viernes, 5 de agosto de 2011

Capítulo 32

Esa mañana me levanté decidido. Sabía lo que tenía que hacer, y así hice. Llevaba desde el día anterior comiéndome el coco, diciéndome que hoy debía hacerlo. Debía conseguirlo. Debía conseguir aquellas cosas que perdí al precipitarme demasiado: me había quedado sin huevos para mi súper tortilla con bacon, salchichas y chorizo.
Estaba muy orgulloso con el resultado, con una sonrisa de oreja a oreja. Después de comprar y hacer la tortilla, una vez ya dentro de los estómagos de mis amigos, cada uno dijo su opinión:
Eitan: ¡Está increíble! ¡Ya eres un “Karlos Arguiñano”!
Guille: ¡Dios, es la hostia!
Rebeca: ¡Wao, deliciosa!
Ana: Mmm… ¿Me preparas otra para media mañana?  J


Después de llenar mi hambriento estómago con la deliciosa conmida de Alex, cogí una mochila y metí lo necesario. Poco después, salí por la puerta, con el propósito de conseguir aquello que habían robado mis “amigos” a mi mejor amiga.
Ya sabía donde vivía el Piki, me lo dijo el día anterior, pero aún así tardé un poco en encontrar la casa. Cuando llegué, me di cuenta de que vivía solo. Ni padres, ni abuelos, ni tíos, ni amigos, ni compañeros. Ni si quiera aquellos compañeros que teníamos de pequeños. Una pequeña casa con una cocina, una sala de estar, una habitación y un cuarto de baño.
-¡Hombre, pero mira quién es! ¡Mi amigo Guille!
-¡Eii! ¿Qué ha sido de ti?
-Pues nada, aquí estoy apañándomelas como puedo.
-Ya veo… Bueno, ya sabes a qué vengo. ¿Dónde están las cosas?
-Ehh…. –Puso cara de inocente, como pone siempre. – Las tiene el Leiva. – En ese momento, un temblor recorrió mi cuerpo. Sería un escalofrío. Y todo, por el simple hecho de haber escuchado el nombre de ese psicópata.


(Al día siguiente….)
Lunes. Tres de la tarde. Un hambre increíble. Y una gran avalancha de gente rodeándome. Gente que quiere salir para dar una vuelta con sus amigos, su media naranja, ir a comer con su familia, tirarse en un sofá a descansar… o irse a jugar a cartas frikis con frikis. Y ahí en medio estaba yo, entre toda la multitud intentando escapar… cuando vi una cabeza que me era familiar. No una cara, una cabeza. El pelo larguito, un poco menos que Guille, pero más que Eitan. Marrón oscuro, que a la luz del sol parecía castaño. Se da la vuelta. Esos ojos verdes tan bonitos que reconocería desde lejos… Espera, espera… ¿esa camiseta es la que yo creo que es?       ¡¡Lo es!!    O.o



(Volviendo al día anterior…)
Lo hice. Finalmente, fui a su casa, decidido.
-Hola.
-¡Mira quién es! ¡El renacuajo!
-Sí, sí… -quería llevarle la corriente. No tenía ganas de peleas con él, sabía lo que era capaz de hacer. – Oye, ¿me dejas lo que birlaste ayer?
-¿El qué?
-Ayer le robásteis a una chica, ¿no?
-Ehh… sí. ¿Por?
-¿Me dejas ver lo que conseguísteis?
-Sí. Aunque… qué extraño. No vemos al pequeño Guille desde hace años y, por una vez que viene, quiere ver algo que hemos pillado… - Siempre me llama Renacuajo, Pequeño o algo de eso. Todo porque es más mayor que yo… Y un creído de cuidado.
-Sí, es que… -No podía decir que era de una amiga mía, porque no me lo daría. Por lo que me dispuse a decir lo primero que se me pasó por la cabeza. – Necesito dinero… y, como vosotros ya tenéis muchas más cosas, ¿qué mas os da darme una cartera, un reloj y unos pendientes?
-¿Cómo sabes lo que es?
-Me lo dijo el Piki. Le pregunté y me dijo que podía quedarme con eso.
-Ahh, vale. Bueno, pues toma. De todas formas, luego nos dimos cuenta de que tampoco valen tanto. –  Por fin. Lo tenía ya todo en mis manos.
-Gracias, tío. A  ver si algún día me paso por aquí para divertirnos un ratito, ¿no? – el Leiva aún creía que yo seguía metido en eso.
-¡”Enga”!
Y, gracias a Dios, salí ileso de aquellas casas. Dos casas que no volvería a pisar en mi vida. O eso esperaba. Ahora podía demostrarle a Ana que sigo siendo yo, el Guille que ella conoció, y que paso de esa mierda. Y entonces podré abrazarla sin que ella piense que está entre los brazos de un delincuente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario