jueves, 21 de abril de 2011

Capítulo 15

[En ese mismo momento, en otro lugar…]
-¿Quieres batido de chocolate o de vainilla?
-Mejor una coca-cola cero.
-No tenemos. En serio. ¿Chocolate o vainilla? – Silencio en toda la casa. Solo se oían los juegos de la Play. - ¡Alfreeeeeeeeeeeeed!
-¡Que me da igual, chiquilla! Mejor ven aquí y dame un beso. – Me acerqué sonriendo a él, dejándome caer sobre su regazo. En el sofá empezamos a besarnos. Fue maravilloso, aquel momento sabía dulce como un bombón, como el bombón que me estaba besando. De repente la mano de Alfred se deslizó bajo mi camiseta. Obviamente, le paré aquella pervertida.
- Ey… ¿qué pasa? No seas estrecha.
- No soy una estrecha. Solo que me molesta eso y ya está. Aún es pronto.
-¿Pronto? Vamos, mujer. ¡Que estamos en confianza!
- Que no. – me levanté ya un poco molesta. Alfred se levantó y me siguió hasta la cocina.
-Venga, mi amor, no pasa nada porque te toque un poquito ¿no?
-¡Si  es que un poco más y me desnudas en tres segundos!
-Hmm, no sabes lo que me gustaría. – me miró y ya no tenía esos ojos de niño bueno, sino con ojos ligones. Me sentí incómoda. En el fondo tenía miedo, porque no quería que al decirle que no, se enfadara conmigo. Pero tampoco quería llegar tan lejos. Alfred se acercó a mí, abrazándome y besándome el cuello, y en ese momento me sonó el móvil. ¡Uf! Salvada por la campana, aun que realmente me estaba gustando. ¡Que se le va a hacer si es un bombón!
-¡Uy! El móvil. – Lo cogí y sin mirar a la pantalla contesté- ¿Si?
- ¿Rebeca?
Cuando oí esa voz… se me encogió el corazón. Me quedé sorprendida, pero feliz.
-¿Eitan?
-¿¡Eitan!?, ¿qué hace ese llamándote? ¿No estabais enfadados? – dijo Alfred un poco mosca.
-¡Shh! – le respondí yo. Estaba tan atenta a lo que me decía Eitan, que no le hice caso a Alfred, y este cabreado me quitó el móvil y colgó. - ¡Qué haces!
- No deberías hablar con él, se portó mal contigo.
-¿Y si quería arreglarlo?
- ¿Comiéndote la cabeza de paranoias? No quiero que hables con él.
-¡Yo haré lo que quiera! ¡Ahora pensará que le odio y que no quiero arreglarlo por tu culpa! Es mi mejor amigo, ¡quieras o no! – salí corriendo a mi habitación cerrando la puerta con un portazo. Menos mal que no estaban mis padres. Al ratito me asomé por la escalera y lo vi cogiendo el móvil para hablar con Eitan y arreglarlo. ¡Qué mono es!, realmente me quiere de verdad…
[Alfred salió al jardín, donde Rebeca no podía escucharlo.]
-¿Si?
- Escucha cara bollo. Te lo diré clarito. A Rebeca ya no le importas un carajo ¿ok? Déjala en paz.
-¿Qué? ¿Quién eres?
-Su novio. Y si soy su novio será por algo, ¿no crees? Olvídala, no le molestes más.
-¿Por qué no me lo dice ella?
-Porque está tomándose la píldora del día de después, ¡capullo!

Me colgó, dejándome ahí, destrozado como una cucaracha. ¡Mierda! ¿Por qué ha caído? ¿No es lo suficiente lista como para no dejarse influir por los demás? Ojalá pudiera cargarme a Alfred. Pero no quiero meterme en problemas… ya es demasiado grande el que me ha caído encima: Enamorarme de ella.

[Alfred entró en la casa de nuevo, y vio a Rebeca sirviéndose un vaso de leche en la cocina]

-¿Qué hacías? – le pregunté enfadada.
-He llamado a Eitan… ¿lo has oído?
-No, ¿qué te ha dicho?
- Te juro que he intentado arreglarlo pero se ha mosqueado un montón por haberle colgado. Lo siento, solo pretendía ayudarte, cariño.
- No importa, si se ha mosqueado por eso y no ha querido escucharte es porque es un imbécil. Gracias, mi amor. – le besé suavemente. En el fondo me sentía fatal. Me encantaría volver atrás para evitar la discusión que nos separó. Pero si no cede… no hay nada que hacer.


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