sábado, 17 de diciembre de 2011

Capítulo 55


Me situaba en la biblioteca de la universidad. Había cogido prestado uno de los mini-portátiles que se podían alquilar por diez céntimos la hora. Robe se acababa de ir, pues su clase de oceanografía estaba a punto de empezar, pero yo tenía la hora libre. Me metí en Google y comencé a buscar información sobre manchas en el cuello. No había visto nunca la que tenía Alex. Mi hermano es alérgico y le salen manchas muchas veces, pero la de Alex no se parece en nada a las de Alan, más que nada por su color oscuro.
-Manchas causadas por alergia... No. - Había miles de resultados sobre manchas, pero las primeras no me servían de nada. -Manchas después del embarazo... Emm... Como que no. -Muchas opciones, ninguna posible... - Manchas por síntomas de... - Dejé de leer al terminar aquella frase. Mis ojos se abrieron como platos, mi expresión cambió totalmente y leí y releí la frase para estar segura de que no lo había entendido mal. - Dolor de cabeza, cansancio, manchas en el cuello... - No podía creer lo que estaba viendo. No podía creer que Alex creyera tener una simple gripe, pudiendo tratarse de esto...
La hora había pasado. Pocos minutos después de oír el timbre, vi a Robe entrar en la biblioteca, camino del mostrador para devolver unos libros. Lo paré de inmediato, agarrándole del brazo, obligándole a sentarse a mi lado.
-¡Ey, ey! ¡Que me va a salir un moratón en el culo!
-Mira esto. - Le enseñé lo que ponía en la pantalla, pero se quedó un poco extrañado.
-¿Qué pasa?
-¿No le has visto el cuello a Alex?
-No, ¿por?
-Tiene una mancha igual que estas. ¿Y si...?
-¡Anda hombre! ¿Cómo va a tener eso?
-¡Míraselas tú!
-Ana, en vez de jugar a los inspectores deberías centrarte en ese examen que tienes el...
-Robe... - Le miré con seriedad. Fue entonces cuando le hice entender que sí me lo tomaba en serio.
-Pff... - Resopló.
-Si no te importa, puedes irte.
-No. Claro que me importa... pero...
-El otro día Alex y yo hablamos de que o el peso del cuarto de baño estaba mal o estábamos perdiendo demasiado peso. Yo le dije que a mí me funcionaba bien, él me dijo que había perdido cerca de cinco kilos... - Los dos, callados, pensamos lo mismo.


<< Brr... Brr... Brr...>>
Mi móvil sonaba, a pocos centímetros de mí, pero no le hacía caso. Un enorme peso que tenía encima no me permitía pensar en otra cosa que no fuera ella. Ella... Poco a poco, a medida que pasaba el tiempo, me estaba dando cuenta de que pensaba en ella a cada momento. Cada vez que veía su sonrisa se dibujaba una en mi rostro. Siento ganas enormes de abrazarla cada vez que estoy con ella, y aún más ganas de probar sus labios. Esos suaves labios que mis mejillas han tenido la oportunidad de rozar... Solo mis mejillas...  Pero no se lo puedo decir. No puedo decirle lo que siento. Porque la veo tan feliz con él... Y porque ese "no" rotundo me rompería el corazón. Aunque ya me lo está rompiendo poco a poco...
El móvil seguía sonando. Me asomé a la pantalla y vi el nombre: Mónica. Hacía tiempo que no la veía. Estuve durante un tiempo enamorado de ella, pero eso fue pasado. Aunque... tal vez podría olvidarme un poco de Ana pasando más tiempo con Mónica.
-¿Sí?
-¡Hola, Guille!
-¡Hombree! ¡Qué de tiempo! ¿Cómo estás? - Me encanta esa cualidad que tengo: parecer estar en un estado de ánimo cuando en verdad, por dentro, siento todo lo contrario.
-Pues bien, ¿y tú?
-Bien, contento de hablar contigo de nuevo.
-Genial, porque quería invitarte al cine esta noche. No tengo nada que hacer y pensé que te gustaría ver una buena película conmigo.
-Claro, me encantaría. Por fin tengo asegurada una noche en condiciones. - A los dos nos entró la risa tonta.
-Bueno, ¿qué te parece si nos vemos en la puerta del cine a las diez?
-Vale, allí estaré. ¡Hasta luego!
-¡Adiós!
Justo cuando colgué, escuché el sonido de la puerta, y unos rápidos pasos a continuación. Ana entró deprisa en la cocina, donde me encontraba yo sentado, tomándome una taza de café calentito.
-Guille, ¿está Alex? - Parecía preocupada. Dos o tres de sus traviesos pelos se colaron por la comisura de su boca. Cómo deseaba en ese momento ser ese pequeño mechón de pelo...
Se lo quitó rápidamente, y Robe apareció por detrás, también algo nervioso.
-¿Está o no?
-No, no. Me ha dicho que salía a comprar algo para desayunar mañana.
-¿A cuál ha ido? ¿Al de la plaza o al del centro?
-Ehh... no sé. Conociendo a Alex, supongo que al  de la plaza, que está más cerca, y así no tiene que andar tanto. - Los dos se dieron la vuelta de inmediato y se dirigieron a la entrada -¡Ana, espera! - Agarré a Ana por el brazo y la coloqué frente a mí. -¿Qué pasa con Alex?
-Luego te cuento. ¡Tú corre!
A paso acelerado, llegamos a la plaza en pocos minutos, los suficiente como para enterarme de todo el asunto. Cuando entramos en el supermercado, fuimos todos del tirón al mismo estante: el de las chuches. Y, como suponíamos, allí estaba, rebuscando entre los regalices.
-¡¡¡Alex!!! - Seguramente, un hombre que estaba en el estante más lejano se habría enterado del grito que pegamos los tres a la vez. Nuestro amigo dio tal salto que por poco no tira los Chupa Chups al suelo, junto con las tres o cuatro bolsas de chicles que ya había tirado.
-¡¡¿¿Pero qué pasa??!! ¡¡No me digáis que os habéis cargado la Play que pensaba pasarme hoy la noche batiendo mis récords!!
-No, ven aquí. Robe, Guille... ¡Sujetadle! - Entre los dos, cogimos a Alex por los brazos. Por nuestras caras, ninguno sabíamos lo que se proponía Ana.
-¡¡Ohh, dios!! ¡¡Seguridad, seguridad!! ¡¡Intento de violación en el pasillo seis!! - La chica le quitó el pañuelo a nuestro preso, quien, como reacción, se encogió de hombros. -¿Qué estáis haciendo? ¡Dejadme en paz! - Alex comenzó a ponerse serio. Ana miró a su novio, quien entendió lo que tenía que hacer: agarró a Alex por los pelos de la coronilla y tiró hacia abajo, haciendo visible el cuello de nuestro amigo. Ana apartó el cuello de su camisa, y se quedó observando. -¡Por favor...! - Cuando los ojos de Ana empezaron a brillar, dio un paso atrás. -Dejadme ya, joder. - Alex, cabreado, se deshizo de nosotros. Nos miró con ira y duda al mismo tiempo. A continuación, miró a Ana, quien le hizo cambiar su rostro totalmente a una expresión de preocupación.
-Alex... Deja de mentir. - Su voz se congojaba. Robe y yo nos manteníamos callados, observando la situación.
-¿Mentir? ¿Pero qué estás...?
-¡Alex! ¡Que no soy estúpida! Te escucho todas las noches bajar a la cocina a por pastillas por el gran dolor de cabeza que te entra. No comes casi nada y has perdido un montón de peso en poco tiempo. Y ahora en vez de tener una mancha extraña en el cuello, tienes dos o tres. ¿QUIERES DECIR DE UNA VEZ QUE COÑO TE PASA? –Algún que otro cotilla que pasaba cerca se quedó observando el momento. Alex se quedó callado y serio ante la pregunta de Ana. Pero la cosa cambió cuando una lágrima cayó por su mejilla. Éste bajó la cabeza, respirando hondo, intentando no dejar escapar ninguna otra lágrima, y volvió a alzar la mirada.
-Lo siento. No quise preocuparos... - Los ojos de Ana también dejaron caer una lágrima al ver que su amigo confirmaba su hipótesis, y los de Robe estaban a punto. Los míos, en cambio, ya la habían soltado por el camino, al enterarme de la noticia. Se veía que Alex no quería continuar, pero al ver nuestras caras, decidió terminar lo que había empezado. - No quise contároslo porque no quería ser el pequeño niño malito al que tienen que cambiarle los pañales y darle de comer con una cuchara de goma... - Una segunda lágrima cayó de los húmedos ojos de Ana, mi pobre e inocente Ana.
-¿Qué te dijo el médico? - Robe habló por primera vez después de aquel grito al entrar.
-Que estoy en la segunda fase. Que si me llegan a coger unos meses más tarde no podrían hacer nada.- Ana se abalanzó sobre Alex, abrazándole, mientras le empapaba el hombro de lágrimas.
-¿Tiene cura?
-Un tratamiento continuo que no me hará inmune, pero alargará... - Miradas intensas entre los cuatro acabaron la frase.
Mientras hablábamos en casa, yo no hacía más que pensar y pensar. Pensé el dolor que sentíamos dentro. Pero, cuando me di cuenta, se me vino a la cabeza alguien a quien le dolería el doble: Eitan.

2 comentarios:

  1. DIOS!!! No quiero que le pase nada a ALEX!!
    Porfii!!!

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  2. Me he enganchado a tu novela*.* tienes que seguirla, ¡ me encanta ! Por cierto te sigo, pasate por mi blog y dime que te parece, un besito, y feliz año nuevo.

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