martes, 24 de julio de 2012

Capítulo 64


Hay una canción... esa canción... cuya letra parece haberse escrito para mí:


"En estos momentos la tengo al lado, mientras escribo ésto la estoy mirando, me doy cuenta, estoy enamorado, es mi niña y la quiero más que a mi vida..."


Dormía tranquila, dejando caer su mano en mi pecho, y yo no podía parar de cantar esa canción. La susurraba, cantaba para mí mientras quedaba embobado con la mirada fija en ella. Me acerqué y le besé la mejilla. Como respuesta a su sonrisa, susurré un suave "buenos días, amor".


Ana y Guille se quedaron esa noche con Robe: su última noche en el hospital. Hacía tiempo que no veía una sonrisa tan grande en el rostro de la chica. Se merecía esa alegría. Como recompensa por ese tiempo abundante de lágrimas. Y el otro enano, bueno, como siempre junto a ella, cuidándola, se negó a dejarla sola. Aunque ya no, no estaba sola, su razón para sonreír ahora la acompañaba. 


Rebeca, aún cansada, decidió quedarse en la cama unos minutos más. Yo, en cambio, no podía pegar ojo. No lo había pegado en toda la noche, pues me levanté dos veces a visitar el cuarto de mi hermano. 


Bajé las escaleras, silencioso, y me dirigí a la cocina. Una música de fondo me hizo sobresaltar: "sube la mano y grita Gol, Gol, Gol..." ¿De dónde venía? La puerta de la cocina estaba cerrada, y a medida que me acercaba se escuchaba más alta la música. ¿Quién va a estar tan ambientado a las nueve de la mañana? Abrí sigiloso, por miedo a encontrarme con una catástrofe... ¿Alex?


-¡Hombre, hermanito! ¡Por fin levantado! - No podía creer lo que veía. Mi hermano, junto a la cafetera y con una sartén en la mano, agitaba una tortita con ánimo. En la mesa, tres vasos con zumo; tres tazas: una de café, otra de leche y otra de chocolate; un gran plato central con churros; bolsitas de azúcar y tres tortitas por plato, a completar con la acróbata de la sartén, adornaban la mesa. No olvidemos la música de la radio junto a la puerta.


-Pero...


-Hacía tiempo que no preparábamos un desayuno de éstos, ¿eh? - Mi hermano, sonriente, dejó la tortita que faltaba en el plato. Mientras, oía los pasos de Rebeca al bajar.






Hay que ver cómo cambian las cosas de un día para otro. Un jueves, tan tranquilo, vas a la universidad pensando que solo queda un día para el fin de semana y te podrás relajar, y de pronto te enteras de que hay examen al día siguiente. Y no un examen cualquiera, sino uno de esos para los que deberías llevarte dos semanas estudiando. Pasas de pensar en nada a pensar en todo.


Pero una nueva noticia me alegra el día. Me llaman diciendo que uno de mis mejores amigos, después de poco más de un mes, ha despertado de un coma. Puaf, eso sí que es cambiarte la expresión de la cara.


Mi vida amorosa también ha dado un giro bastante brusco. Sí: Mónica me ha dejado. Decía que ya no era lo mismo, que no sentía tanto como al principio... que se aburrió, vamos. Aunque también podría ser por el tío con quien se lió la semana pasada, digo yo. Bueno... el caso es que ya no tengo ninguna chica ni ninguna relación por la que preocuparme, sino a todos mis amigos, para poder disfrutar con ellos durante toda mi vida. ¿Qué más puedo pedir? Tengo que aprovechar cualquier hueco de la mañana para empezar a estudiar. Así podré estar un rato con Robe cuando vuelva a casa.






[Cómo veis, la vida de cada uno de ellos empieza a retomar sentido y satisfacción. Es lo que muchos filósofos dicen: “La vida no es más que un juego en sí misma”… Un juego que hace todo mucho más interesante. Sensaciones tristes, alegres, malas y buenas noticias, sonrisas, lágrimas, relaciones que empiezan a abrirse, relaciones que se cierran, relaciones que permanecen para siempre… es así la vida. Tras varios años de apoyo hacia Alex, la recuperación de Robe junto a Ana, de nuevo la definitiva integración de Guille en el grupo y el profundo amor entre Eitan y Rebeca algo nuevo aparece, algo inesperado o, tal vez, esperado por muchos… algo más.]