sábado, 23 de abril de 2011

Capítulo 20

-Amanda, ya está la comida preparada.
[Juan esperaba sentado en la cocina mientras jugaba con una servilleta. En ese momento, su móvil empezó a sonar. Se trataba de una compañera de trabajo, Silvia. Juan se preocupó, pero aún así, respondió. Tuvieron una corta conversación, pero esta le cambiaría los planes. Silvia le comunicó a su compañero la decisión de su jefe. Para mediados de septiembre, él y su familia tendrán que mudarse a Madrid si no quiere perder su empleo.]

“Parecen tener hambre, pondré ya las pizzas”
La fiesta va fenomenal. Todos nos lo estamos pasando en grande. La mayoría ya nos hemos puesto nuestros pijamas, aunque un pijama para los chicos sea calzonas y camiseta.
Mientras Guille y yo preparábamos la cena, Rebeca se encargaba de la música, además de vigilar que los tres mosqueteros no hagan ninguna de las suyas.
Hasta entonces, habíamos jugado al Singstar, al Twister, al Trivial y a muchos juegos de gestos como el Kia. Bailamos y reímos sin parar. Es el mejor cumpleaños de mi vida.
Una vez lista la cena, todos se sentaron en la mesa y alguien llamó al timbre. Ya que nadie tenía intención de abrir, fui yo. Allí se encontraba Verónica, algo que me sorprendió mucho.
-Buenas noches, Ana – Dijo con una enorme sonrisa. - ¡por cierto, Felicidades! ¿Está Eitan por ahí? – Vi que escondía algo tras su espalda, pero no conseguí ver qué era.
-Claro – Dije. Llamé a Eitan, quien se asomó a la puerta en calzonas y sin parar de bailar. Parecía que se había pasado con las copas.
-¿Verónica? – Paró de bailar. En ese instante, Verónica dejó ver lo que tenía a su espalda: Una tarta de nata que acabó en la cara de Eitan.
-¡¡¡Así aprenderás que a mí nadie me deja plantada!!! – Se giró con todo su orgullo y se marchó. Allí quedó Eitan, en la puerta, todo manchado de tarta, y sin creerse lo ocurrido, se dio la vuelta aún con la boca abierta. Entonces empezamos a reírnos en su cara. Yo, que estaba a su lado, le pasé el dedo por la cara y probé aquella tarta. Estaba realmente buena.
-¡Mmm, riquísima! – Eitan pasó su lengua por encima de su labio superior.
-…Es verdad. ¡Está exquisita! – Los demás, sin pensarlo dos veces, se abalanzaron sobre él para comer tarta de su cara. Cuando quedó más o menos “limpio”, solo le faltaba la punta de la nariz, y Rebeca se la limpió de un beso. Algo que enrojeció a Eitan.
El resto de la noche jugamos a las cartas, vimos una peli mientras comíamos palomitas y chuches (y los bombones de Robe), incluso jugamos a la botella, donde añadimos, para más diversión, pruebas difíciles y verdades íntimas. Llegaron las 6 de la mañana y aún no habíamos dormido nada, fue entonces cuando empezamos a caer mientras charlábamos. Por tanto cada uno se durmió en la posición en la que se encontraba.
[Eitan estaba a un lado, verticalmente, con sus brazos apoyando su cabeza, boca arriba. Como si estuviera tomando el sol. A su lado, Rebeca dormía mirando hacia la pared, con los brazos y piernas encogidas y la cabeza apoyada en el codo de Eitan. Robe dormía a los pies de Rebeca horizontalmente. De hecho, se agarraba a ellos. Apoyado en su barriga, dormía Guille, de forma vertical. Al otro lado de Eitan, de forma horizontal, dormía Ana, mirando hacia el techo. Y, por último, a su lado, estaba Alex, mirando hacia ella con la mano bajo su cabeza.]

Llegaron las 11 y media, y me desperté. Enfrente de mí dormía Ana, como una niña. En su dulce rostro se dibujaba una débil sonrisa. Me entraron ganas de acurrucarme junto a ella. Finalmente, lo hice.

Una débil luz me despertó. Pero no quise abrir los ojos, y permanecí casi dormida. Fue entonces cuando quise cambiar de postura, y me giré. Lo único que encontré fue a Eitan. Como quería seguir durmiendo, me abracé a él imaginándome que era mi almohada. Era mejor que mi almohada.

Abrí de repente los ojos. No me coscaba de dónde estaba. Me di cuenta de que mi cabeza subía y bajaba, y recordé que dormía en la barriga de Robe. Necesitaba ir al baño, así que me levanté e inspeccioné la casa buscándolo.

Empezó a sonar el despertador de mi móvil. Mentira, porque vibraba. Pero yo lo escuchaba. Intenté incorporarme, pero una mano me lo impedía. Alex estaba abrazado a mí. Sonreí y le di un beso en la mejilla. Entonces me di cuenta de que él también sonrió.
-¿Alex? – Le susurré.
-Hola. J  - Sonreímos de nuevo. Ambos nos levantamos para preparar el desayuno. Mientras íbamos de acá para allá preparando bocadillos, Alex se comió una silla. Menos mal que se cayó la silla, y no él.
-¡¡AAAAGGHH!! – Un grito del salón nos hizo saltar. Nos asomamos y vimos a Robe sentado en el suelo, acojonado. Guille vino corriendo del cuarto de baño.
-¡¡¡¡QUÉ PASA!!!! – Alex y yo empezamos a descojonarnos. Se nos saltaban las lágrimas.
-Tranquilo, Robe. No pasa nada. Solo que Alex  ha tirado una silla.
-Ahh, uff. Vale. – Robe se incorporó, y se puso junto a Eitan y Rebeca, mirándolos.
-Mira estos dos, que están tan abrazaditos que se incendia la casa y no se inmutan.
-Te he escuchado, cabrón. – Robe pegó un salto cuando oyó a Eitan responderle.
-Bueno, despierta ya a la lirona esta y nos vamos a desayunar al jardín. – Dijo Alex.
Todos salieron afuera, menos Eitan, que se quedó despertando a Rebeca.

-Despierta, lirona. – Dije suavemente mientras le ponía un mechón de pelo detrás de la oreja. Lo único que hacía era ruidos típicos de: “Mmm… cinco minutitos más…” – Vamos, que están todos esperándonos fuera.  – Le di un beso en la frente y entonces me agarró por el cuello y me tiró al otro lado del colchón. Se puso a cuatro patas encima mía, agarrándome los brazos. Cuando pensaba que me iba a hacer algo malo…
-Vale. – Dijo sonriéndome. Salió corriendo hacia el jardín. Yo le seguí y me uní a los demás para desayunar.

[Sobre las 12 y media llegaron los padres de Ana, y lo encontraron todo recogido. Una vez más consiguieron entre todos recoger, en media hora, todo lo que había desordenado.]
 Cada uno nos marchamos a nuestras respectivas casas. Me despedí de Ana con un gran beso en la mejilla y me marché en busca de mi dulce hogar, donde podría dormir horas y horas más. Cuando crucé la puerta de la casa de Ana, me llamó.
-¡¡Guille, espera!! – se abalanzó sobre mí dándome un enorme abrazo mientras me decía: - Gracias por tu regalo. Ha sido alucinante.
- ¡De nada! – le sonreí por última vez, y me marché para coger el bus de las una de la tarde.

viernes, 22 de abril de 2011

Capítulo 19

-¡Alan! ¡Ven, ayúdame a poner la mesa!
-¡Voy pa’ ya! – Se escuchó la voz como si estuviese aún en el sofá, pero a los pocos segundos ya estaba en la puerta de la cocina. -¡A su servicio, mi coronel!
-Jajaja, ve a por los vasos de plástico, las servilletas, y los platos. Yo mientras coloco el mantel.
[Pasaron unos 10 minutos y casi todo estaba preparado. Solo faltaba preparar el salón una vez llegada la noche. Jimena, la madre de Ana, se sentía orgullosa al ver a su hija tan organizada y trabajadora. Ella solo tuvo que ocuparse de la comida. Lo demás lo preparó Ana con ayuda de su hermano. Pero a Ana se le había olvidado cambiarse de ropa. Jimena estuvo allí para recordárselo. Ana, al verse en chandal, gritó aterrorizada y fue más rápida que una bala para llegar a su habitación. Menos mal que ya tenía pensado qué ponerse. Mientras acababa de arreglarse, sonó el timbre. Era Rebeca. Llegó cinco minutos antes para ayudar.]
                                                                                
-Hola, Rebeca. ¿Qué tal está tu madre?
- Muy bien, gracias. A lo mejor se pasa después por aquí para hechar el rato.
-Estupendo. Ana está en su cuarto, vistiéndose.
-¿Todavía? – se oyó una débil voz desde arriba pidiendo ayuda. Sonreí y fui a socorrerla.
[Cuando llegó al cuarto, vió a Ana con un precioso vestidito primaveral que le habían regalado el mismo día.]
Ana estaba preocupada por los zapatos, así que me metí en su armario de lleno (literalmente) y escogí unas sandalias de tiras de tonos parecidos al vestido. Ana creyó que era la mejor elección y, sin dudarlo, se las puso. Después le recogí el pelo con una cola alta que lo dejaba caer por su espalda. Ana esta guapísima el día de su cumpleaños.

Empieza a venir la gente. No somos muchos, 6 para ser exacta, porque también pasarán la noche en mi casa. Mis padres se van a visitar a mis tíos de Almería y mi hermano se queda en casa de su novia. En fin, somos los de siempre. Dormiremos en el salón, ya que pondremos varios colchones tirados en el suelo. No creo que vayamos a dormir en toda la noche. Además he invitado a Guille, ya que desde hace más de un mes se unió a nuestro grupo. De hecho, somos mejores amigos. Tenemos muchísimas cosas en común y siempre lo pasamos pipa.
El primero en aparecer por la puerta fue Robe. Al abrirle, tenía una sonrisa de oreja a oreja, y escondía algo detrás de su espalda.
-¡¡¡Felicidadeeeees!!! – Gritó mientras dejaba ver la enorme caja de bombones que guardaba.
-Jajaja, ¡¡muchas graciaas!! – Le di un enorme abrazo y un besito en la mejilla, y le invité a entrar.
Al poco rato, el timbre de la puerta volvió a sonar. Abrí, y no vi a nadie. Me asomé por si acaso alguien estaba por ahí pescando y esperando a que abriera. Ni rastro alguno. Me paré a pensar, y justo entonces salió Eitan de una esquina, me cogió por la cintura y me dio vueltas “en volandas” mientras gritaba: -¡¡¡¡¡FELICIDADEEEEEEEEEEES!!!!!- Cuando me soltó, alguien vino por detrás y, saltando sobre mi…: -¡¡¡¡¡FELICIDADEEES!!!!! De tu amigo Alex. No de Eitan y  Alex, no. De Alex.- Y me dio una pequeña cajita envuelta con un enorme lazo que le triplicaba el tamaño. Cuando la abrí, vi unos preciosos pendientes de unas guitarras eléctricas donde, detrás de ellas ponía: En una, “Alex”, y en otra, “Ana”.
-¡¡¡¡¡Me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!! – Le di otro abrazo y dos besos. ¡Estaba pegando saltos!
Entramos todos dentro, cuando llamaron de nuevo al timbre. ¡Qué de vueltas!
-¡Es Guille! – Dijo Rebeca. Fui a la puerta, y al verlo le di un abrazo enorme, que estoy segura que no olvidaría.
-¡¡Felicidades, guapa!!
De nuevo, entramos todos dentro. Cada uno se sentó en una silla de la cocina, pero Guille desapareció. ¿Dónde está? Me pregunté. Pero, entonces, entró en la cocina, y dijo:
-Ana, sé que te conozco desde hace poco en comparación con los demás, pero desde que te conocí, he estado haciendo esto para que estuviera listo este día tan especial. – Se dio la vuelta, y sacó un enorme corcho. Lo giró y… ¡¡¡fotos!!! Para empezar, una enorme en el centro donde estábamos los 6 en la playa, todos chorreando acabados de salir del agua. Alrededor había muchas otras de los demás: Alex enterrado en la arena (sin que se diera cuenta le pusimos una cola de sirena), Eitan con las gafas de sol y su tabla de surf posando como los famosos y Robe acompañándolo por detrás intentando estropear la foto, Rebeca y yo abrazadas en la orilla, con Guille y Eitan por detrás intentando mojarnos... muchas y muchas. Había también, por las esquinas, fotos donde salíamos Guille y yo, y que había editado. Ponían frases como “Tanto como durará la coca-cola, durará nuestra amistad”, o… “El carajazo de Ana” (salíamos los dos haciendo surf, y yo en el aire cayéndome). Fue un regalo totalmente…. Impresionante. Lo primero que hice, después de comérmelo a besos, fue colgarlo en mi habitación, de manera que era lo primero que se veía cuando se entra.
Después de merendar pasamos la tarde haciendo muchos juegos en el jardín, con los aspersores, y la música a tope.

Estábamos jugando a un juego muy divertido, cuando noté cómo me vibraba el móvil. Corriendo, llamé a Eitan al darme cuenta de que era mi tío. Le dijimos a Alex que entretuviera a Ana para poder escabullirnos de la fiesta. Fuimos hasta la esquina de la misma calle, y allí nos esperaba mi tío con su furgoneta.
-Vamos, Rebeca. Abre la furgoneta. – Me dijo mi tío. Lo hice, y allí apareció el pequeño perrito que entre Eitan y yo habíamos comprado el otro día. Lo metimos en su jaula de viaje, y nos dirigimos de nuevo a la fiesta después de agradecerle a mi tío que nos lo trajera.
-Le va a encantar. – Dijo Eitan.
Volvimos a entrar a hurtadillas y escondimos al animal. Corriendo, Eitan le tapó los ojos a Ana y la condujo hasta el escondite.
-¿Estás preparada? – Dije. Los demás formaron un corral alrededor de ella.
-Sí, sí, pero, ¿qué pasa? – Dijo Ana nerviosa.
-Ya verás. – Aclaró Eitan. Entonces cogimos al perro y lo pusimos frente a sus ojos. Eitan se los destapó y… Ana se puso las manos en la cara, asombrada.
-¡¡¡¡Ainssssssssssssssssssssssssssssss!!!!- Sin parar de sonreír, cogió al perro y lo abrazó suavemente. - ¡¡Qué cosa más mona!! ¿Tiene nombre?
-No, se lo tienes que poner tú.
-Pero, pero, pero… - a Ana se le saltában las lágrimas de felicidad. Sabíamos nosotros que esto iba a encantarle. - ¿En serio? ¿Es para mí? – Todo el mundo soltó una carcajada.
-¡Claro! – Gritamos todos.
-Pues… ¡ayudadme, chicos! – Todos dijimos nombres como Rex, Toby, Pachi, etc. – Pero esos son nombres muy corrientes. Algo más original….
-¡¡Gontjaja Ruskaja Pegaja!! – Todo el mundo miró a Alex sorprendidos por lo que se le había ocurrido. Él nos miraba con una sonrisa enorme e ilusionado. -¿Qué? Es una raza de perro.
-No, gracias Alex. Le llamaré… ¡Ya sé! Krash.

Capítulo 18

[Es 10 de julio. El calor brotaba sobre el porche donde Rebeca se disponía a romper su querido cerdito de barro. Después de varias palabras del doloroso adiós, con los ojos cerrados, levantó las manos y le metió un martillazo dejando al cerdito sin vida. Muchas monedas rodaron por la mesa, y Rebeca lamentaba su muerte. En ese preciso momento se acercaba Eitan, y quedó frente a ella, mirándole fijamente.]
-¿…? ¿Qué haces? – Preguntó extrañado.
-Matar a mi cerdito… ¡soy una asesinaaaa! – Dije sentándome en el escalón del porche, sujetando sus restos.
-Vale, pero, ¿cuánta pasta has conseguido?
-¿Solo te importa el dinero?... ¡No tienes corazón! – Eitan se acercó a mí y me abrazó, intentando consolarme. – Solo tengo 57 euros y 20 céntimos.
-¡Genial! Yo pongo el resto y llegaremos. – Dijo levantándose y reuniendo las monedas y billetes que había por la mesa y el suelo.
-Pero de 57 a 240 hay mucho, Eitan.
-¿No costaba 120?
-Ha subido.
-¡Qué timo! – Puso cara de pesca y continuó hablando. – Bueno, no importa, yo pongo 183 y listo.
-¿Y de dónde lo vas a sacar?
-De mi cerdito y del de mi hermano – Puso cara de interesante.
Recogí el resto del dinero y los trocitos de Porky (mi más sentido pésame), y lo guardé en una pequeña bolsita. Luego nos fuimos a mi cuarto.
Mientras buscaba mi móvil y demás para ir a casa de Eitan a recoger el dinero, este estuvo mirando la decoración de mi cuarto.

-¡Vaya póster de Queen! – Dijo señalándolo. – Tienes aquí música de todo tipo. Y lo mejor… ¡está ordenado! – Sonreí ante tal frase. Supongo que estaría acostumbrado al desorden de Alex. Cogí mi bolso del Canto del Loco, introduje lo necesario, y nos encaminamos a casa de Eitan.

[…]
-¿Estás preparado para morir?
-¡Estoy más que preparado!
-Pues…¡¡¡empieza la lucha contra zombies!!!
[Alex y Robe llevaban jugando desde las cinco de la tarde al famoso juego de zombies de la Play 3. Ambos estaban tan metidos en el juego que no oían nada más que disparos del mismo. Pasaron unos quince minutos y aún se encontraban en la misma partida.]

Rebeca y yo entramos en casa. Allí, en el salon, se encontraban los dos frikis de la Play. Llevan como un mes metidos en ese juego. Empieza a ser una enfermedad.
-¡Hola! – dijo Rebeca con intención de ser escuchada.
-No te molestes, no oyen mas de sí. Están como zombies.
-¡Nunca mejor dicho! – respondió ella con una bonita sonrisa dibujada en la cara. Subí a mi cuarto, cogí el dinero y el de mi hermano, ya que no se daría cuenta en un rato, y bajé de nuevo al salón, donde me esperaba Rebeca.
Cogimos un bus, que nos llevaría hasta una parada cerca de la tienda de animales. Entramos y observamos todo a nuestro alrededor. Allí podía encontrar de todo. Es una gran tienda. Sin pensarlo fuimos al lugar donde se encontraban los perros y gatos. Ya sabíamos cuánto costaban algunos perros, pero aún no lo teníamos decidido. Noté como Rebeca flipaba con aquellos cachorros. Se agachaba hacia ellos y les hacía carantoñas. ¡Como me gustaría ser uno de ellos! Me acerqué a ella por detrás y la rodeé con mi brazos apollando mi cabeza sobre su hombro.
-¿Cuál te gusta más?
-No sé… son todos más monos… - no paraba de sonreirme. No dejé de observarla hasta que ví como cambió de golpe de expresión. Seguí su mirada de sorpresa y admiración hasta toparme con un perrito negro, totalmente negro. Realmente precioso. Mi expresión quedó exactamente igual que la de ella. El dependiente, al vernos con tales caras de bobos, nos preguntó. Nos dijo que ese era un perro realmente precioso por su suave y negro pelaje. Se trataba de un pastor velga, macho. Tenía tan solo dos mese y medio. Una ricura. Parecía ser muy juguetón y cariñoso. Rebeca y yo nos miramos y sin pensarlo dos veces, le escogimos a él.

[…]

-¡¡Mamáaaaa!! – corrí escaleras abajo y llegué hasta la cocina chillando de alegría. – ¡¡Gracias, gracias, gracias, gracias!! – abracé y mi madre fuerte mientras le agradecía el haberme comprado el bikini más chulo del mundo. Mi madre empezó a reir.
-Anda, corre y pruébatelo. Esto es solo un pequeño adelanto de tu cumpleaños. – Corrí de nuevo hacia mi habitación,cogí el bikini y fui directa al baño para verme en el espejo. Me lo probé… ¡PERFECTO! Empecé a saltar y saltar mientras cantaba mi canción preferida. Entonces apareció mi hermano.
-¿Pero qué está…? ¡Vaya! Que bien te queda ese bikini, enana. Mamá también me ha comprado uno a mí. Bueno… un bañador. –Empezamos a reirnos – Ven y te lo enseño.
Fui a la habitación de mi hermano y me enseñó su bañador de Billabong de colores chillones y negro. Estaba realmente chulo.
-Me lo compró porque yo no paraba de darle el coñazo.- se rió y siguió contando – Que quede claro que yo le dije que te lo comprara. Al principio creía que era demasiado mayor para ti. Pero la convencí. – me abalancé sobre él y le di un beso en la mejilla agradeciéndole su esfuerzo. Alan es un buen hermano.


jueves, 21 de abril de 2011

Capítulo 17

-¡¡FIESTA!! ¡¡FIESTA!! ¡¡FIESTA!! ¡Por fin llega la fiesta! – Ana entró en mi casa más contenta que nunca con una bolsa donde llevaba su vestido, y preparada para pasar nuestra típica “tarde de chicas” para la fiesta.

[Pasaron unas horas, y después de duchas, peinados de todo tipo, bailes y canturreos entre cosa y cosa con la música a todo volumen y la cama destrozada de tanto saltar sobre ella… etc, etc… Rebeca y Ana estaban listas para la fiesta. Ana iba vestida con un traje cortito con falda de volantes poco pronunciados azul mar, con tirantes finos cogidos al cuello y que por detrás acababan de nuevo en el vestido, atravesados. Llevaba el pelo recogido dejando caer finos mechones a los lados de la cabeza, y un colgante de una clave de sol plateada. Sus zapatos eran casi iguales que los tirantes al cruzarse en su espalda, también de color azul mar. Altos, pero no demasiado.
Rebeca llevaba un vestido de distintos tonos de verde, donde predominaba el verde manzana. Era igual que el de Ana, por encima de las rodillas, solo que la falda era un estilo recogido por el final, una falda moderna difícil de explicar. Era un vestido sin tirantes, y a la altura de la cintura, llevaba un precioso lazo por detrás. Llevaba el pelo suelto, sobre los hombros, con el flequillo liso dejando el resto del pelo ondulado. Los zapatos eran de punta redonda que dejaban al descubierto varios dedos del pie, cuyo color era uno de los tonos verdes del vestido. Tampoco eran muy altos, ni bajos.
Ambas llevaban pendientes largos plateados, e iban maquilladas al natural.

Los ocho (Alex y Tami, Robe y Ana, Eitan y Verónica, Rebeca y Alfred) se vieron en el parque y fueron desde allí, en pareja, hasta la fiesta de Sara.
Los cuatro chicos iban vestido de chaqueta. Cada uno con la corbata a juego con el traje de la chica a quien acompañaba (fueron obligados por ellas). Por tanto, Robe llevaba una corbata azul mar, y Alfred, una verde manzana.
Tami iba con un traje rosa chicle sencillo, pero bastante mono. Por tanto, Alex llevaba una corbata rosa.
El traje de Verónica era rojo pasión, con una mini falda lisa que le pronunciaba las caderas, unos enormes tacones rojos de aguja… Es decir, muy provocadora. Y Eitan llevaba una corbata de ese mismo color.
Fueron llegando a la fiesta por separado. Cada uno por un lado, o bien hablando, bebiendo algo, bailando o regalando algo a Sara.
En cuanto Eitan y Verónica llegaron, no pararon de bailar y hacer lo que ella decía. Eitan sabía que debía aguantar hasta las 12, entonces sería libre.
Robe y Ana lo pasaron muy bien, de aquí para allá hablando con todo el mundo. A Ana le costó convencer a Robe para bailar, pero finalmente lo consiguió.
Alex y Tami, sencillamente, fueron los enamorados de la noche. Se llevaron una parte de la fiesta dentro con sus amigos y tomando algo, pero después salieron a la terraza a buscar un poco de intimidad.
Rebeca y Alfred estuvieron bailando mucho y hablando con los demás. Lo pasaron genial, hasta que Alfred bebió más de la cuenta.]

¡Qué fiesta dios mío! En mi próximo cumpleaños haré algo parecido, pero nunca igual. No he visto a Eitan en toda la fiesta, ¿habrá venido? Le preguntaré a Ana:
-¡Ana!
-¡Hey! ¡Esta fiesta es la ostia! Nunca me lo he pasado tan bien con Robe..
-¿Qué esperabas, nena? – respondió él. Ana comenzó a reírse-Ana, ¿has visto a Eitan?
- No, la verdad es que no.
-Claro que ha venido, ha venido conmigo hasta el parque. Además lo estoy viendo ahora mismo. – dijo Robe sin parar de moverse al ritmo de la música.
-¿Dónde? – dije girándome en su búsqueda.
-Allí, en medio de la pista de baile.
Allí lo vi, bailando y pasándoselo bien. Sonreí. No lo veía desde hace semanas. Fui a hablar con él, hasta que me di cuenta de quién le acompañaba. Madre mía. ¡Verónica Ortega! Bueno, yo voy a ir a hablar con él. Si veo que no tiene intención de nada, a la mierda.
Entre tanta gente conseguí llegar hasta él. No me vio, pero Vero sí. Y sin dudarlo le cogió de la corbata y le plantó un beso de infarto, al igual que su vestido. Será guarra…  Como no, ahí estoy yo para fastidiarlo.
-¡Hola Eitan!- Eitan se separó y, mirándome con media sonrisa en la cara, me saludó.
-¿Cómo te va en la fiesta? ¡Es increíble! – me dijo él sin dejar de sonreír. Me sorprendió su expresión, así que pensé que estaría un poco bebido.
-Genial. – le sonreí y a continuación le dije que teníamos que hablar. En ese momento llegó Alfred por detrás  y me cogió de la mano fuerte, arrastrándome hasta el jardín.
-¿Qué mierda haces? – preguntó.
-Hablar con mi mejor amigo.
-Ya te dije que no quería tener nada que ver contigo.
-Me da igual, quiero arreglarlo de una vez por todas.
-¡Joder, que no! ¡Que no sigas insistiendo como una niña chica! Olvídalo de una puñetera vez. ¡No te quiere! ¡Te odia! ¿Cómo va a quererte si ni siquiera eres capaz de quitarte la camiseta?
Sin dudarlo, le metí una ostia.
-¡Que te den, gilipollas! ¡Está claro que tú y yo llegamos hasta aquí! Paso de estar con alguien que solo quiere aprovecharse de mi cuerpo. – le metí un pisotón y me fui a la casa corriendo. Fui directa a Ana a abrazarla. Tenía ganas de llorar, pero debía aguantarme y ser fuerte. Alfred no se merece mis lágrimas ni las de ninguna chica. Robe ya no estaba allí, Ana me dijo que los tres mosqueteros (Alex, Robe y Eitan) se fueron  a la playa a seguir la fiesta allí. Demasiada gente en la casa.
[Las dos amigas se despidieron de Sara e hicieron lo mismo. Menos mal que la playa estaba cerca y pudieron ir andando. En el camino hablaron de lo ocurrido con Alfred, y a Rebeca se le escaparon dos o tres lágrimas. Al llegar allí encontraron a los tres alrededor de una mini hoguera jugando a las cartas.]

-Vaya, vaya, vaya… ¡las dos súper nenas!
-Súper nenas son tres, Robe. – Aclaró Ana.
-Oh… es que Tami ya estaba aquí.
-¿Jugáis? – dijo  Alex mientras abrazaba a Tami y le daba un pequeño beso en la oreja.
-A mí ya me duele el culo, así que voy a dar una vuelta. – dije mientras me quitaba la arena de encima. Me levanté y Rebeca me miró con ojos tristes. En cuestión de segundos le pregunté si le apetecía acompañarme en el paseo. Del tirón dijo que sí.

[Eitan y Rebeca se alejaban en la oscuridad de la noche junto a la orilla del mar]
-A ver si se perdonan ya… - dijo Robe.
-¡Si, por favor! No aguanto una noche más a Eitan llorando.
-¿¡En serio!? – dijo Ana sorprendida.
-No. – Alex le dio un palo a Ana… la dejó K.O

[Mientras…]
-Eitan, lo siento de veras, yo… - Interrumpí a Rebeca haciéndole un gesto con la mano.
-No te preocupes, es agua pasada. Lo que quiero saber es qué te pasa. Tus ojos están tristes. Te delatan siempre.
-Nadie como tú lo sabe. – comenzamos  a reírnos. – He dejado a Alfred.
-Vaya, por fin.
-¡Eh! Yo estaba genial con él… hasta que empezó a pasarse con las manitas.
-Y tú te dejaste. Llegasteis a lo máximo y ahora te arrepientes…
-¿Qué? No. Más quisiera él. Nos peleamos porque no le dejo hacer nada.
-Pero si él me dijo que lo habíais hecho…

-… ¡SERÁ MAMÓN!  - Eitan empezó a reírse – Entonces me ha estado engañando… qué tío.
-Bueno, lo que importa es que te has dado cuenta y has rectificado.
-No… lo que importa es que me has perdonado. – Eitan me miró sonriente.
-Tú me has perdonado a mí, preciosa.
- No, al revés.
-Bueno, ¿ahora vamos a discutir por esto? – Nos reímos mucho, paramos y nos dimos un gran abrazo. Fue largo y cálido, nunca me he sentido tan bien con él.  Lo que más me gustaría saber es si le sigo gustando. Pero no creo. Fue hace mucho tiempo cuando me lo dijo. Solo espero no estar enamorándome ahora yo de él… sería un caos. Yo creo que sí que me gusta, un montón. Pero como soy muy cabezona, ¡nunca lo admitiré!
Volvimos donde se encontraban los demás para volver a ser una familia unida. Justo antes de llegar, le cogí las manos a Eitan, las tenía cálidas a pesar del frío, y le di un beso en la mejilla.
-Gracias, eres el mejor amigo del mundo.
Me sonrió dulcemente y llegamos abrazados al círculo donde estaban los demás. Todo el mundo aplaudía al vernos unidos de nuevo. Lo pasamos tan bien, que cuando llegué a mi casa rodeé este día en mi calendario como el mejor día del año.



Capítulo 16

Abrí el garaje para coger la tabla de surf, pero el mando murió. La pregunta es: ¿Y ahora qué hacemos? Como no, en mi casa nunca hay días normales. O se pierden llaves, o mueren mandos, o mi hermana se cae, o mi madre se queda encerrada en el baño… Hoy tocan los mandos muridos.
Llegaba tarde por culpa del mandito de los (piiiiiiiiii), pero, finalmente pude recuperar mi tabla, metiéndome por la única y minúscula ventana del garaje. ¡Como para sacar la tabla por ahí!
Menos mal que llegó mi padre con un mando con pilas nuevas y pudimos abrir la puerta. Si no me veo haciendo surf entre los trastos y juguetes viejos.
Sobre las 7 menos cuarto o así llegué a la playa. Eitan y Alex ya estaban en el mar, acompañados con una persona que no caía quién era. Me acerqué y dejé mis cosas en la arena junto a las de mis amigos, cuando noté que algo saboreaba mis pies. Una pequeña bolita blanca peluda me lamía los dedos de los pies. ¡No sé cómo no murió de intoxicación!
-¡Hola, preciosidad! – Lo cogí en brazos, (bueno, la cogí, porque me di cuenta de que era hembra) cuando un chaval se acercó.
-Hola – Llegó mojado y con una preciosa tabla de surf bajo su brazo. – Se le coge cariño pronto, ¿eh? Yo también me he enamorado de ella. Soy Guille.
-Pues sí, se le coge en seguida. Yo soy Robe. – Nos estrechamos la mano y solté a la bolita de pelo, que salió corriendo hacia su dueño nada más pisar la arena.
-¡Robe! ¡Por fin, tío! Creíamos que no vendrías. – Los mellizos venían corriendo también con sus tablas bajo el brazo. – Hemos conocido a Guille nada más llegar. Estuvimos hablando con él y se unió a nosotros para arrasar las olas.
-¡Guay! Pues, ¿a qué estamos esperando? ¡El mar nos espera!
[Los cuatro corrieron hacia el agua, haciendo una carrera a ver quién llegaba antes, pero la pequeña bolita de pelo los adelantó a todos. Cuando salió del agua, dejó de ser una bolita de pelo, y pasó a ser una fregona chorreando. Tras varias horas divirtiéndose, los chicos salieron del agua y se sentaron en la arena. A continuación empezaron a abrir bocadillos y refrescos para cenar. Se quitaron los trajes de neopreno y se quedaron en bañador  y camiseta. Aún el sol brillaba mucho, y hacía bastante calor.
]
-Bueno, y ¿de dónde eres, Guille? – Eitan fue el que comenzó con el interrogatorio.
-De Almería. Vine aquí para estudiar. ¡Maya, deja de lamer pies! – La pequeña perrita se había encariñado con los pies de Alex.
-Ohh… bien, bien. ¿Qué raza es? – Dije mientras la señalaba.        
-Samoyedo. Me la regalaron antes de irme. Sólo tiene 3 meses, pero ya está hecha una mujercita.
-Y ahora, ¿por dónde vives?
-Pues aquí al lado. Vengo todos los fines de semana a surfear. Ya os había visto antes por aquí.
-Pues es la primera vez que te veo. – Dije. -Me alegro de que vivas cerca, así podremos quedar para pasar la tarde aquí.
-Por cierto, Eitan, ¿llamaste a Rebeca? – Alex cambió de tema, haciendo que a Eitan se le quitara la sonrisa de la cara.
-Prefiero no hablar ahora de eso. Ya te contaré.
-Bueno, yo creo me voy a ir yendo ya. Maya tiene hambre, y se pone como una fiera si no le doy de comer. – Guille se levantó cogiendo sus cosas.
-Vale. ¡Nos vemos!
[Mientras Guille y Maya se alejaban, Alex, Robe y Eitan recogían las toallas y demás, y se fueron cada uno a su casa. Por el camino, Alex y Eitan hablaron de Rebeca. Eitan le contó todo con detalle, pero prefirieron hablar del tema otro día. Eitan no tenía ganas de deprimirse de nuevo, aunque en el fondo ya lo estaba superando.]




Capítulo 15

[En ese mismo momento, en otro lugar…]
-¿Quieres batido de chocolate o de vainilla?
-Mejor una coca-cola cero.
-No tenemos. En serio. ¿Chocolate o vainilla? – Silencio en toda la casa. Solo se oían los juegos de la Play. - ¡Alfreeeeeeeeeeeeed!
-¡Que me da igual, chiquilla! Mejor ven aquí y dame un beso. – Me acerqué sonriendo a él, dejándome caer sobre su regazo. En el sofá empezamos a besarnos. Fue maravilloso, aquel momento sabía dulce como un bombón, como el bombón que me estaba besando. De repente la mano de Alfred se deslizó bajo mi camiseta. Obviamente, le paré aquella pervertida.
- Ey… ¿qué pasa? No seas estrecha.
- No soy una estrecha. Solo que me molesta eso y ya está. Aún es pronto.
-¿Pronto? Vamos, mujer. ¡Que estamos en confianza!
- Que no. – me levanté ya un poco molesta. Alfred se levantó y me siguió hasta la cocina.
-Venga, mi amor, no pasa nada porque te toque un poquito ¿no?
-¡Si  es que un poco más y me desnudas en tres segundos!
-Hmm, no sabes lo que me gustaría. – me miró y ya no tenía esos ojos de niño bueno, sino con ojos ligones. Me sentí incómoda. En el fondo tenía miedo, porque no quería que al decirle que no, se enfadara conmigo. Pero tampoco quería llegar tan lejos. Alfred se acercó a mí, abrazándome y besándome el cuello, y en ese momento me sonó el móvil. ¡Uf! Salvada por la campana, aun que realmente me estaba gustando. ¡Que se le va a hacer si es un bombón!
-¡Uy! El móvil. – Lo cogí y sin mirar a la pantalla contesté- ¿Si?
- ¿Rebeca?
Cuando oí esa voz… se me encogió el corazón. Me quedé sorprendida, pero feliz.
-¿Eitan?
-¿¡Eitan!?, ¿qué hace ese llamándote? ¿No estabais enfadados? – dijo Alfred un poco mosca.
-¡Shh! – le respondí yo. Estaba tan atenta a lo que me decía Eitan, que no le hice caso a Alfred, y este cabreado me quitó el móvil y colgó. - ¡Qué haces!
- No deberías hablar con él, se portó mal contigo.
-¿Y si quería arreglarlo?
- ¿Comiéndote la cabeza de paranoias? No quiero que hables con él.
-¡Yo haré lo que quiera! ¡Ahora pensará que le odio y que no quiero arreglarlo por tu culpa! Es mi mejor amigo, ¡quieras o no! – salí corriendo a mi habitación cerrando la puerta con un portazo. Menos mal que no estaban mis padres. Al ratito me asomé por la escalera y lo vi cogiendo el móvil para hablar con Eitan y arreglarlo. ¡Qué mono es!, realmente me quiere de verdad…
[Alfred salió al jardín, donde Rebeca no podía escucharlo.]
-¿Si?
- Escucha cara bollo. Te lo diré clarito. A Rebeca ya no le importas un carajo ¿ok? Déjala en paz.
-¿Qué? ¿Quién eres?
-Su novio. Y si soy su novio será por algo, ¿no crees? Olvídala, no le molestes más.
-¿Por qué no me lo dice ella?
-Porque está tomándose la píldora del día de después, ¡capullo!

Me colgó, dejándome ahí, destrozado como una cucaracha. ¡Mierda! ¿Por qué ha caído? ¿No es lo suficiente lista como para no dejarse influir por los demás? Ojalá pudiera cargarme a Alfred. Pero no quiero meterme en problemas… ya es demasiado grande el que me ha caído encima: Enamorarme de ella.

[Alfred entró en la casa de nuevo, y vio a Rebeca sirviéndose un vaso de leche en la cocina]

-¿Qué hacías? – le pregunté enfadada.
-He llamado a Eitan… ¿lo has oído?
-No, ¿qué te ha dicho?
- Te juro que he intentado arreglarlo pero se ha mosqueado un montón por haberle colgado. Lo siento, solo pretendía ayudarte, cariño.
- No importa, si se ha mosqueado por eso y no ha querido escucharte es porque es un imbécil. Gracias, mi amor. – le besé suavemente. En el fondo me sentía fatal. Me encantaría volver atrás para evitar la discusión que nos separó. Pero si no cede… no hay nada que hacer.


Capítulo 14

La fiesta de Sara se acerca. Hoy, 17 de mayo, la playa está preciosa. Precisamente lo está cuando menos debe estarlo. Y digo esto no solo porque no estén mis amigos para disfrutarlo conmigo, sino por la que está a punto de caerme. Una chica viene corriendo hacia mí, gritando como en la misma selva, con los brazos abiertos y dejando dos o tres carajazos en el camino. Sencillamente, Verónica se acerca. ¡Tierra, trágame!
-¡¡Eitaaaaaaaaan!!- como siempre saludando con alegría rebosante. Lo que más me da coraje de ella es que siempre está fingiendo. Se nota que realmente es una chica muy repelente y que solo le importa ella misma.
-¡Hey! – le saludé con sorpresa, pero realmente preferiría decirle adiós en lugar de hola.
-¿Cómo estás, cielo?
- Bien, bien… - Mal, maaal…- Aquí dando un paseíto.
-Oh! Fantastic! – como no… El problema fue la pronunciación. Esa “t” me soltó un “pequeñísimo” salivajo, que juro que creía que empezaba a llover- ¿Por qué no paseamos un rato? Hace una tarde muy agradable.
- Bueno, yo me iba… pero vale. – Dios mío…  que según Vero sería: OMG! (Oh My God)- Oye Vero, no te pondrás demasiado guapa para la fiesta ¿no? No quiero que me dejes mal… -intenté ser amable con ella, aun que no debería.
- Oh, pero qué mono eres… Estarás a mi altura, tranquilo – Nos quedamos unos minutos en silencio, noté como me miraba de vez en cuando… incluso a veces intentaba cogerme la mano. En un momento determinado se paró.
- ¿Qué pasa? – paré y me acerqué a ella.
- Eitan, tengo que preguntarte una cosa…
- Claro, dime – estaba asustado… pero realmente es mona.
- Me gustaría que saliéramos en serio. Tú y yo juntos. – Ya no lo es tanto.
- Eh… bueno…
-¿Qué me dices? No puedes seguir yendo solo por la vida. Piénsatelo… ¿vale?
- Vale. – ¡Qué marrón! Ahora dile tú que no. Me dejará solo en la fiesta… y no quiero ir solo. Aguantaré hasta la fiesta, otra cosa…
- Ahora… sé bueno y tráeme un helado. – Qué cara más dura… Me quedé dudando unos segundos y va y me dice: - ¿O prefieres quedarte solo en la fiesta?- ¡¡De qué va!!
-Vale, vale, tranquila tigresa- Va a ser más duro de lo que pensaba… Niña creída…

Rondando las 9 de la tarde, llegué a mi casa un poco cansado. Allí encontré a Robe y Alex.
-¡¡Mira, Robe!! ¡El Barça tiene más títulos que el Real Madrid!
En ese momento, pasa mi madre por el pasillo.
-Anda, Alex, deja ya la Play.
Cerré la puerta, dejé la chaqueta sobre el sofá. Pasé por delante de Alex y Robe para tirarme en él, y creo que ni se dieron cuenta.
-¡¡Quita tu enorme culo de mi partido!! – dijo Alex. En efecto, se dieron cuenta…
-¿Tu partido? Voy a ganar yo, que te quede claro.
-¡En tus sueños! El Barça gana siempre, ¿verdad Eitan?
- Ni de coña. De todas formas… no me importa.
-Oh, oooh… alguien está de mal humor hoy.
Cogí el cojín y me lo puse en la cara apretándolo con todas mis fuerzas. Después dije:
-Solo quiero que todo cambie… incluido yo.
-¿Qué? A ver, ¿qué te pasa? Vamos a hablar un rato, lo que necesites para cambiar esa cara. – Robe apagó la Play, lo que hizo que mi hermano muriese de un infarto. No, en realidad solo se quedó con el mando en las manos mirando a la pantalla con la boca abierta. Seguidamente se sentó a mi lado preparado para escuchar.
- He estado con Verónica en la playa, me ha pedido salir y después, antes de marcharse, me besó.
- Ajá… y ¿dónde está el problema? – Alex hizo esa estúpida pregunta. Me levanté de un golpe y me dispuse a decirle de todo.
- ¿El problema?, pues que es una niña estúpida que finge que me quiere y que pretende convertirme en su perro faldero. Me ha amenazado con dejarme solo en la fiesta… y me han faltado milésimas de segundo para mandarla  a la mierda.
- Y si tan mal te cae… ¿por qué no lo hiciste?
- Porque no quiero ir solito…. – me volví a sentar con la cabeza apoyada en mis rodillas y me quedé pescando en la nada.
- Bueno… y ¿cuándo piensas decirnos lo que te pasa realmente? – me sorprendí ante esa pregunta, sobre todo viniendo de mi hermano.
- ¿A qué te refieres?
- Venga Eitan, está claro que Vero no es lo que te preocupa. Te conocemos, y eres un chico seguro de sus decisiones. Esta situación no te supone ninguna rayaera de cabeza. Sabes que tienes que aguantarla hasta la fiesta y después darle plantón. Así aprenderá cómo tratar a los demás.
-Es verdad… pero es que hoy estoy un poco deprimido. Sin razón.
-Ya…ya… Cuéntamelo un lunes, y a lo mejor te creo. – Dijo Alex. Me miraban esperando una respuesta. Y me derrumbé.
-¡¡Echo de menos a Rebeca!! – Fingí llorar como un niño, aunque por dentro sí que me sentía así. – No hay momento en el día en el que no la recuerde. Siempre tengo su imagen en mi cabeza. Lo que quiero es que todo se arregle y volver a abrazarla.
-Cursi. Tienes que ser fuerte. Si te derrumbas y le pides perdón, al final ganará ella. ¡Y no! ¡Se equivocó ella, no tú! – Robe parecía estar realmente enfadado, pero sabía que exageraba.
-¡Espabila! ¡Si no, ella te dominará como el macho de la manada!
-Bueno, esperemos que no sea el macho. Si no, Eitan se ha vuelto gay.
-Chicos… - Ya estaba un poco cansado de sus bromas y empecé a ponerme serio. Alex se levantó y dijo señalándome:
-Lo que tú necesitas… es una buena tarde de surf. Pasártelo bien con tus amigos y olvidarte de este malentendido, ¿ok? –Asentí con la cabeza. Ya me sentía un poco mejor. Supongo que tenía muchas ganas de ir a surfear. Sí, es lo que necesito.

domingo, 17 de abril de 2011

Capítulo 13

Uff. Allá voy. Vamos, campeón.
Recorría el pasillo, con mi presa divisada, mentalizándome y animándome por dentro. Lo vas a conseguir, me decía. A veces se cruzaba alguien por delante mía, y tenía que alzar la vista para buscar a Tami de nuevo. Otras veces, después de que alguien pasara por delante, desaparecía, y me asustaba, pero la volvía a divisar. Ya era hora de que empezara a andar, ¿no? Me había quedado en medio del pasillo mirando como hablaba con sus amigas… ¡Pobre de mí si me dice que no!

-¡Hola, Tami! – Solté un gallo que hizo que las chicas se rieran por lo bajo, dándose la vuelta para dejarnos solos. ¡Ya empiezo a liarla! ¡¡Si solo he dicho “hola”!!

-Hola  - Me miraba con esos ojillos marrones, riéndose, timidilla.

-Bueno, yo… - vi que empezaba a quedarme en blanco, como me imaginaba. Así que decidí no parecer el pringao que sabía que empezaba a parecer. – Mira. Sinceramente, ayer estuve todo el día comiéndome el coco para preguntarte una cosa. ¿Quieres venir a la fiesta conmigo? - ¡¡Ese es!! ¡¡Ave, César, que diga, Alex!!

-La verdad… es que sí.

No respondí. Me quedé con los ojos como platos, la boca cerrada con los labios apretados, y las cejas muy levantadas. Vamos, que me quedé de piedra.

-¿Alex? – Volvió a preguntar al ver mi cara de “en las nubes”.

-¡¡¡Sí, sí!!! Ehhh… - Me aclaré la garganta para parecer más guay – Sí, sí. Estaba... creí que alguien me llamaba. – Pero estaba tan feliz que no podía parar se sonreír por muy serio que quisiese parecer.

Ella sonrió, también. Estuvimos luego hablando un poco, aunque en verdad no me enteré de nada más después de su respuesta. Wow… ¡¡ha sido más fácil de lo que creía!!


[Mientras tanto... dos pasillos más adelante....]

-JA,JA,JA,JA ¡Qué gracia me hace!- En realidad, hablaba solo. Estaba en el servicio. - Robe irá con Ana, Alex seguro que va con Tami porque sé que le dirá que sí, Rebeca con su querido Alfred… ¡¡y yo, solo!! Tengo que hacer algo ya. Casi me da igual quien sea, pero…-¡Ya sé! ¡Verónica!

Vero es una chica que, desde siempre, ha querido ser mi novia. Es la mejor tía de todo el curso, y todos me regañan por no salir con ella. Es guapa, está buena… pero es odiosa. De todas formas, estoy seguro de que querrá venir conmigo a la fiesta, porque, siempre que hay una, es la primera que me lo pregunta, o espera hasta el último momento (ya que encuentra al que quiere y cuando quiere) por si se lo pido yo. Ya que no me queda otra salida, se lo preguntaré.

-¡¡¡¡¡Eitan!!!!! ¡¡Hola, cariño!! ¿Cómo estás? – Ya vino felizmente dándome un abrazo.

-Ehh, bien, bien. Bueno, seguro que ya sabes lo que voy a preguntarte.

-Pues me los compré en la tienda que hay en la calle de enfrente de la parada de autobús. Son preciosos, ¿a que sí? – Dijo señalando sus zapatos. Enormes tacones de aguja negros con lentejuelas.

-Sí, preciosos. Pero no era eso lo que quería preguntarte.

-Ahh. Algo más importante que unos zapatos… tiene que ser muy importante. Dime.

-Yo supongo… que no tendrás con quién ir a la fiesta de Sara…

-¡¡¡¡¡AAAAAAAH!!!!! ¡¡¡¡¡¡¡¡¡Síiiii!!!!!!!!! – Se me abalanzó, rodeándome con los brazos.

Sabía yo que me diría que sí…


[Más tarde... llegando la hora del recreo, Ana y Rebeca hablanban del mismo tema que ya había siado hablado varias veces en la misma mañana. ]

-Entonces, ¿a las 5?

-Vale, pero no llames.

-Ahh, tus padres duermen, ¿no?

-No, es que el telefonillo ha muerto.

-Ish, vale. Bueno, al final, ¿con quién vas a la fiesta?

-Pues, ayer me lo pidió Robe.

-Oooohhhh…. No sabía que Robe estaba detrás tuya… - Insinué lo que Ana odia que insinúe.

-Me lo pidió porque estaba desesperado, ya que nadie quería ir con él. Así que solo vamos de amigos.

Estallé a carcajadas en medio del pasillo, mientras Ana se alejaba para que nadie creyese que me conoce. La loca de Rebeca. Ja, ja.

-¿Y tú qué? ¿Vas con Alfred?

-Pues no sé. No hablo con él desde ayer por la mañana.

Justo entonces, unas manos me taparon los ojos desde detrás. Al principio me asusté, pero al oír la voz supe quien era y me di la vuelta para besarle.

-Hola, hermosa. Siento no haberte llamado ayer, es que mi padre me quitó el móvil.

-Tranquilo. Esperaba verte hoy, quiero hacerte una pregunta.

-¿qué pregunta?

-¿Con quién vas a la fiesta de Sara? – Bajó la cabeza, y cuando subió de nuevo la mirada, vi que estaba riendo.

-Qué preguntas haces. ¿Tú que crees? No quiero ir con nadie si no es contigo.

Sonreí como una niña a la que le han dado una piruleta.

-Mmmm… Ir contigo… A una fiesta… No hay mejor idea.

Después de un largo beso, una mano tiró de la espalda de Alfred, invitándole a entrar en su clase. Su profesor subía por la escalera. La despedida, “despedida entre hora y hora”, pareció ser a cámara lenta. Él me miraba, sonreía, y me lanzaba un beso. Yo le miraba, sonreía, y sonreía.