miércoles, 24 de agosto de 2011

Capítulo 37

Desde aquel día, nos veíamos todos los fines de semana. Mis amigos me invitaron a quedarme a vivir con ellos, pero no podía dejar a Sergio sólo en el piso.
Las primeras semanas, Ana y yo estábamos muy contentos. Cada vez que nos cruzábamos por los pasillos nos guiñábamos un ojo, nos sonreíamos de oreja a oreja o, algunas veces, hasta nos dábamos un abrazo. Casi no podía esperar durante la semana para poder ver a mis amigos.

Fueron muchos años sin ellos y hay muchas anécdotas por contar...




Entre las rocas de la playa valenciana, escapaba de sus intentos de caza un pequeño cangrejo, escondiéndose en el hueco más recóndito y pequeño de todos.

-Joé con el cangrejo… - exclamó decepcionado Eitan en su fallo.

Me reí suavemente y cogí el cubo donde se encontraban dos cangrejos más que media hora antes, con mucha suerte, conseguimos atrapar. Puse a los dos pequeñajos entre un hueco de las rocas, cerca de donde se había escondido el rebelde cangrejo que llenó de rabia a mi compañero.

Ya atardecía suavemente este sábado convirtiéndose en domingo. Mañana tendríamos que dedicar el día al estudio, previniendo el lunes.
Tan solo aprovechamos el envidiable día de verano que hacía en pleno otoño para ir a coger cangrejos y después volvimos a casa.

En el camino estuvimos conversando sobre varios temas, con Hit FM de fondo.

-Desde que Robe está con nosotros estoy tan contenta... – dije con una sonrisa de oreja a oreja– Lo veo todos los días, como en el instituto. Solo que ahora me lo cuenta todo, ja, ja.

-¿Antes no lo hacía?

- No, antes no me solía contar mucho de su vida. Estaba más tiempo con vosotros.

-Entonces no lo sabes todo, todo - me contestó guiñándome un ojo, acompañado por una sonrisa que, enseñando parcialmente los dientes, se formaban en su cara dos leves marcas sobre la comisura de sus labios.

Le miré intentando comprender a qué se refería. Es obvio que no me ha contado todo lo que a él, pero la pregunta que me surgía era: ¿Qué sabe Eitan que sea tan importante como para insinuármelo?

Estuvimos unos minutos en silencio. Quedaba poco para llegar y me corroía la intriga. Así pues, pregunté sin pensármelo.

-¿Qué es lo que no sé? – Eitan sonrió de nuevo y me miró con sus grandes ojos castaños.

-Nada, era una broma.

-Eitan, se nota cuando mientes. - Me miró seriamente buscando una explicación para mi comentario - Cada vez que lo haces miras hacia otro lado para ocultar que te ríes por lo bajo. - pasaron unos segundos y no dijo nada. Solo suspiró. - Dímelo.

-Debes prometerme que te callarás. Es el último secreto que me hizo guardar. Supongo que ya con el paso del tiempo se habrá olvidado. Pero aun así no quiero que le saques el tema, ¿entendido?

-Entendido – dije interesada por aquel misterioso secreto. Toda oídos, me quedé en silencio escuchando cada palabra que salía de su boca.

- Antes de que Robe se fuera, me dijo que le gustabas un poco, pero que no quería pensarlo para no echarte de menos.- Me quedé pensativa y miré hacia la ventana, sorprendida. (Aun que después me di cuenta de que en el fondo lo estaba sospechando) Entonces me giré de nuevo hacia Eitan y empecé a reírme. Él me siguió y seguimos hablando de lo nuestro casi riéndonos de nuevo.

Fue una noticia extraña y graciosa, pues es algo que no me imaginaba y que, al mismo tiempo, sospechaba. Fue como un chiste para mí, hasta que llegué a mi habitación. Cuando me encerré en mi pequeño mundo, ya no reí más. Sentí entre preocupación y alivio. Me senté en la cama con una tonta sonrisa asomando en mi cara y, tras pensarlo un momento, me alegré de haber oído aquella noticia. No porque me haya hecho reír, sino porque llevaba mucho tiempo esperando oírla.

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