miércoles, 7 de septiembre de 2011

Capítulo 41

Después de desayunar unas buenas tostadas con mermelada junto a mis compañeros, me dispuse a vestirme y preparar una pequeña mochila. Quedamos en la puerta del Arrecife´s, un pub que se hallaba entre nuestras casas. A unos diez minutos andando. Con el buen día que hacía, merecía la pena pasear aunque fuese solo por un ratito. Llegué la primera. Me dejé caer en la pared del pub, observando a mis alrededores, buscando el Audi A4 de mi amigo. Sólo mi amigo. Robe...

Un pitido me hizo volver al planeta Tierra. Miré a mi derecha, de donde venía el sonido, y le vi, sonriéndome, sentado al volante, esperando a que me subiera en el coche. Cogí mi mochila, que se encontraba en el suelo, a mi derecha, y me senté en el asiento del copiloto. Robe me miró, aún sonriendo. Pero, cuando fijó su mirada en mis ojos, haciendo que ambas se cruzaran, se esfumó su sonrisa.

-Ana... - Con la mirada, le pregunté qué le pasaba. - Gracias.

-Escucha. - Me giré en el asiento, mirándole, frente a él. - Siempre que tengas un problema, voy a estar ahí para ayudarte. No hace falta que me des las gracias, con haberte servido de ayuda, me siento agradecida.

Volvió a sonreír, y me dio un abrazo. Un buen abrazo, uno que duró segundos. Antes de separarnos, dijo:

-No sé qué haría sin ti.

En la carta que recibió Robe, ponía: C/Canaleja. Nos encontramos con tres bloques de apartamentos. Uno azul, otro gris y otro amarillo claro. Seguimos leyendo la carta. Ponía: Edificio gris, 4ºD. Llamamos.

-¿Sí? - Una voz de mujer sonó al otro lado del telefonillo.

-¿Susana? - Por ahora, yo me mantenía callada. Y me mantendría en silencio el resto del tiempo, hasta que alguien me dirigiera la palabra.

-¿Quién es?

-Soy Robe. - Nada más decir su nombre, la puerta se abrió. Entramos. Al final del pasillo, en el cuarto piso, una mujer nos esperaba en la puerta. Era algo más alta que yo, más o menos de la estatura de mi amigo. Su rojizo pelo era rizado y largo, y sus ojos, color miel. Al ver a Robe, una gran sonrisa iluminó su rostro. Pero pocos segundos después, dirigió su mirada a mí, y su sonrisa se hizo más pequeña. Pasamos al salón. Nosotros nos sentamos en el sofá grande, y ella, en un sillón, en frente.

-¿Y bien? - nos miramos, cuestionando a qué venía aquella pregunta - ¿Quién es? - Dijo mirándome a mí, pero hablándole a Robe.

-Ahh. Ana, una amiga. - Nos miró con cara de: "¿y qué coño hace ésta aquí?" A lo que Robe respondió: - Sabe lo de la carta. Y está dispuesta a ayudarnos, Susana.

-¿Ayudarnos? No nos hace falta ayuda alguna. Ya sabemos lo que tenemos que hacer. - Sonrió maléficamente. Ya había decidido que no me caía nada bien. Aunque solo la conociera de cinco minutos. Si le sumaba lo que me había contado Robe...

-Susana...

-Ana. - Le interrumpió, mirándome, aún con su maléfica sonrisa. - ¿Te importaría dejarnos a solas un momento? - Miré a Robe, y me indicó que todo iría bien. Bah, ni que estuviésemos con un asesino.

-Claro. Encantada, Susana. - Dije ya en la puerta.

No me respondió.
Bajé a una cafetería que se encontraba a cinco minutos del bloque azul. Me tomé un café calentito y un pequeño croissant. Estaban deliciosos. A la media hora, aproximadamente, me sonó el móvil. Era él.

-¿Dónde estás?

-En la cafetería que está al lado de la casa de Susana. ¿Estás aún allí?

-No, no. Ya salgo. Voy para allá y te cuento lo que me ha dicho. - Ya suponía lo que le había propuesto.

A los diez minutos, Robe estaba sentado frente a mí, tomando otro café calentito.

-Quiere que volvamos. Dice que me ama, y que quiere formar una familia feliz. - Se quedó callado unos segundos. - No supe qué decirle, así que aproveché cuando se fue a la cocina, y me fui de allí sigilosamente.

-Robe... deberías dejarle las cosas claras. Y si quieres volver...

-No. - Me cortó secamente. - Eso lo tengo claro. No quiero volver con ella.

-Bueno... pues tienes que terminar de zanjar el tema. No creo que te deje en paz si no le dejas las cosas claras.

-Estos días he estado pensando. Quería comentártelo, a ver qué opinas tú. - Me incliné hacia delante, apoyando mis brazos cruzados en la mesa. - He pensado que cada uno llevara su vida... Cada uno con su pareja... Porque yo no quiero estar con ella. Cuando nazca el niño, le ayudaría a mantenerlo. Le compraría ropa, me lo quedaría unos días... Es mi hijo. No es un niño cualquiera.

-Pues mira, por ahora es una buena idea. Pero, aunque sea por un momento, olvídate. ¿Vale? Ya hablaremos con ella más tarde. - Me miró con esos preciosos ojos verdes. Ahora mismo lo que más deseaba es estar junto a él en estos duros momentos. Darle un abrazo cuando lo necesitase... - Mira qué bonito está el día hoy. Dan ganas de pasar todo el día en la calle.

-Pues la verdad es que sí. - Miró el paisaje urbano que nos rodeaba. El cielo, las personas, los niños jugando, ancianos que se llevaban tres horas para cruzar el paso de peatones. Aunque suena agobiante, se estaba estupendamente. Hasta que un móvil empezó a sonar.

-¿Sí? - Robe dio un salto en la silla al oírlo. No pude aguantar, y terminé riéndome.

-Robe, ¿dónde estás? Has desaparecido así tan de repente...

-Ehh... - Me hizo unas señas con los ojos, indicándome quién estaba al otro lado del teléfono. - Lo siento, Susana. Es que me llamó un amigo diciéndome que tenía un problema y tuve que salir corriendo.

-Ahh. Bueno, pues creo que deberíamos hablar. Antes no aclaramos nada.

-Está bien. Si quieres, otro día vengo y...

-Mejor, nos vemos hoy mismo. Esta noche he quedado con unos amigos en un pub que hay en esta misma calle. A las diez. Vente y hablamos.

-Pero, Susana...

-¡Que sí, hombre! Cenamos juntos y después nos vamos a la disco a pasarlo bien, ¿ok? ¡Será divertido! Allí te espero.


Colgó. Lo noté por la cara de preocupación de Robe. Más o menos me enteré de la conversación. Así que me adelanté antes de que él pudiera decir nada.

-Iremos.

-¿Qué?

-Venga, lo pasaremos bien. Así se te olvidará un poco todo este barullo.

-Pero Susana se refería a nosotros solos, y yo no pienso ir solo.

-Pues por eso mismo, yo iré contigo. Y ya puede decir misa esa tía, que yo no me separaré de tu lado ni un segundo. – Su cara de niño perdido me conmovió tanto, que le dije aquellas palabras que siempre le calmaban:

-Te lo prometo, con el dedo meñique - Sonrió y una vez colocado a mi lado, me mostró su mano para ayudarme a levantarme.

-Pues tendremos que buscarnos ropa algo más formal, ¿no crees?

3 comentarios:

  1. Quiero otro...joo...¿¿k pasará??

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  2. Yo tambiéeen!! Que mala persona la tonta de Susana!! Que pena que sea pelirroja.. me encanta el pelo pelirrojo!! Ya verás.. es una mentirosa, me lo veo venir!! =)

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  3. Te digo yo que es mentira...ya verás! xD

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