cuando, y siempre se la devolvía en cuanto podía.


Hoy vuelvo andando del colegio. He estrenado mi anillo nuevo. Bueno, no es nuevo, sino que me lo hice ayer. Vale, es nuevo.

Fui a ver la hora, y algo me hizo parar en seco. ¡Se me ha perdido el anillo!






                                             
                                                                                                                                            Ana ;D






"La magia de la playa"




Un día de calor, en pleno agosto, despierto sobre unas sábanas verdes pastel.  Sobre las mismas sábanas de una cama demasiado grande para una sola persona. Miro alrededor y veo un cuarto vacío, un armario con solo ropa de chica, una ventana entreabierta donde las cortinas vuelan debido a una fresca brisa de mañana…
Ya sé que falta...
 Faltas tú….
Pongo mis blancos pies sobre la alfombra y me levanto despacio, triste. Un día más en este bello y melancólico mundo. Decidida por comenzar una nueva era sin tí, me pongo lo primero que encuentro y bajo a por un calentito café.
El dulce sabor del azúcar, el profundo olor del grano, solo me recuerdan a ti…
Buscando otros pensamientos en mi cabeza, arreglo mi habitación y me preparo para el día tan maravilloso de playa que me esperaba.
Sobre las doce y media de la mañana llegué allí. La playa estaba repleta de gente feliz, solo se notaban buenas vibraciones. El agua era el reflejo del azul del cielo.
Como el espejo de la entrada que reflejó tu enfadado rostro antes de marcharte de casa…
Corrí hacia el agua con mi bikini de colores sonriendo y feliz con tal de sacarte de mi cabeza. Pero al tener contacto con las frías olas, me imaginé el tacto de tus frías manos en mi cuerpo débilmente enamorado…
Un magnífico día para disfrutar del mar, pero decidí crujir mi rutina (como en el anuncio de las natillas) y salí con mi cuerpo recién mojado a tomar el sol.
Por unos segundos me sentí sexy y  en vez de una niña, una mujer. Algo que no sentía desde que me dejaste bajo mi propia sombra…
Solo recordar aquellas noches de amor, me rompen por dentro…
Tendí mi toalla sobre la arena mojada, y me tumbé sobre ella de espaldas al sol. Durante un largo tiempo las nubes le cubrieron, dejandome el cuerpo frío. La brisa de viento procedente del océano pasaba rápida por la curva de mi espalda y glúteos. Se me erizó el pelo ante tal experiencia.
Los dedos de mis pies jugaban con la áspera arena mojada, ya que éstos quedaban fuera de la toalla. Es curioso como unos metros más arriba la arena se volvía suave y escurridiza. Esa sensación es la que más me gusta de ir a la playa, la sensación de los pies con la delicada arena.
Cerrando los ojos y prestando atención solo se oye mil conversaciones a tu alrededor , los graznidos de las gaviotas sobre el dulce ir y venir de las olas..
Inclinándo mi cabeza hacia un lado, miré hacia el horizonte. El horizonte que marca un más allá en cualquier lugar del mundo. Sueñas con aventurarte a seguirle y conocer lugares que aún no conoces. Sabes que no encontrarás nada que pueda imaginar un niño, pero el mundo hace sueños realidad si aprecias lo que tiene y lo que aún se conserva de las sucias manos humanas.
El sol abrió sus blanco párpados y me regaló un caliente rayo de sol. La temaperatura de mi cuerpo subió poco a poco.  Cierro los ojos y le devuelvo al sol una sonrisa de agradecimiento. La luz del sol resbalaba por mi cuello, pasando a la espalda y después a las piernas. Cada parte de mi cuerpo se enriqueció de aquella sonrisa amarilla procedente del cielo.
Las nubes desaparecieron y el agua siguió con su concierto marítimo.
Durante unos momento habia dejado de pensar en ti…
Volviendo a casa, contenta por librarme de tus rudos pensamientos, te vi. En aquel parque, con ella. Con la misma chica que me robó tu corazón. Creí que volvería a caer tras volver a ver tu cara. Tu mentirosa y falsa cara de niño bueno. Tu hermosa sonrisa y tus grandes ojos que me volvían loca.
Pero aquel día, aún no sé por qué… no sentí nada. Te ví y no hubo ningun sentimiento de culpabilidad o ira. Nada de rabia en mi alma, ninguna lágrima en mis ojos. Sentí… nada.
Entonces supe que aquel día en la playa, me había ayudado a olvidarte. La fuerza de las olas rompieron las cadenas que me ataban a ti. El sol me hizo sentirme yo, y no tú. El tacto de la arena, la brisa del mar, aquellas gaviotas… me liberaron.
Ahora soy libre, y nadie podrá conmigo porque soy una mujer. Una mujer que disfruta de sus amigos, de su vida, que ve lo positivo de las cosas. Una mujer que te olvidó por completo…
Y todo gracias a aquel día en la playa… J






                                                                                                                                          Rebeca... :)