martes, 13 de septiembre de 2011

Capítulo 45



 
Más o menos una semana después, Eitan y yo fuimos a un pub. Después de charlar con mucha gente, reírnos e incluso bailar… no hubo suerte. Tres chicas me dieron su número, y me llamaron para volver a vernos. De hecho quedé con dos de ellas. Pero no terminé convencido. Una era muy creída, y la otra era súper tímida. 


Ahora ando por los blancos pasillos de la universidad de arte, pensando en todo aquello que me hace dudar. Creo que el problema no está en ellas, sino en mí.

Saliendo del baño, me choqué accidentalmente con un chico de mi edad. Se le cayeron las gafas, y yo se las recogí.

-Lo siento mucho, tío. No te he visto – Dije mientras se las entregaba. Parecía nervioso y algo asustado. Me dio la impresión de que se trataba del típico chico de instituto marginado. Pero mi parecer cambió por completo al oírle hablar.

-No pasa nada. Ha sido solo un accidente, cielo. 

Estaba seguro de que o era gay, o un chico muy afeminado.
Casualmente su próxima clase estaba frente a mi aula, así que le acompañé gustosamente mientras me hablaba y hablaba de su vida.

Tenía más charla que mi abuela. Era obvio que me equivoqué con mi primera visión de él. A pesar de sus empalagosas palabras, nos caímos muy bien. Era la primera vez que conocía a un chico así, y no pensaba despreciarlo solo por la apariencia. 

Su nombre era Luis, Luis Rodríguez. Estaba haciendo magisterio de bellas artes, lo que sería la asignatura de plástica. Vivía con sus hermanos en una residencia de estudiantes de Valencia. 

Cada uno tuvo que marcharse a sus respectivas clases y la conversación acabó ahí. Yo solo pude decirle que vivía con 4 de mis amigos en un apartamento alquilado y que estaba estudiando fotografía.

Seguramente volveríamos a retomarla en cuanto volviésemos a coincidir. Sin conocerlo de mucho más que de cinco minutos, sabía que vendría a buscarme.
 
 

Aquel día llegué más tarde de lo normal. El autobús se había atrasado unos minutos, y además hubo una pequeña caravana en la ciudad. Muerta de hambre, crucé la puerta de entrada. 

-¡Hola! –Saludé desde el baño mientras me lavaba las manos, por si no se dieron cuenta de mi llegada. Todos me respondieron a coro y siguieron almorzando.

-¿Qué te ha pasado hoy? – A la pregunta de mi mejor amiga respondí con total sinceridad, pero no parecía creerlo. – Ya, ya… - respondió a mi explicación. Supuse que hoy  andaba algo mosqueada, pero preferí no preguntar. Yo también estaba agobiada, pues hoy no paré de correr de un lado a otro. Además, la noche anterior no había dormido bien.

Cuando acabé de comer, recogí mi parte y subí a mi habitación en busca de unas cómodas zapatillas de casa. 
Bajé de nuevo al salón y me senté en el único hueco que quedaba del sofá. El brazo derecho de éste. 

-Uf, estoy harta de quedarme siempre la última para el sofá. Por más que corro siempre me quedo sin sitio.

-Eres tú la lenta. – respondió Ana, algo que me cabreó un poco.

-Perdona, pero yo soy la última mona en esta casa. Todo ronda a vosotros, y a Rebeca que le den. Sois unos egoístas. – estaba molesta por la injusta respuesta de mi amiga, y la cosa empezó a ponerse chunga.

-¿Egoístas? Si toda la limpieza la hago yo porque te pones a tontear con tu novio.

-Sabes que eso no es verdad – dije ya levantándome del sitio. A lo que Ana respondió levantándose también, al igual que el tono de su voz. – Yo no he sido la que me he llevado estos últimos días enrollándome con alguien que si quiera está saliendo conmigo.

-¿Qué? Te has pasado bonita. No sabes guardar un secreto. ¡Siempre haces lo que sea para quedar mejor que yo!

-Has empezado tú diciendo algo que no es verdad. ¡Porque sabes que me esfuerzo mucho por esta casa!

-Chicas, chicas, estáis perdiendo el control. – interrumpió Guille.

-¡Cállate! – dijimos a la vez, cada vez más enfadadas. Me pareció increíble lo que decía de mí con tanta facilidad. 

-Oye, ya estáis exagerando la cosa. Dejad la estúpida pelea ya – Propuso Eitan.

-¡Siempre tengo que aguatar tus tonterías y caprichos, y ya estoy harta! – Ana ignoró completamente a Eitan, quien decidió apartarse de la conversación.

-¡¡Tú lo que estás es celosa!!

-¿Celosa, yo? ¡Yo no quiero ser una niña mimada como tú!

-¿Si...? ¡Pues ahí te quedas! – subí las escaleras casi con fuertes pasos y corrí a mi habitación. Noté que segundos después Ana hizo lo mismo, colándose así en la primera habitación del pasillo, la de los chicos, con sus propios insultos.

Unos minutos después de rayarme la cabeza, buscaba el por qué de todas esas cosas que ella me había dicho delante de todos, y preguntándome si realmente tenía razón. Sintiéndome fatal por todas las mentiras que le solté, por miedo. Había perdido a mi mejor amiga de siempre, por un estúpido sitio en el sofá.

Solo caían lágrimas de mis ojos cuando apareció mi chico por la puerta. En silencio se sentó en mi cama, acariciándome la espalda y los brazos, que estaban sujetos con fuerza a la almohada.

-Robe acaba de llegar, y está hablando con Ana.

-¡Me da igual! – mi voz era débil y triste. 

-No llores, cariño. Ha sido una pelea tonta. Seguro que se solucionará.

-Ana me odia, ¿has oído todo lo que me ha dicho? Solo esas palabras pueden ser ciertas. – siguió insistiéndome, pero yo rechacé sus palabras. Suspiró, me acarició la cara con suavidad, acercando la suya y me dio un suave beso en la mejilla. Relajé el cuerpo, y abrí mi mente… entonces volví a escuchar su voz.

-Como me apena el verte llorar – su voz no era con su tono de siempre, estaba entonando una canción. – Coge mi mano, siéntela – me entregó su mano, yo la cogí, la sentí tal y como decía aquella canción que no me venía a la cabeza, pero que me hacía sonreír. – Yo te protejo de cualquier cosa – sus brazos me envolvieron el cuerpo – No llores más, aquí estoy.

Colocada boca arriba, escuché con atención aquella bonita canción que ya empezaba a sonarme…

-Frágil te ves, dulce y sensual. – moviendo sus cejas, puso su cara de pillín. Esto consiguió sacarme otra gran sonrisa, y empezaron a secarse mis lágrimas. – Quiero abrazarte y te protegeré… esta fusión es irrompible. No llores más aquí estoooy… – De repente saltó hacia la cama, y casi gritando siguió cantando – En mi coooooooorazón, tú viiiiivirás… - me señaló haciéndose el loco – Desde hoy será, y para sieeeempre amooor… - con ésta última frase se agachó hacia mí, dándome un bonito beso en los labios. – Y ya no sigo porque no me sé más.
Nos reímos mucho por aquella extraña actuación y le abracé. Me había animado bastante. Él sabía que solo bastaba con eso para arreglar el problema. ¿Qué haría yo sin mi niño loco?

Corrí con una sonrisa de oreja a oreja hacia la habitación de mi amiga, con intención de tirarme sobre su cama y abrazarla fuerte mientras le pido perdón por todo lo que le dije.

Cuando salimos al pasillo, hubo un silencio enorme. De fondo de escuchaban ronquidos. <<- Guille se quedó dormido->> pensamos los dos. Luego, nos acercamos a la puerta de la habitación de Eitan, donde se encontraba Ana. Se oían voces que venían de su interior. Íbamos a llamar, pero en ese momento...
-¡¡¡HAKUNA MATATAAAAAAAA!!! ¡¡¡QUÉ BONITO ES VIVIIIIIIIR!!! ¡¡¡HAKUNA MATATAAAAA!!! ¡¡¡VIVE Y SÉ FELIIIIZ!!! - Nos miramos, muertos de risa. Escuchábamos la voz de Robe, cantando, casi gritando, con sus gallos y sus idas. - ¡¡¡NINGÚN PROBLEMAAAA DEBE HACERTE SUFRIIIIIIIR!!! ¡¡¡LO MÁS FÁCIL EEEEES SABER DECIIIIR....!!! ¡¡¡¡¡HAKUNA MATATAAAA!!!!! - Entramos, aún riéndonos, y vimos el espectáculo que tenía montado. Se había subido a una silla, y cantaba, bailaba como si estuviese en una fiesta. Ana estaba sentada en la cama, apoyada en la pared y agarrada a sus piernas. Estaba muerta de risa. 
En cuanto entramos, Robe se quedó perplejo. Se puso rojo, tan rojo que nos dio la impresión de que explotaría. Miré a Ana. Su sonrisa se había esfumado. Se incorporó y se puso de pie delante de la cama. Iba a decir algo, pero no le dio tiempo, pues me abalancé sobre ella antes de que pudiera decir una palabra. Le di un abrazo tan fuerte que casi nos caemos sobre la cama.


-Lo siento, Ana, lo siento. Se me cruzaron los cables. 


-Lo sé, a mí también. Perdóname. Nada de lo que dije iba en serio. Tuve un mal día y lo pagué contigo, lo siento. - Las dos sonreímos y nos volvimos a abrazar.

Detrás nuestro:

-¿Cómo era, Robe? - Dijo Eitan mirando hacia su amigo, con una expresión traviesa.
-¡¡¡¡¡HAKUNA MATATAAA, QUÉ BONITO ES VIVIIIIR!!!!! - Los dos se pusieron a cantar, cada uno con la mano en el hombro del otro, y tambaleándose. Nos hizo mucha gracia. Empezamos a reír y a reír, y terminamos cantando Hakuna Matata con ellos. 
 
 



Más tarde, le pregunté a Robe qué le había dicho a Ana como para que cambiara tan rápido de parecer. Cuando se fue del salón, parecía una fiera, y casi daba miedo decirle algo porque parecía que te iba a dar un zarpazo.

-Intenté convencerla. Ella no paraba de decir que cómo pudo Bec decirle eso. Luego le canté la canción que se me vino a la cabeza para hacerle reír.

-¡Serás copión!

-¿Cómo?

-¡Yo le canté a Rebeca la canción de Tarzán!

-Eso es porque te leí la mente, chaval. - Después de unas risas, salimos los cuatro a por un helado. Cuando volvimos, Guille aún dormía. Lo supimos porque escuchamos sus ronquidos desde la entrada. Se nos ocurrió la idea perfecta para hacer que Ana y Rebeca volvieran a pasarlo en grande juntas: pintarle la cara a Guille y hacernos con él una bonita foto de recuerdo.



2 comentarios:

  1. Vaya caítulo, este sí que no me lo esperaba.
    Saludos^^

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  2. Jajaja. Yo tampoco!! Y quiero el siguiente!!
    La verdad es que no entiendo muy bien si es que al final Bec está liada con Guille, es así o no??

    Besos

    Cali

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