martes, 24 de enero de 2012

Capítulo 58

-¿Aleeeeeeeeeex?... ¡¿Aleeeex?!... – Escuchaba las voces de las dos chicas desde el jardín. Yo seguía a lo mío porque sabía lo que me iban a decir: si quería jugar al parchís. Una tarde más de fichas rojas, verdes, azules y amarillas. A lo mejor, si se animaban, podríamos jugar al Call of Duty, pero, nah, Ana piensa que es un juego demasiado violento.

Terminé de echar comida en los cuencos de Krash y Maya. La pequeña Maya, la bolita de pelo blanco que nos encontramos aquella tarde en la playa, hace mucho tiempo. La perrita que nos presentó al novato de Guille. Y mírala, esforzándose por seguir adelante y dar vida a nuevas bolitas de pelo. Está ahora de tres semanas. Y Krash, tan juguetón que era, y la responsabilidad que tiene ahora sobre ella y sus futuros hijos. Cualquiera los separa. Qué bonita pareja… Es… asqueroso.

<Riing, riing>
El teléfono me despertó de la tremenda pesca que tenía en lo alto. Corrí al interior de la casa a por él.
-Hola, ¿está Alejandro?
-Sí, soy yo, ¿quién es?
-¡Ah! Hola tío, soy Manolo.
-¿Por qué dices Alejandro?
-Yo que sé chaval, es la primera vez que llamo a tu fijo. Tenía que ser formal… ¡Es que parece que no tienes móvil, cojones!
-¡Claro que tengo móvil! Es el 65….
-¡Quillo! – Me interrumpió “El Gaviota”, un fiel amigo de la universidad.- Me refería a que nunca lo coges, cojones.
Al parecer, esa noche daban una fiesta en el centro. Se trataba de una buena fiesta. Alcohol, chicas, amigos divertidos… Pero yo, por ser negro, no podía ir. Aunque realmente no debía, pero poder, podía.
Finalmente “El Gaviota” consiguió convencerme. Tenía que ser sigiloso e inventarme una buena excusa para no jugar al divertido parchís. Sobre las ocho del mismo día ya estaba preparado. Me crucé varias veces con Robe durante la tarde, y tenía que tener cuidado con él porque parecía que me estaba persiguiendo. Nadie debe enterarse. Tal vez, si no vuelvo demasiado borracho a casa, no se den cuenta. A las ocho y cuarto me dirigí al garaje. Mi excusa fue clara: “Tengo que ir a comprar algunas cosillas para la cena, y además quiero recoger un encargo que hice en el centro.” Parecían convencidas, pero sabía que sospechaban algo. Si todo va bien en la fiesta, llamaré para decir que no me esperen para cenar, que había tráfico y aún no había acabado con mis recados.
Nueve menos cuarto. Ya había llegado a mi primera fiesta desde el diagnóstico. Por fin tendría algo con lo que divertirme un poco. En la puerta estaban Fran y Pedro. Les saludé y me invitaron a pasar. Al fondo del pasillo estaba Manolo, ligando con dos chicas. Dos. Qué tiarrón.
Estaba algo preocupado porque en la carretera volví a ver a Robe. No sé si me vio, pero creo que no habrá problema. Me he currado bien la escapada. Nada puede fallar.
-¡Eh! Alex, ven aquí. – Manolo me vio pasar. Espectaculares chicas estaban a cada lado – Mira, quiero presentarte a Natalia y a Tamara. – Me saludaron contentas y cada una me dio un beso en las mejillas. – Son de Barcelona. Son guapas, ¿eh? – Las dos rieron abrazadas a mi amigo. Una de ellas se agarró a mí y me susurró en el oído, mordiéndose el labio:
-¿Me traes una copa? Sírveme lo que quieras.
-Vale – dije picarón. Me marché sin dejar de mirarla a los ojos. Esa chica promete.
Mi amigo se acercó a mí a servirle algo también a la otra chica.
-Dios Alex, creo que esta noche triunfamos.
-¿Qué? No, yo no puedo, lo siento.
-¡Qué dices! - Se paró un momento a pensar - Bueno, mejor. Las dos para mí. – Empezó a reír como un condenado. – Aunque a Tamara le has gustado. – Me guiñó un ojo.
-Tamara tenía que llamarse… - Susurré entre dientes.
-¿Qué has dicho?
-Que Tamara tiene ganas de divertirse, nada más.
-Qué raro estás, picha. En fin. Dejémoslo estar.
Durante la fiesta estuvimos con ellas bebiendo y riendo sin parar. Estaban cachondas, era de notar. Pero yo no podía arriesgarme a nada. Así que…
De repente alguien me habló por detrás. Me giré divertido y seguro, pero todo eso se esfumó cuando vi su cara. Robe.
-Bonita fiesta, ¿verdad?
-Robe… eh, yo…
-¿Has visto esas chicas? Vaya cuerpazo tienen. ¿Son tus amiguitas? – La cosa no parecía ir mal. Estaba divirtiéndose. No parecía enfadado.
-Ya ves tío. Están que te cagas. De todas formas pensaba dormir en casa hoy. No puedo darme mucha caña. Aunque nadie dice que no me pueda llevar a una… je, je, je.
-Alex. – De repente vi a Robe serio – ¿Qué coño haces aquí? – La cosa se pone chunga. Intenté explicarlo, pero no quería escuchar. Me empezó a echar la bronca, hasta que exploté:
-Mira. Estoy harto de todo esto. Estoy harto de jugar al parchís y a las cartas con las dos pavas esas. Estoy harto de tener que ir al médico de vez en cuando para que me miren todo el cuerpo y me pinchen. Estoy harto de tener que tomarme esas horribles pastillas con tamaño de elefante todas las noches. Pero como no puedo evitar esas cosas, ¡al menos quiero divertirme para no acabar desmotivado del todo!
-Te jodes, Alex. Todo fue por las locuras que has cometido en el pasado. Nosotros solo queremos ayudarte a sobrellevarlo. ¡Y esto no es la mejor solución!
-Yo no os pedí ayuda. No pedí nada de lo que hacéis. Gracias por querer ayudarme, pero solo lo estáis empeorando.
-¿Qué dices?
-¡Sí! Lo que oyes. No os necesito. No quiero vuestra ayuda. ¡Sois unos metomentodos! ¡Dejadme en paz de una vez! No pienso volver a casa contigo. ¡Volveré cuando a mí me de la gana!
Me marché enfadado, ya que “El Gaviota” me esperaba para ir con una panda al parque. Lo que más me apetecía era emborracharme a más no poder y olvidarme de todo. Mañana todo se habrá solucionado.
Llegamos allí y en uno de los bancos había gente fumando. Nos sumamos a ellos y compartimos el alcohol y los porros. La noche me dio fuerzas y diversión. Lo que yo buscaba. Incluso a lo mejor me daba una chica para follármela a lo basto. Esto es la re-ostia. Echaba de menos esta vida.
Todo fue genial, hasta que volví a ver a Robe tras de mí.
-¿Me estás siguiendo?
-Vámonos. Y no, yo estaba invitado a la fiesta. Pero ahora sí te estoy siguiendo porque nos vamos.
-Una mierda. – Estaba súper colocado. No había ganas de discutir. Pasé de él y volví con mi grupo.
-Alex, estas demasiado borracho.
-¡Otra vez con el temita! Me lo estoy pasando de puta madre chaval. – Perdí el equilibrio, pero pude sostenerme. – Prueba esto, ¡te vas a quedar flipao!
-¡Te estas drogando!
-No, estoy fumando porrillos de nada. ¡Mira, una gaviota!
-¿Qué gaviota? Joder Alex...
-¡Pues toma por idiota! – Me reí tanto que me dolía todo el cuerpo. Mi gran amigo “El Gaviota”, que me dio a probar todo aquello, vino colocado también, creyendo que le llamaba.
Robe no sabía qué decir ni hacer. No daba crédito a lo que veía. Volvimos a discutir, pero conseguí irme con mi pandilla, que me ayudó a librarme de él. Le dije que cada uno se fuera con su vida y punto. Pero no dejó de insistir y empezaron a pegarle para que yo no me fuese. Incluso Fran le partió el labio. En ese momento me sentí importante y bastante animado. Los porros me habían dejado ciego y en vez de ayudar a mi amigo me quedé observando la escena.
Le dejamos en paz, nos dimos la vuelta y nos fuimos. Robe no estaba destrozado, pues solo tenia el labio roto y el pómulo colorado, donde le saldría un buen moratón. Abandonamos el parque y nos dirigimos hasta el puente. El río estaba vacío, pero la tierra estaba solo a unos dos metros y medio. Yo ya estaba volviendo a la realidad, pero seguía igual de cabreado. Iba detrás de la pandilla. Estábamos cruzando el puente, y fuimos por el lado derecho, pegados a la barandilla. Mis amigos estaban bastante fumados y hablaban sobre el río mientras se sujetaban a ella.
De pronto, sentí que alguien me agarraba del brazo desde detrás, y tiraba de mí con mucha fuerza. Mientras tiraba, me decía: "venga, Alex, déjate de gilipolleces y vuelve a casa, que estarán todos preocupados." Durante esos segundos pensé en que me tenían encarcelado, sin salir, sin divertirme, vistiendo ropa calentita que me prestaban para que no pasara frío, tomando pastillas cada tres horas, persiguiéndome, obligándome a hacer cosas que no quiero, entretenerme hablando y hablando o jugando al dichoso parchís... Estoy harto.
Sin pensarlo dos veces, me di la vuelta bruscamente para empujar a Robe y poder librarme de él.
-¡¡¡QUE ME DEJÉIS EN PAZ!!! - Grité.
-¡¡¡ALEX...!!! - Después del grito de Robe, silencio. Todo pasaba a cámara lenta.
Cuando me di la vuelta, ya no estaba. Silencio. Hasta que un sonido me despertó del trance. Venía de abajo. Me asomé, y un calambre que me recorrió el cuerpo de pies a cabeza me hizo darme cuenta de lo que acababa de pasar: Robe estaba tirado bajo el puente. Le había tirado por la barandilla al empujarle.
No había mucha distancia hasta el suelo, pero, aún así, no se movía. Nos acercamos a él, le agité fuertemente, angustiado. Nada. Se habría desmayado, porque nada más grave pudo sucederle desde esa altura. Alguien llamó a la ambulancia y todos corrieron para que no les pillaran con todo ese alcohol y droga. Fue entonces cuando me di cuenta de qué amigo merecía la pena y qué amigos no. Me quedé sentado a su lado, esperando a alquien que le ayudase, reflexionando sobre lo que acababa de pasar y lo que llevaba diciendo desde hacía un rato: me ayudan porque se preocupan por mí. Robe se ha llevado toda la fiesta vigilándome por lo mismo... y yo lo tiro por un puente. Qué bonito agradecimiento.

sábado, 21 de enero de 2012

Capítulo 57

Pasaron los minutos, las horas, los días… incluso los años. Todo había cambiado, pero no precisamente como nosotros quisimos…
El mundo era demasiado repetitivo. Todo era tan monótono…
Desde la horrible noticia, caí en una leve depresión. Fue así porque me sentí presionado por la depresión de mi hermano, y tuve que levantarme con la poca fuerza que me quedaba para sacarle a él de ella. No habla tanto como antes, ha perdido su chispa. Sus ganas de bromear se esfumaron al verse afectado por la enfermedad. Nuestros amigos nos apoyan continuamente. Ana siempre que podía acompañaba a Alex durante la tarde, y Rebeca charlaba con él continuamente. Actuaban como amigas ejemplares. Robe y Guille iban más a bien a su rollo, pero siempre estaban a su lado cuando les necesitaba. Guille había encontrado un pequeño trabajillo. Dirigía el periódico de su universidad. Se encargaba de administrar el dinero que ganaba su pequeña empresa, contrataba o despedía a chicos y chicas que demostraban su destreza al redactar y fotografiar, y, a su vez, participaba con ellos. La universidad le pagaba algo de dinero por mes, que también ayudaba para pagar el tratamiento de Alex.
Robe, en cambio, no encontró ningún trabajo. Pasaba ahora el doble de tiempo conmigo, animándome, alegrándome en momentos donde solo podía pensar en angustia y preocupación. Se vino a vivir con nosotros un buen tiempo, y terminó quedándose definitivamente, pues su compañero de piso se había vuelto con su familia.
Hubo muchos días malos, más que buenos..., tanto para unos como para otros. Nada tenía sentido para mí… pero empecé a trabajar como un poseso para permitirnos el tratamiento más rápido y eficiente. El grupo ya no es el mismo. Pasaron años sin diversión, sin risas… sin motivaciones para seguir. Lo único que nos mantenía unidos como una piña, era Alex.


[En su cuarto, Eitan reflexionaba algo más sobre su grupo, que se había convertido en su actual familia. Sin embargo, pensamientos algo más optimistas se centraban en la cocina, donde se encontraba el joven del lugar…]


Por fin me decidí. Tras años esperando y dudando, me lancé a la piscina. Una o dos semanas después de la noticia de Alex hablé con Ana y le dije que la amaba. Ella no se lo tomó mal, me dijo que no sentía lo mismo, que estaba enamorada de Robe, pero me dio un abrazo y me aseguró que nunca desaparecería y que estaría ahí siempre. Al fin y al cabo, soy su media sandía. Y ella, la mía.
Pasó el tiempo. La relación con Luis mejoró, pues lo conocí a fondo y me di cuenta de que, a pesar de su orientación sexual, es igual que todos los demás. La gente piensa que por ser gay, un chico quiere también parecerse a una chica. Pero no, no siempre. Y también aumentó mi relación con su hermana, Mónica, con la que llevo saliendo un año y tres meses. Me terminó de conquistar cuando me dijo que llevaba enamorada de mí desde aquel día en que nos tropezamos en su casa. Aunque le costó soltarlo. Pero dejé mi alma tranquila al decirle por fin mi secreto a mi mejor amiga, y, además, estaba con Mónica, una chica única en su especie, la más guapa de todas. Así que, en ese tema tan complicado llamado Amor, y en ese otro tema que soluciona sus heridas pero hiere aún más, llamado Amistad, me iba, y me va, perfectamente.