sábado, 23 de abril de 2011

Capítulo 20

-Amanda, ya está la comida preparada.
[Juan esperaba sentado en la cocina mientras jugaba con una servilleta. En ese momento, su móvil empezó a sonar. Se trataba de una compañera de trabajo, Silvia. Juan se preocupó, pero aún así, respondió. Tuvieron una corta conversación, pero esta le cambiaría los planes. Silvia le comunicó a su compañero la decisión de su jefe. Para mediados de septiembre, él y su familia tendrán que mudarse a Madrid si no quiere perder su empleo.]

“Parecen tener hambre, pondré ya las pizzas”
La fiesta va fenomenal. Todos nos lo estamos pasando en grande. La mayoría ya nos hemos puesto nuestros pijamas, aunque un pijama para los chicos sea calzonas y camiseta.
Mientras Guille y yo preparábamos la cena, Rebeca se encargaba de la música, además de vigilar que los tres mosqueteros no hagan ninguna de las suyas.
Hasta entonces, habíamos jugado al Singstar, al Twister, al Trivial y a muchos juegos de gestos como el Kia. Bailamos y reímos sin parar. Es el mejor cumpleaños de mi vida.
Una vez lista la cena, todos se sentaron en la mesa y alguien llamó al timbre. Ya que nadie tenía intención de abrir, fui yo. Allí se encontraba Verónica, algo que me sorprendió mucho.
-Buenas noches, Ana – Dijo con una enorme sonrisa. - ¡por cierto, Felicidades! ¿Está Eitan por ahí? – Vi que escondía algo tras su espalda, pero no conseguí ver qué era.
-Claro – Dije. Llamé a Eitan, quien se asomó a la puerta en calzonas y sin parar de bailar. Parecía que se había pasado con las copas.
-¿Verónica? – Paró de bailar. En ese instante, Verónica dejó ver lo que tenía a su espalda: Una tarta de nata que acabó en la cara de Eitan.
-¡¡¡Así aprenderás que a mí nadie me deja plantada!!! – Se giró con todo su orgullo y se marchó. Allí quedó Eitan, en la puerta, todo manchado de tarta, y sin creerse lo ocurrido, se dio la vuelta aún con la boca abierta. Entonces empezamos a reírnos en su cara. Yo, que estaba a su lado, le pasé el dedo por la cara y probé aquella tarta. Estaba realmente buena.
-¡Mmm, riquísima! – Eitan pasó su lengua por encima de su labio superior.
-…Es verdad. ¡Está exquisita! – Los demás, sin pensarlo dos veces, se abalanzaron sobre él para comer tarta de su cara. Cuando quedó más o menos “limpio”, solo le faltaba la punta de la nariz, y Rebeca se la limpió de un beso. Algo que enrojeció a Eitan.
El resto de la noche jugamos a las cartas, vimos una peli mientras comíamos palomitas y chuches (y los bombones de Robe), incluso jugamos a la botella, donde añadimos, para más diversión, pruebas difíciles y verdades íntimas. Llegaron las 6 de la mañana y aún no habíamos dormido nada, fue entonces cuando empezamos a caer mientras charlábamos. Por tanto cada uno se durmió en la posición en la que se encontraba.
[Eitan estaba a un lado, verticalmente, con sus brazos apoyando su cabeza, boca arriba. Como si estuviera tomando el sol. A su lado, Rebeca dormía mirando hacia la pared, con los brazos y piernas encogidas y la cabeza apoyada en el codo de Eitan. Robe dormía a los pies de Rebeca horizontalmente. De hecho, se agarraba a ellos. Apoyado en su barriga, dormía Guille, de forma vertical. Al otro lado de Eitan, de forma horizontal, dormía Ana, mirando hacia el techo. Y, por último, a su lado, estaba Alex, mirando hacia ella con la mano bajo su cabeza.]

Llegaron las 11 y media, y me desperté. Enfrente de mí dormía Ana, como una niña. En su dulce rostro se dibujaba una débil sonrisa. Me entraron ganas de acurrucarme junto a ella. Finalmente, lo hice.

Una débil luz me despertó. Pero no quise abrir los ojos, y permanecí casi dormida. Fue entonces cuando quise cambiar de postura, y me giré. Lo único que encontré fue a Eitan. Como quería seguir durmiendo, me abracé a él imaginándome que era mi almohada. Era mejor que mi almohada.

Abrí de repente los ojos. No me coscaba de dónde estaba. Me di cuenta de que mi cabeza subía y bajaba, y recordé que dormía en la barriga de Robe. Necesitaba ir al baño, así que me levanté e inspeccioné la casa buscándolo.

Empezó a sonar el despertador de mi móvil. Mentira, porque vibraba. Pero yo lo escuchaba. Intenté incorporarme, pero una mano me lo impedía. Alex estaba abrazado a mí. Sonreí y le di un beso en la mejilla. Entonces me di cuenta de que él también sonrió.
-¿Alex? – Le susurré.
-Hola. J  - Sonreímos de nuevo. Ambos nos levantamos para preparar el desayuno. Mientras íbamos de acá para allá preparando bocadillos, Alex se comió una silla. Menos mal que se cayó la silla, y no él.
-¡¡AAAAGGHH!! – Un grito del salón nos hizo saltar. Nos asomamos y vimos a Robe sentado en el suelo, acojonado. Guille vino corriendo del cuarto de baño.
-¡¡¡¡QUÉ PASA!!!! – Alex y yo empezamos a descojonarnos. Se nos saltaban las lágrimas.
-Tranquilo, Robe. No pasa nada. Solo que Alex  ha tirado una silla.
-Ahh, uff. Vale. – Robe se incorporó, y se puso junto a Eitan y Rebeca, mirándolos.
-Mira estos dos, que están tan abrazaditos que se incendia la casa y no se inmutan.
-Te he escuchado, cabrón. – Robe pegó un salto cuando oyó a Eitan responderle.
-Bueno, despierta ya a la lirona esta y nos vamos a desayunar al jardín. – Dijo Alex.
Todos salieron afuera, menos Eitan, que se quedó despertando a Rebeca.

-Despierta, lirona. – Dije suavemente mientras le ponía un mechón de pelo detrás de la oreja. Lo único que hacía era ruidos típicos de: “Mmm… cinco minutitos más…” – Vamos, que están todos esperándonos fuera.  – Le di un beso en la frente y entonces me agarró por el cuello y me tiró al otro lado del colchón. Se puso a cuatro patas encima mía, agarrándome los brazos. Cuando pensaba que me iba a hacer algo malo…
-Vale. – Dijo sonriéndome. Salió corriendo hacia el jardín. Yo le seguí y me uní a los demás para desayunar.

[Sobre las 12 y media llegaron los padres de Ana, y lo encontraron todo recogido. Una vez más consiguieron entre todos recoger, en media hora, todo lo que había desordenado.]
 Cada uno nos marchamos a nuestras respectivas casas. Me despedí de Ana con un gran beso en la mejilla y me marché en busca de mi dulce hogar, donde podría dormir horas y horas más. Cuando crucé la puerta de la casa de Ana, me llamó.
-¡¡Guille, espera!! – se abalanzó sobre mí dándome un enorme abrazo mientras me decía: - Gracias por tu regalo. Ha sido alucinante.
- ¡De nada! – le sonreí por última vez, y me marché para coger el bus de las una de la tarde.

2 comentarios:

  1. Por qué será que todas adoramos a Eitan?¿
    Me sigue encantando... ES FENOMENAL!!!!
    NECESITO MÁSSSSS...xDD.

    Besos!!

    Cali

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  2. (Ana) nos alegra que te guste! :) tranquila que tendras mas porque lo interesante sigue sin terminar... jaja besos!

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