domingo, 19 de diciembre de 2010

Capítulo 5

Realmente, creo que no es plan que me guste una chica en estos momentos del curso.  Prefiero que seamos amigos que duren toda la vida a novios que ni una semana. Me gustaría que llegáramos a tener tanta confianza entre nosotros que seamos inseparables, y así, al fin, tendría una amiga en la que confiar mis secretos e ilusiones. Sé que ella también busca a alguien así. Se nota como a veces calla por no querer contar demasiado, pero realmente desea contarlo todo. Sus ojos la delatan siempre. Tal vez sea que me haya vuelto loco, o que simplemente le entiendo. Está buscando apoyo, un hombro donde desahogar sus malos momentos. Aunque parece que no lo necesita siendo tan alegre como es y teniendo a las amigas que tiene. Pero al final, todo el mundo necesita a alguien a quien contarle todo, alguien que te abrace cuando más lo necesitas, alguien que te sonría para hacerte sentir mejor, alguien que haga tonterías para hacerte sonreír… y que no siempre tenga que ser de tu mismo sexo para escucharte. ¡Y yo estoy dispuesto a ser esa persona! (…)

Estas fueron mis últimas rayaeras desde que creía que me gustaba Rebeca, hace ya más de medio año. Desde entonces somos mejores amigos, y por supuesto, tenemos más confianza que en cualquier otra cosa en el mundo. ¡Somos casi hermanos! Robe, por fin, acabó aceptando que éramos solo mejores amigos, y dejó de ser tan cansino. Pero de vez en cuando, si estamos ella y yo en plan “cariñosos” (algo normal entre amigos, nada más) Robe vuelve al ataque. Ay… en fin, ya estoy acostumbrado.

Miré el reloj. Son las 6:45, aún falta un cuarto de hora para poder prepararme, desayunar e irme al instituto. No tengo nada de sueño, pero intentaré dormir unos minutos más. Nada. Estoy como... nervioso. Será porque el fin de semana está cerca. ¿Y si voy a hacerle alguna perrería a mi hermano? No, que si no me echan la bronca después. ¡Puf, como me aburro! ¿Y si…? No, no. Seguramente estará durmiendo. ¡Bah! pero si ella está durmiendo, yo me estoy aburriendo, ¡que es peor! ¿Le molestará? ¡Es igual! Acabará perdonándome seguro, espero (…)

-Jamás podrás conmigo, ¡enorme dragón! ¡Soy Rebecuda, y puedo hacer cualquier cosa! ¡Al ataqueeeeeeeeeeeee! ¡Zas!, ¡zas! ¡Te arrepentirás de lo que le hiciste a mi pueblo! ¡Zasca! ¡Toma ya!...

Brr… brr… brr… brr… brr… (…)
-… ¿mm? – Me están llamando al móvil, pero… ¿qué hora es? ¡Uf, que sueño!- ¿Seeei?

-¡Buenos días dormilona! ¿Qué me cuentas?

-¿Eitan?
-¡El mismo!
-Pero… ¿sabes qué hora es? 
-Sí… casi las 7, pero es que… me aburría, joo…
-Si nos vamos a ver en menos de una hora… ¡Uf!

-Bueno, bueno… ¡no te mosquees! ¿Soñabas con caballeros y dragones o qué? – dijo medio riéndose.

-Más o menos… - dije mientras bostezaba. – En el instituto te vas a enterar.

-No, lo decía porque has tardado y todo en contestar… ¡Ja ja ja! A saber con lo que soñabas… ¡con las paranoias que tienes en la cabeza!

-¡Aish! Déjame anda…

-Bueno pitufa, te dejaré en paz. Por ahora… jijiji… Dentro de un momento nos veremos ¿ok? ¡Buenas…!

-Adios. – le colgué sin esperar ni un segundo más. ¡Me ha robado 5 minutos de mi valioso tiempo nocturno! Lo mejor es que cuando me vaya a dormir de nuevo vendrá a buscarme mi hermano mayor diciéndome: "Venga dormilona, a despertarse."

Cierro los ojos, y empiezo a pensar en el sueño de antes...

-Vamos dormilona, ya es hora de despertarse. Venga, que dentro de nada es viernes, por fin… - me dijo, como esperaba, Logan. Eitan… te odio.


Me senté en mi silla, aún dormida. Todos charlaban en distintos sitios de la clase.

-¡Hola! ¡Qué de tiempo sin hablar! – Eitan se acercó a mí con una sonrisa de oreja a oreja.

Si digo la verdad… estaba tan cansada que no tenía ganas ni de alzar la mano. Aquella noche me había acostado bastante tarde, y encima me despierta llamándome a las 7 de la mañana (…).

-Te vas a enterar cuando no tenga sueño y me de por llamarte… porque yo no cuelgo el teléfono. – Dije mientras le miraba con cara de asesina. Sí, pongo caras raras que me identifican… al menos según Ana.

-¡Eitan! ¡Corre, ven!



 Miré hacia la puerta, de donde venía aquella llamada desesperada. Allí estaba Ana con cara de agobio. Volví a mirar a Rebeca, quien me miraba de la misma forma, sin ninguna idea de porqué apareció así de repente.

-¿Qué pasa?

-¡Alex! ¡Se está peleando con uno en el pasillo!

-¡Joder!

Fui corriendo al pasillo. Ya me imaginaba con quién se peleaba mi hermano y por qué.  Los vi, peleándose con toda la rabia que eran capaces de acumular. Puñetazos por aquí, caídas por allá…

-¡Alex!

Intenté agarrarle como pude: por la camiseta, por la cintura, por los hombros, por el cuello… pero tenía tanto cabreo que no podía parar. Casi me lleva por delante, pero conseguí soltarme a tiempo. Todo terminó con un fuerte puñetazo que le dieron a Alex en el ojo. Se apartó del otro, quien lo miraba con maldad, con las manos en los ojos y casi llorando del dolor.

-¡Para ya! ¡Más te vale no volver a acercarte si no quieres acabar peor! – Me acerqué a él para sostenerlo, no paraba de tambalearse.

-Dios… sácame...

Lo saqué de allí lo más rápido que pude y lo llevé abajo, a la enfermería. Mientras esperábamos en la puerta, me contó la historia:

-Ese es un imbécil que solo sabe meterse con la gente. Hoy vino hablando mal de la chica que me gusta, una de otra clase. Al principio aguanté un poco, pero sobrepasó mi límite. Empecé a decirle cosas y me empujó 1 ó 2 metros. Ya era el colmo. Me acerqué y le metí un puñetazo en la cara, pero como está tan duro no le hizo daño alguno, o al menos eso parecía. Es un capullo, ya está, estoy bien.

-Eso dirás tú. Ya la liaste. Esta es la tercera vez que te peleas con él y en la que peor has salido. Mira que te lo he dicho veces, no te vuelvas a acercar.

-Está en mi clase, ¿quieres que pida que me cambien solo porque una “deformación” que no me cae bien está en mi clase? Eso es de cobardes...

-No se trata de ser cobarde o no, se trata de que te deja caos cada vez que te enfrentas a él, y aún así sigues y sigues. No digo que te cambies, solo que dejes de buscarle. No le escuches, así no tendrás motivos para pelearte.

-Oye, estoy bien, de verdad. Vete, no te vayan a poner un parte.

-Pues tu ceja sangrante dice lo contrario.

-Mira, ahí viene la enfermera. Vete anda. Gracias por sacarme de allí.

No tuve más remedio que irme. Cuando llegué, la puerta de la clase estaba cerrada.

-¡Anda hombre!

Llamé.

-Eitan, la próxima vez que te retrases te pongo un parte. – Típica frase de los maestros. No quise contarle el por qué, no quería meter a mi hermano en ningún lío además de los que tiene.

-Lo siento, estaba en el servicio. – Típica excusa.

Me senté en mi sitio. Rebeca, al otro lado del pasillito que quedaba entre las mesas, me preguntó, sin pronunciar palabra, qué había ocurrido. Le hice la típica señal de “luego te cuento” y miramos los dos hacia adelante antes que la profesora nos pillara.
 Desde luego, cada vez siento que mi hermano depende más de mí. Sí, es verdad que sabe defenderse bastante bien, pero contra aquel tipo nadie gana, y de no ser por mí estaría pegándole palizas aún, o en el despacho del director.

No hay comentarios:

Publicar un comentario