viernes, 30 de septiembre de 2011

:)

¡Hola! Hacemos una mini-entrada para agradeceros todo lo que estais haciendo. No podemos comentar en las entradas por un problema que hay con el blog, no sabemos qué es lo que pasa. Así que os daremos las gracias desde aquí por vuestro apoyo, por comentar... Son muchos ánimos los vuestros :D Pues eso, deciros que os animamos a que sigais leyendo porque nosotras pensamos que lo mejor de esta historia está en el final. ¡Gracias de nuevo! :D

sábado, 24 de septiembre de 2011

Capítulo 47

Me encontraba tumbada en la hamaca del jardín. Hacía un día genial. Ni frío ni calor. Sin un fuerte viento, pero con una suave brisa. La mayor parte del cielo estaba tapada por las ramas de los inmensos árboles que habitaban en nuestro jardín. Algunos pájaros revoloteaban entre las ramas. Otros se posaban en el suelo en busca de comida. Sobre mí, las piñas de los árboles parecían a punto de caer, pero estaban bien agarradas. De fondo se escuchaba el ulular de una lechuza, que, de repente, cruzó el cielo, dejándome ver su belleza.
Los aspersores se habían activado. Por suerte, no el que estaba a dos metros de la hamaca. El agua pasaba cerca de mí, pero no llegaba a mojarme. Giré la cabeza. Miraba cómo el agua salía del aspersor a tanta presión, y el césped quedaba brillante. Ya le hacía falta un corte, pero cuando se mojaba, estaba precioso aunque estuviera largo. Parecía la típica hierba de los prados: verde y brillante por la luz del sol y la lluvia que le acababa de caer. Del rosal que se situaba a un lado del jardín, caían gotas de transparente agua. Los rayos del sol hacían que todas las plantas estuviesen preciosas después del agua que les caía.

De buenas a primeras, me entró mucho calor. En ese momento tenía ganas de tumbarme bajo ese aspersor. No me lo pensé dos veces: me bajé de la hamaca y me tiré en el césped, uno o dos metros cerca del aspersor, dejando que cada pocos segundos cayera agua sobre mi cuerpo. No estaba helada, sino con una temperatura perfecta.

 
-Te vas a resfriar cuando salgas de ahí. Aunque no lo parezca, aún estamos en invierno.

Una figura estaba frente a mí, a una distancia específica como para que el agua no le alcanzara. El sol, a su espalda, hacía que no pudiese distinguir bien de quién se trataba, y tardé un segundo de más en averiguarlo.

 
-Lo tuve en cuenta, pero hacía mucho tiempo que no me sentía tan bien como ahora.

Robe se acercó y se tumbó a mi lado. Después de un suspiro placentero, continuó hablando.

 
-Tienes razón. Aquí se está genial... - Giró su cara hacia mí. Gotas y gotas resbalaban por su frente, terminando su circuito al llegar a su nariz, desde donde caían al césped.
 
-Robe... Deberíamos hablar. - Se quedó mirándome, callado. No estaba serio, pero tampoco sonreía. Su rostro mostraba una expresión neutra.

Se incorporó lo suficiente como para inclinarse sobre mí y situarse a escasos centímetros de mi húmeda cara. Sus ojos verdes me miraban con una profunda mirada. Poco a poco, descendió, hasta besarme. Un suave beso nos hizo despertar del mundo de dudas, preocupaciones y vergüenza.

Se separó, pero solo como para dejar que corriera un poco de aire entre sus labios y los míos.

 
-Yo creo que no hay mucho de qué hablar... –Al oír esa respuesta,  le sonreí y volví a besarle.

 
Allí, bajo ese aspersor y sobre esa verde hierba, recibí el beso más bonito que había recibido nunca, del chico que más había y he querido nunca. Del que más quiero.




Pensando en todas las locuras que había hecho en mi vida… Uno de esos días en los que te da por reflexionar. Odio ese tipo de días. Me rayo mucho la cabeza por gilipolleces sin importancia. Recuerdo aquella vez en la que mentí a mi madre para ir a mi primer botellón en la playa. Me había invitado Laura, que entonces era mi chica. Tenía tan solo 14 años y ya había perdido la virginidad. Mi hermano se negó a ir. No paraba de decirme que solo había peleas y borrachos. Como un estúpido, no le hice caso. Y por ese error, me pegaron mi primera paliza en condiciones. Después de aquello pensé en hacer caso a los que me rodean. Pero no fue así. Volvía escaparme de mi casa el año siguiente para ir a una fiesta que celebraba la chica más buenorra de todo el instituto. Me emborraché como nunca lo había hecho y nada más llegar a mi casa, vomité. Me llevé dos días de cama. Como bien decía mi madre, había maltratado mi cuerpo en una sola noche. Decidí no volver a hacerlo. Algo que tampoco cumplí. Poco a poco iba acostumbrándome a temas así. Y terminé convirtiéndome en un gamberro, como dice mi abuela. En el fondo me arrepiento, y sé que no está bien. Pero tampoco tengo muchos motivos para hacer lo correcto… Al fin y al cabo, mi vida sigue siendo la misma mierda.




Entré a por dos batidos y unas cañitas. Estaba totalmente solo en la cocina, y empecé a tararear una canción. Mientras vertía el dulce líquido con sabor a chocolate en dos vasos, oí las vibraciones de un móvil cerca de mí. Se trataba del móvil de Rebeca, estaba sobre la encimera, y casi a punto de caerse al suelo. Mi acto reflejo lo cogió, evitando su caída. En la pantalla se indicaba un mensaje.

-¡Bec! ¡Tienes un mensaje!

-¿De quién? – gritó desde el segundo piso. Volví a mirar, pero se puso el salvapantallas.

-De… - lo desbloqueé. Miré de nuevo el aviso de mensaje. No ponía ningún nombre, así que pulsé la pantalla táctil abriendo así el mensaje –… Guille… - Solo había escrita una frase. – “Tú también me gustas mucho” – Oh, dios mío, pensé. Se me cortó la respiración. Había encontrado una prueba a mi sospecha. Oí como bajaba las escaleras la propietaria del móvil que sujetaba. Lo dejé sobre la mesa, y salí de la cocina, casi a la misma vez que ella entraba. 

-Era Guille. – una falsa sonrisa, y conseguí llegar al salón. Salió de la cocina, ella con el móvil entre las manos, una estúpida sonrisa y escribiendo a toda velocidad la respuesta, que después miraría en los mensajes enviados.

-Bueno, vamos al porche a tomarnos esos ricos batidos ¿no? – dijo contenta e inocente. Intenta engañarme con su cara de niña, pero no caeré. Aunque deseaba con todo corazón que me estuviera equivocando, tenía que averiguar de una vez por todas lo que estaba pasando entre mi mejor amigo y mi novia.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Capítulo 46

Con mi viejo skate bajo mis pies, recorría una calle desconocida para mí, con una dirección anotada en mi mano derecha con bolígrafo azul. Un bolígrafo que me falló justo después de escribirla. Se quedó sin tinta, y me quedé sin ninguno para el examen de esta mañana.
Por fin encontré su casa. La número 32. Una casa alta, pero estrecha. Con un ancho balcón en el segundo piso, y de color anaranjado. Llamé al telefonillo gris que se encontraba al lado del bonito buzón hecho a mano en una losa.

-¿Quién es? – preguntó una voz con efecto mecánico de la máquina.

-Soy Guillermo. ¿Está Luis? – silencio…

-…Sí, pasa.

Abrí la pequeña cancela. El césped que rodeaba la casa estaba demasiado alto para recibir a un invitado. Tenía aspecto de un jardín mal cuidado. En cambio, las rosas que rodeaban el porche estaban enormes y esbeltas. Sus colores resaltaban en todo el exterior de la casa. Las hiedras trepaban felices por la gran ventana que supuse que daba al salón. A la madre de mi compañero le debían gustar las flores.
Me recibió en la puerta una mujer bajita, con zapatillas de casa y pelo recogido con una pinza. Parecía una mujer agradable por su larga sonrisa.

-Hola, pasa. Mi hijo está arriba esperándote. Sube, es tu casa. – dijo de nuevo con aquella sonrisa que empezaba a darme un poco de miedo.

Accedí a la propuesta, y subí las estrechas escaleras que se encontraban justo frente a la entrada. En el pasillo, mil cuadros distintos colgaban de la pared. Niños pequeños, padres jóvenes. Cómo echaba de menos a mi familia y aquellos momentos de unión. La primera puerta a la derecha se encontraba cerrada. Preferí no abrirla. Seguí adelante y la siguiente puerta estaba a la izquierda, de donde salía música de Katy Perry. Por un momento pensé que podría tratarse de Luis, pero sinceramente, aun por su apariencia, no me lo imaginaba bailando California Girls. Al menos quise no imaginarlo. Mi duda se desvaneció cuando oí una voz cantar la canción. Era voz de chica. Me quedé pensando: ¿No tenía solo hermanos? , cuando de repente apareció de la siguiente habitación que me quedaba por mirar.

-¡Hola!, ¿qué tal? Gracias por venir – me dejó pasar a su habitación. Era una habitación como otra cualquiera. La cama al lado de la ventana, el armario a la derecha de ésta. Un mesa para estudiar, con estanterías llenas de libros y pequeñeces sin sentido. Una habitación de lo más normal, era de esperar. Hubo algo que me sorprendió. A los pies de su cama había una mesita. Sobre ella estaban ordenadas por colores cápsulas de Nespresso. Las observé sorprendido, y Luis se dio cuenta de ello.

-Las colecciono. Mis padres toman mucho café de ese y me quedo con las cápsulas.

-Pero… ¿por qué? – dije medio riéndome, pero sin pasarme, para no molestarle.

-Porque con ellas se pueden hacer muchas esculturas en miniatura y manualidades. Son perfectas para sacar de dentro tu creatividad, y crear cosas chulas.

-Vaya, qué guay. – Un chico listo e imaginativo. – Qué bien pensado.

-Realmente, no fue idea mía. – bajó la mirada hacia el suelo y se giró. Apoyado sobre la mesa intentó explicarme. – Yo… soy gay. – Como si no se viera desde fuera – Y siempre se reían de mí por mi amor a las bellas artes y mi orientación sexual. Siempre han pensado que hay una relación entre ambas cosas.

-Qué estupidez – dije un tanto indignado.

-Así que muchas veces colecciono tapones de corcho de vinos, capsulas, conchas… etc, para hacer un nuevo arte. Mi arte. – suspiró y sonrió – Estoy muy orgulloso de ser como soy, y me gusta demostrar lo que mejor sé hacer. A parte de otras cosas… - una carcajada demasiado fuerte me sobresaltó. Estaba insinuando algo que no me parecía gracioso, pero le seguí el rollo. En su momento le dejaré claro cuáles son mis gustos.

Durante la tarde, hice fotos a sus nuevas mini-esculturas. Lo planteamos con fondos distintos y quedó bastante bien. Lo quería presentar a su profesor como trabajo de creación.

Una vez habíamos acabado, me quiso invitar a algo para beber. Bajamos a la cocina y me cogí un simple biofruta. Subimos de nuevo, a hablar sobre el trabajo realizado.

Entre foto y foto le iba comentando el porqué del enfoque, y las distintas expectativas. Daba buche a buche y me reía por las expresiones que usaba Luis.

Ya tenía que marcharme, y salimos al pasillo. Me lanzó alguna que otra indirecta, pero me hice el tonto. Cruzando el pasillo, salió de golpe una chica de la habitación de Katy Perry, que ahora resultaba ser Despistados. Nos dimos un pequeño golpe hombro a hombro, y me disculpé inmediatamente.

-Oh, no pasa nada – dijo riéndose, con el pelo alocado de tanto bailar. Nos miramos y sonreímos. Bajábamos la mirada y nos volvíamos a mirar. Era una chica muy guapa y simpática. – Me llamo Mónica. – Mónica, un nombre dulce y tranquilo.

-Yo soy Guillermo, pero llámame Guille mejor. – sonrió suavemente. Era joven, pero no mucho más de dos años por debajo de mí. Pelo negro ondulado y voluminoso. Bastante linda.

-Esta es mi hermana. El año que viene empieza en la Universidad de Marketing y Publicidad.

No hubo mucho tiempo para charlar, pues el autobús me esperaba. Y no podía perderlo. Salí corriendo calle abajo pensando en el bonito encuentro que había tenido. Mónica… esperaba volver a verla. Me había divertido hablando con ella, y me sentía a gusto, a pesar de no conocerla de más de 12 minutillos.

Al llegar a casa, todos estaban sentados en el sofá. Me esperaban.

-¿Dónde estabas? - Preguntó Alex. No me acordé de que esa noche habíamos quedado para ver una película que se acababa de poner en venta.

-En casa de un amigo.

-¿Del gay? - Me quedé perplejo. ¿Cómo lo sabían? - Jajaja, te vi el otro día caminando por la calle con él. Al salir de la universidad. Pasé con el coche y te vi.- Eitan, muy observador.

-¿Y de qué le conoces?

-Estaba en nuestro instituto. Este año vino aquí.

-Ahh...

-Guille. - Eitan se puso serio. - Ese tío se enamoró de Alex hace unos años. Ten cuidado, porque las cosas se las toma en serio y es muy fantasioso.

-¡Anda hombre! No se va a enamorar de mí. -Después de aquella breve conversación, me senté junto a ellos. Parte de la película estuve pensando, pues no me imaginaba a Luis enamorado de mí. Tenía esa idea en la cabeza desde el principio, pero mis amigos me comieron el coco y empecé a pensar en las expresiones que utilizaba, como "cielo". Y después pensé en la forma en que me miraba. ¡Pero no! No podía ser. Ya me encargaría yo de que no fuese así.

martes, 13 de septiembre de 2011

Capítulo 45



 
Más o menos una semana después, Eitan y yo fuimos a un pub. Después de charlar con mucha gente, reírnos e incluso bailar… no hubo suerte. Tres chicas me dieron su número, y me llamaron para volver a vernos. De hecho quedé con dos de ellas. Pero no terminé convencido. Una era muy creída, y la otra era súper tímida. 


Ahora ando por los blancos pasillos de la universidad de arte, pensando en todo aquello que me hace dudar. Creo que el problema no está en ellas, sino en mí.

Saliendo del baño, me choqué accidentalmente con un chico de mi edad. Se le cayeron las gafas, y yo se las recogí.

-Lo siento mucho, tío. No te he visto – Dije mientras se las entregaba. Parecía nervioso y algo asustado. Me dio la impresión de que se trataba del típico chico de instituto marginado. Pero mi parecer cambió por completo al oírle hablar.

-No pasa nada. Ha sido solo un accidente, cielo. 

Estaba seguro de que o era gay, o un chico muy afeminado.
Casualmente su próxima clase estaba frente a mi aula, así que le acompañé gustosamente mientras me hablaba y hablaba de su vida.

Tenía más charla que mi abuela. Era obvio que me equivoqué con mi primera visión de él. A pesar de sus empalagosas palabras, nos caímos muy bien. Era la primera vez que conocía a un chico así, y no pensaba despreciarlo solo por la apariencia. 

Su nombre era Luis, Luis Rodríguez. Estaba haciendo magisterio de bellas artes, lo que sería la asignatura de plástica. Vivía con sus hermanos en una residencia de estudiantes de Valencia. 

Cada uno tuvo que marcharse a sus respectivas clases y la conversación acabó ahí. Yo solo pude decirle que vivía con 4 de mis amigos en un apartamento alquilado y que estaba estudiando fotografía.

Seguramente volveríamos a retomarla en cuanto volviésemos a coincidir. Sin conocerlo de mucho más que de cinco minutos, sabía que vendría a buscarme.
 
 

Aquel día llegué más tarde de lo normal. El autobús se había atrasado unos minutos, y además hubo una pequeña caravana en la ciudad. Muerta de hambre, crucé la puerta de entrada. 

-¡Hola! –Saludé desde el baño mientras me lavaba las manos, por si no se dieron cuenta de mi llegada. Todos me respondieron a coro y siguieron almorzando.

-¿Qué te ha pasado hoy? – A la pregunta de mi mejor amiga respondí con total sinceridad, pero no parecía creerlo. – Ya, ya… - respondió a mi explicación. Supuse que hoy  andaba algo mosqueada, pero preferí no preguntar. Yo también estaba agobiada, pues hoy no paré de correr de un lado a otro. Además, la noche anterior no había dormido bien.

Cuando acabé de comer, recogí mi parte y subí a mi habitación en busca de unas cómodas zapatillas de casa. 
Bajé de nuevo al salón y me senté en el único hueco que quedaba del sofá. El brazo derecho de éste. 

-Uf, estoy harta de quedarme siempre la última para el sofá. Por más que corro siempre me quedo sin sitio.

-Eres tú la lenta. – respondió Ana, algo que me cabreó un poco.

-Perdona, pero yo soy la última mona en esta casa. Todo ronda a vosotros, y a Rebeca que le den. Sois unos egoístas. – estaba molesta por la injusta respuesta de mi amiga, y la cosa empezó a ponerse chunga.

-¿Egoístas? Si toda la limpieza la hago yo porque te pones a tontear con tu novio.

-Sabes que eso no es verdad – dije ya levantándome del sitio. A lo que Ana respondió levantándose también, al igual que el tono de su voz. – Yo no he sido la que me he llevado estos últimos días enrollándome con alguien que si quiera está saliendo conmigo.

-¿Qué? Te has pasado bonita. No sabes guardar un secreto. ¡Siempre haces lo que sea para quedar mejor que yo!

-Has empezado tú diciendo algo que no es verdad. ¡Porque sabes que me esfuerzo mucho por esta casa!

-Chicas, chicas, estáis perdiendo el control. – interrumpió Guille.

-¡Cállate! – dijimos a la vez, cada vez más enfadadas. Me pareció increíble lo que decía de mí con tanta facilidad. 

-Oye, ya estáis exagerando la cosa. Dejad la estúpida pelea ya – Propuso Eitan.

-¡Siempre tengo que aguatar tus tonterías y caprichos, y ya estoy harta! – Ana ignoró completamente a Eitan, quien decidió apartarse de la conversación.

-¡¡Tú lo que estás es celosa!!

-¿Celosa, yo? ¡Yo no quiero ser una niña mimada como tú!

-¿Si...? ¡Pues ahí te quedas! – subí las escaleras casi con fuertes pasos y corrí a mi habitación. Noté que segundos después Ana hizo lo mismo, colándose así en la primera habitación del pasillo, la de los chicos, con sus propios insultos.

Unos minutos después de rayarme la cabeza, buscaba el por qué de todas esas cosas que ella me había dicho delante de todos, y preguntándome si realmente tenía razón. Sintiéndome fatal por todas las mentiras que le solté, por miedo. Había perdido a mi mejor amiga de siempre, por un estúpido sitio en el sofá.

Solo caían lágrimas de mis ojos cuando apareció mi chico por la puerta. En silencio se sentó en mi cama, acariciándome la espalda y los brazos, que estaban sujetos con fuerza a la almohada.

-Robe acaba de llegar, y está hablando con Ana.

-¡Me da igual! – mi voz era débil y triste. 

-No llores, cariño. Ha sido una pelea tonta. Seguro que se solucionará.

-Ana me odia, ¿has oído todo lo que me ha dicho? Solo esas palabras pueden ser ciertas. – siguió insistiéndome, pero yo rechacé sus palabras. Suspiró, me acarició la cara con suavidad, acercando la suya y me dio un suave beso en la mejilla. Relajé el cuerpo, y abrí mi mente… entonces volví a escuchar su voz.

-Como me apena el verte llorar – su voz no era con su tono de siempre, estaba entonando una canción. – Coge mi mano, siéntela – me entregó su mano, yo la cogí, la sentí tal y como decía aquella canción que no me venía a la cabeza, pero que me hacía sonreír. – Yo te protejo de cualquier cosa – sus brazos me envolvieron el cuerpo – No llores más, aquí estoy.

Colocada boca arriba, escuché con atención aquella bonita canción que ya empezaba a sonarme…

-Frágil te ves, dulce y sensual. – moviendo sus cejas, puso su cara de pillín. Esto consiguió sacarme otra gran sonrisa, y empezaron a secarse mis lágrimas. – Quiero abrazarte y te protegeré… esta fusión es irrompible. No llores más aquí estoooy… – De repente saltó hacia la cama, y casi gritando siguió cantando – En mi coooooooorazón, tú viiiiivirás… - me señaló haciéndose el loco – Desde hoy será, y para sieeeempre amooor… - con ésta última frase se agachó hacia mí, dándome un bonito beso en los labios. – Y ya no sigo porque no me sé más.
Nos reímos mucho por aquella extraña actuación y le abracé. Me había animado bastante. Él sabía que solo bastaba con eso para arreglar el problema. ¿Qué haría yo sin mi niño loco?

Corrí con una sonrisa de oreja a oreja hacia la habitación de mi amiga, con intención de tirarme sobre su cama y abrazarla fuerte mientras le pido perdón por todo lo que le dije.

Cuando salimos al pasillo, hubo un silencio enorme. De fondo de escuchaban ronquidos. <<- Guille se quedó dormido->> pensamos los dos. Luego, nos acercamos a la puerta de la habitación de Eitan, donde se encontraba Ana. Se oían voces que venían de su interior. Íbamos a llamar, pero en ese momento...
-¡¡¡HAKUNA MATATAAAAAAAA!!! ¡¡¡QUÉ BONITO ES VIVIIIIIIIR!!! ¡¡¡HAKUNA MATATAAAAA!!! ¡¡¡VIVE Y SÉ FELIIIIZ!!! - Nos miramos, muertos de risa. Escuchábamos la voz de Robe, cantando, casi gritando, con sus gallos y sus idas. - ¡¡¡NINGÚN PROBLEMAAAA DEBE HACERTE SUFRIIIIIIIR!!! ¡¡¡LO MÁS FÁCIL EEEEES SABER DECIIIIR....!!! ¡¡¡¡¡HAKUNA MATATAAAA!!!!! - Entramos, aún riéndonos, y vimos el espectáculo que tenía montado. Se había subido a una silla, y cantaba, bailaba como si estuviese en una fiesta. Ana estaba sentada en la cama, apoyada en la pared y agarrada a sus piernas. Estaba muerta de risa. 
En cuanto entramos, Robe se quedó perplejo. Se puso rojo, tan rojo que nos dio la impresión de que explotaría. Miré a Ana. Su sonrisa se había esfumado. Se incorporó y se puso de pie delante de la cama. Iba a decir algo, pero no le dio tiempo, pues me abalancé sobre ella antes de que pudiera decir una palabra. Le di un abrazo tan fuerte que casi nos caemos sobre la cama.


-Lo siento, Ana, lo siento. Se me cruzaron los cables. 


-Lo sé, a mí también. Perdóname. Nada de lo que dije iba en serio. Tuve un mal día y lo pagué contigo, lo siento. - Las dos sonreímos y nos volvimos a abrazar.

Detrás nuestro:

-¿Cómo era, Robe? - Dijo Eitan mirando hacia su amigo, con una expresión traviesa.
-¡¡¡¡¡HAKUNA MATATAAA, QUÉ BONITO ES VIVIIIIR!!!!! - Los dos se pusieron a cantar, cada uno con la mano en el hombro del otro, y tambaleándose. Nos hizo mucha gracia. Empezamos a reír y a reír, y terminamos cantando Hakuna Matata con ellos. 
 
 



Más tarde, le pregunté a Robe qué le había dicho a Ana como para que cambiara tan rápido de parecer. Cuando se fue del salón, parecía una fiera, y casi daba miedo decirle algo porque parecía que te iba a dar un zarpazo.

-Intenté convencerla. Ella no paraba de decir que cómo pudo Bec decirle eso. Luego le canté la canción que se me vino a la cabeza para hacerle reír.

-¡Serás copión!

-¿Cómo?

-¡Yo le canté a Rebeca la canción de Tarzán!

-Eso es porque te leí la mente, chaval. - Después de unas risas, salimos los cuatro a por un helado. Cuando volvimos, Guille aún dormía. Lo supimos porque escuchamos sus ronquidos desde la entrada. Se nos ocurrió la idea perfecta para hacer que Ana y Rebeca volvieran a pasarlo en grande juntas: pintarle la cara a Guille y hacernos con él una bonita foto de recuerdo.



lunes, 12 de septiembre de 2011

Capítulo 44

<<... Brr...Brr...>>

Mi móvil comenzó a vibrar. Lo oía, pero no lo veía. Busqué y busqué: detrás de la tele, bajo la mesa, entre los jarrones, entre los libros, en la ensalada de esta mañana, en la nevera, en el microondas... Pero se me olvidó buscar en un sitio esencial para encontrar cosas: Entre los cojines del sofá. Me dirigí al enorme sillón que se situaba frente a la tele. Me senté en él, aún escuchando el vibrar de mi móvil, y metí la mano entre los cojines. ¡Allí estaba, el muy...!

-¿Sí?

-¡¡Alex!!

-¡¡Eii, Sebas!! ¿Cómo estamos?

-Bien, bien. Te llamaba porque hoy me voy a dar una vuelta, ¿vienes?

-Pues no sé, tío. Hoy estoy muy cansado...

-Viene Mireia.

-¡A las diez en el Arrecife´s!

-Ja, ja, ja, sabía que no lo rechazarías. - Dijo el pelma al otro lado del teléfono con voz de triunfador. - ¡Allí nos vemos! 
 

(Varias horas antes…)


Faltaban solo unos minutos para acabar. El profesor de historia quedó interrumpido en su larga explicación por David Ruiz, que le avisó de que la clase ya había finalizado. Gracias a él no nos quedamos allí quince minutos más...

Salí de la universidad metiendo aún algunos libros en mi pesada mochila. Allí, unos metros al frente, se encontraba Robe apollado en una farola. Me acerqué a él, curioso.

-¿Qué haces aquí?

-Podemos ir andando, ¿no? Al fin y al cabo, tu Universidad es la más cercana a vuestro apartamento. Además, te quería responder a la pregunta que me hiciste ayer...

Comenzamos a andar, estábamos a unos diez minutos. Pero con el paso al que íbamos, yo diría que tardaríamos un cuarto de hora. Me explicó el día que pasó con Ana. 
-Cuando... fuimos a ver a Susana, nos invitó a cenar con ella y después a ir a una disco. Estuvimos muy bien, pero empecé a beber demasiado...

-Afu... - ya me estaba viendo lo que había pasado. Seguramente me dirá que se tiró a su ex.

-Ana me sacó de allí, y menos mal porque la cosa estaba chunga. - Ah, pues no hubo lío - y... fuimos a un hotel porque era muy tarde. Yo ya había reservado una habitación de dos camas, porque sabía que la cosa se alargaría. Fuimos allí, y de lo reventados que estábamos nos tiramos en mi cama a charlar.

-Ajam.

-Entonces... hubo un momento ahí... extraño.

-Oh, madre mía... Robe...

- Es que nos dejamos llevar y... está tan buena... - empecé a reírme muchísimo, pero aún no tenía las cosas claras.

-Pero, os liasteis... y ya esta. Besitos, cursiladas… etc.

-No exactamente. - enmudecí completamente... ¿Se ha tirado a Ana? ¡A la misma Ana de siempre! A su amiga de toda la vida... incomprensible.

-Robe, hijo, ¿te la tiraste? ¿Así tan pronto?

-¡Y qué quieres! ¡Estaba pidiéndolo a gritos! ¡Y los dos estábamos colgaos! Tú también te liaste con Rebeca siendo tu mejor amiga.

-Si, pero no me la llevé a la cama el mismo día - no podía parar de reírme, no podía creerlo. Pero era lógico que al menos se hayan liado. Los dos se aman, pero aún no se han dado cuenta...

-Lo que no paro de pensar ahora es... si empezar una relación seria con ella. Me encantaría, me ha vuelto loco después de aquella noche... Y ahora no paro de pensar en Ana...

-Salid juntos tío, ¿qué podéis perder?
 
 

 
[Bajo una cama de una de las habitaciones...]
 

-¿De verdad es lo que me dices? ¿No me estas engañando?

-¡Te juro por el señor Pelusa que te digo la verdad! - empezamos a gritar a lo bajini por la emoción de aquella noticia.

-Pero, ¿estáis juntos?

-¡No! No hemos vuelto a hablar del tema... uf qué nerviosa estoy.

-¡Ooooi qué romántico! Deberías hablar con él en cuanto llegue.

-Eso haré - volvimos a gritar, pero esta vez un poco más fuerte a causa de la ilusión - Por cierto - dije recobrando algo de voz - ¿por qué foroñidad estamos debajo de tu cama?

-Es para que no nos descubran. ¡Shh!

-Pero... si se nos oye perfectamente. - hubo unos segundos de silencio pescativos.

-Ups, fallo técnico.

-Bec, pareces rubia, de verdad...

-Ya te digo, ¡me he enterado de todo! - dijo una voz desde la puerta, que se fue corriendo muerta de risa.

-Mierda, Guille nos ha oído...

-La próxima vez nos metemos en el armario - propuso Rebeca, a lo que me quedé mirando en plan "Are you fucking kidding me?" 
 
 

[Unos dos días después...]

 

Sobre las cuatro y media de la tarde, estaba tumbado en el sofá reposando la comida cuando llegaron la nueva y secreta pareja. Robe y Ana.
Se cruzaron en el pasillo, ambos se quedaron paralizados sin saber qué hacer ni decir. Parecía que Ana esperaba algo, pero ese algo no salió de la boca de Robe. Ana se marchó, y éste quedó decepcionado marchándose también por el lado contrario.
Eitan se tiró en el sillón con total seguridad. Si llega a romperse, se pega un buen tortazo. Pero lamentablemente, no fue así, y seguí sin sonreír.

-Guille… he notado que últimamente estas algo distinto. – me dijo Eitan mirándome con interés.

-Es posible… - Dije con un largo suspiro.

-¿Y no me lo vas a contar?

-Eitan, necesito a una chica… A veces me quedo pensando en que si aún no he encontrado a nadie que valga la pena, ¿cuándo?

-No puedes quedarte sentado esperando que te caiga del cielo. Tienes que ir a buscarla. Hace tiempo que no salimos, porque estamos en pleno invierno. Pero si salimos algunos fines de semana seguro que ligas. Tu estilo gusta a muchas chicas. Vamos el sábado que viene tú y yo por ahí. Solos, en busca de chicas. ¿Ok?

-Ok – dije agradecido. Pero aún sin creer que encontraré al amor perdido.
 

domingo, 11 de septiembre de 2011

Capítulo 43

-Gris... Blanca... Verde... Negra... ¿Rosa? Está claro.

-¿Cuál vas a coger?

-La negra. Sin duda alguna. Es más bonita.

Había acompañado a Guille al Bahía Sur de Valencia, que realmente era grande. Hemos venido a comprar una cámara que tenga más aplicaciones que la suya porque le hace falta para la universidad. Últimamente, el pequeño de los cuatro está más centrado que nunca, y se toma las cosas más en serio. Guille ya no es "el pequeño Guille". Optábamos por una Nikon D700 negra.

-Ésta es perfecta. - Dijo con una sonrisa en la cara. - ¿Cuánto es? - El dependiente no oyó su pregunta, pues en ese momento había desaparecido.

-A ver. Busca la etiqueta... - Me acerqué a verla. - Mira, aquí está el precio... - Me quedé sin habla al verlo.
-Uff, menos mal. - Dijo Guille, aliviado.

-¿Menos mal? Guille... ¡abre los ojos! ¡¡2000 €!!

-¡No me exageres! Son 1999... - Le miré con cara de "¿me tomas el pelo?". Respondió con una sonrisa.

-Sé que son así de caras. Por eso he ahorrado tanto. - Dijo haciéndome ver como asomaban por el bolsillo de su pantalón cinco billetes lilas. Abrí los ojos como platos.

-¿De dónde sacas el dinero, niño? ¡Qué máquina!

-De haber trabajado durante los últimos cuatro veranos en el Telepizza, haciendo reportajes a mis amigas, siendo dependiente en la tienda de ropa infantil de mi tía, y lavando perros.

Salimos de la tienda la mar de contentos, más que nada el fotógrafo que estaba a mi derecha, y yo flipando por todo el dinero que se puede conseguir en verano. Pero elegir entre eso y surfear… creo que me quedo con lo segundo.

Al salir, nos topamos con una chica muy guapa y sonriente. No tardé si quiera tres segundos en reconocerla, pero Guille tardó lo suyo. Era la niña más bonita que había encontrado en mi vida. ¿Qué digo?, era simplemente mi vida… Rebeca.

-¡Mira quienes son! - Dijo con una sonrisa. Nada más vernos, se abalanzó sobre Guille y le dio un enorme abrazo que duró por lo menos seis segundos. Luego se separó y dijo: -¿Cómo vosotros por aquí? - Y, entonces, me dio un besito en los labios. No, no. Un besito no. Un pico. ¿Cuánto tiempo hace que no me da un abrazo de esos?

-¡Mira mi cámara nueva! – exclamó Guille muy ilusionado, a lo que respondió Bec con la misma intensidad. Qué…coraje me ha dado. Pero en fin, lo dejaré pasar.
Justo después decidimos ir a tomar algo a cualquier heladería cercana. Los batidos helados en esta ciudad están buenísimos.

-Buenas, ¿qué les pongo? – se acercó un delgado camarero de unos 40 años más o menos a nuestra mesa. Había dos cartas. Una fue para mí y Guille compartió la suya con Rebe. Yo ya lo tenía claro: un buen batido de chocolate helado era lo que me apetecía. Se lo dije al camarero y tomó nota.

-Yo creo que me pediré uno de avellana… - eligió Guille – supongo que tú pedirás uno de fresa, ¿no, Becky?

-Sí, ponme uno de fresa , por favor. – terminó diciendo ella. De fresa. Es el sabor favorito de Rebeca. Pero… Guille, ¿cómo estabas tan seguro?

Por fin llegamos a nuestro dulce hogar. Dejé mi cazadora colgada en la percha y me tiré en el sofá. Guille entró en la cocina, pues se había quedado con hambre. Puse el canal de rugby, y después cambié a una peli que estaban echando en Antena 3. Rebeca fue a sentarse a mi lado, pero se aproximaba mi amigo y se colocó en la otra punta del sofá indicándole a Guille que se colocara a su lado. Entre ella y yo. Me quedé mirándola unos segundos, a ver si es que estaba enfadada conmigo y yo no me había enterado.

-¿Qué? – me preguntó sonriente al verme fijo en ella.

-Nada, nada – dije volviendo la cara, preocupado por la tarde de hoy.

-Cámbialo a la 1, que ahora ponen "Malditos Bastardos".

-Pero yo quiero ver ésta, que es de misterio y trata sobre un asesino que… - fui interrumpido por mi chica, y me callé dándole el turno de habla a ella.

-Yo prefiero ver la de comedia, Eitan. Esa tiene que ser muy aburrida.

… ¿Aburrida? ¿Cuántas películas de misterio como esta nos hemos tragado porque a ti, tanto como a mí, te gustan, Rebeca? Solo quieres ver esa porque lo ha dicho Guille… - pensé. Cambié el canal con mala gana, y me fui del salón.

-¿A dónde vas? – preguntó el chaval.

-No me apetece verla, gracias. – Me quedé en la cocina sentado un buen rato, pensando qué podría haber hecho para que Bec estuviese evitándome aquel día. Pero no conseguí encontrar nada… Entonces, caí en la cuenta de que podría estar un poco pillada por Guille. Al principio creí que era imposible, yo confío en ella.
Pero por si acaso, me asomé al salón por si veía alguna muestra de interés hacia él.

Lo único que hacían era reírse y compartir unas palomitas que prepararon antes. Pero nada de cariño… Hasta que noté como la cabeza de ella se inclinaba hacia el hombro de él. Deseé con todas mis fuerzas que no se posara, pero lo hizo. Me quedé de piedra ante aquella imagen, que me recordaba a todo el tiempo que habíamos pasado juntos…

De repente, el sonido de la puerta me hizo dar un salto. Eran Ana y Robe, que ya habían llegado de su visita al pueblo de al lado. ¡Qué susto, madre mía!

-¿Qué estabas haciendo? – preguntó Ana.

-Em… nada, nada… ¿qué iba a hacer? Ja, ja…- intenté disimularlo, pero ninguno calló.

-Eitan, ¿te ocurre algo? – Preguntó Robe preocupado y medio riéndose por aquel susto.

-Ven conmigo. – Dije a lo bajini mientras subía las escaleras a zancadas. Cuando llegamos a mi cuarto, nos encerramos en él y le senté en mi silla para explicarle.

-Robe, Rebeca se está enamorando de Guille.

-¡¿Qué?! – dijo burlándose de mí.

-No estoy de broma, tío. Durante el día ha estado con él y pasando de mí basto. Cuando salimos de comprar la cámara que quería Guille, la encontramos. ¿Y sabes lo que hizo?

-¿Qué? – dijo empezando a preocuparse.

-¡Qué le dio un enorme abrazo y a mí un pico más soso que el arroz de mi abuela! – Robe se relajó, y decía que era un exagerado. Ya no se tomaba el tema en serio. – Y después fuimos a tomarnos un helado y Guille le eligió el helado a ella. ¡Como si fuese su novia!

-¿Y acertó con el sabor?

-Sí… - estaba muy decepcionado. Me sentía cada vez más nervioso y agobiado, pero le seguí dando razones de por qué mi teoría es cierta. – Pero eso no es todo. Hemos llegado y he puesto la película de Daniel Grey, esa de misterio tan chula.

-¡Anda, qué guay!

-Sí, pues Guille dijo que mejor viéramos "Malditos Bastardos" y va Rebeca... ¡y le apoya! Al final he tenido que dejarles esa, porque ella decía que era aburrida la que yo había puesto.

-¿Aburrida? Qué desprecio…

-Y eso que no te he dicho que prefirió ponerse al lado de Guille antes que acurrucada a mi lado… - Robe estaba sorprendido, pero no creía que fuese algo grave.

-Eitan, es una tontería lo que dices. Rebeca te quiere mucho, lleváis mucho tiempo. No puede dejarte así por así.

-¡Meeeeeeec! Error. Es muy posible que se haya cansado y quiera empezar una nueva relación.

-¡Qué tontería! – dijo ya cansado por la conversación. Se levantó para irse y terminar de hablar de ello, pues le parecía una estupidez.

-Cuando habéis entrado, se había apoyado en su hombro… - Robe paró de andar y se giró. – ¿Eso no es cariño? – me senté con desgana en mi cama. Mi mejor amigo se acercó y me puso la mano en el hombro.

-Que le tenga cariño a Guille, no quiere decir que ya no te quiera a ti. Tal vez es su mejor amigo, ¿y qué? Tu también eres muy cariñoso con Ana y ella no se ha molestado.

-Pero Ana ha sido desde siempre… lo de Guille ha empezado ahora...

-Déjalo pasar, verás como al final te das cuenta de que exagerabas. Solo son amigos, no te preocupes. Y si no te quedas tranquilo, habla con ella, tío. – me quedé pensándolo durante unos instantes.

-Tienes razón. Gracias. – Le sonreí y nos dimos un abrazo. Y ya que me vino la pregunta, se la hice.

-Hablando de Ana… ¿qué habéis estando haciendo como para llegar tan tarde? Ana me dijo que volveríais el mismo día en bus. Y no cogíais el móvil.

-Eso, amigo mío… te lo contaré en otro momento – dijo con una amplia sonrisa y guiñando un ojo.