lunes, 5 de diciembre de 2011

Capítulo 54

Ese día no almorcé. No sentía más que un nudo en el estómago. Una especie de fatiga  producida por angustia y tristeza. Todos los mensajes eran iguales, pero a la vez distintos en la intención. Al principio todos decían cosas como:


“Me lo pasé bien en la fiesta. Me caes muy bien. Nos veremos pronto, espero. Un besito, Carmen”


O…


“Jajajaja, me rio tanto contigo. Eres un encanto. ¡Un abrazo enorme!”


Y poco a poco todo cambiaba a un…


“¡No sabes cuánto te necesito ahora! Te quiero. ¿Quedamos este domingo? Quiero darte una sorpresa ;) (K)”


O el que más me rompió por dentro…


“Eres increíble en todos los aspectos. EN TODOS. Oi amor, que bien nos fue ayer. Pienso repetir. Te vuelvo a avisar que soy una ladrona de corazones (L) Pero recuerda que es nuestro secreto ;) ¡Te llamaré mañana! Un beso y una rosa, de tu nocturna amiga”


Tras estas dulces palabras que para mí eran más bien amargas, relfexioné y reflexioné sobre el tema. Al menos tenía a Ana a mi lado, apoyándome, como una buena amiga haría. Aunque me contradecía todos los pensamientos negativos que tenia sobre la situación, ella sabía que la cosa pintaba mal. Sin embargo, los pequeños detalles, como “nocturna amiga” o “pienso repetir” que me daban a entender que ya había tenido relaciones con ella, no me aclaraban las dudas del todo. Estaba metida en un mundo sin salida, entre la verdad y la mentira. Sin querer creer, pero obviando que era la cruda realidad.


Eitan llegó casualmente por la tarde, al parecer, según nos contó, se había quedado a comer en casa de su amigo. No sé por qué yo pensaba que realmente no se había quedado allí.


-Hoy ha venido a visitarte una chica. – Nos encontrábamos en su habitación. Él ordenaba y doblaba su ropa, y yo estaba apoyada sobre un lado de la puerta, desde el pasillo.


-¿Una chica? – se sorprendió, o eso intentaba disimular. – ¿Quién?


- Carmen me dijo que se llamaba. – en aquel momento se notó la tensión en su cuerpo, que intentó esconder segundos después. – Bueno, realmente prefirió que le nombrara como “tu  novia” – Dejó de hacer lo que estaba haciendo para mirarme. Después sus ojos se inclinaron hacia el suelo. Volvió a mirarme y lo único que se le ocurría contestar era:


-Qué tontería, ¿no? – hasta entonces conseguí mantenerme intacta, casi insensible al dolor. Un poco más valiente, quise ir al grano.


-¿Quién es esa chica, Eitan


-La conocí en una fiesta. – su respuesta fue rápida y clara. Típico comportamiento de alguien que está mintiendo. O al menos eso reflejan las películas.


-Curioso, ella me dijo que es compañera tuya de la Universidad.


-El caso es que también lo es – me sonrió, con una falsedad que se olía desde la otra punta del país.  Ya comencé a perder el control.


-Eitan, ¿por qué me estas ocultando todo esto? – pasó por mi lado para dejar la ropa sobre un mueble que se encontraba a mi derecha, casi rozándome, pero sin llegar a hacerlo. Me estaba torturando psicológicamente.


-No te estoy ocultando nada. ¿Qué te pasa?- Encima me toma como una loca.


-Pues no sé. Que últimamente estás a tu rollo. Hace mil que no me cuentas nada de tu vida. Estás muchos días fuera. Y esta mañana llega una chica a nuestra casa  preguntando por su “novio”.


-Ella no es mi novia.


-No sé lo que es porque no me dices nada. Pero está claro que algo es. Si no explícame los mensajes de tu móvil. – Mi voz empezaba a congojarse mientras le enseñaba la prueba de oro.


-¿Te has puesto a rebuscar mis mensajes? – arrancó su móvil de mis manos. Las lágrimas comenzaban a caer por mis mejillas. Pero el orgullo se las tragaba.


-¡Qué más da! Me estás engañando y te quedas tan tranquilo. Me tienes medio abandonada y ahora me doy cuenta por qué. Si necesitas a otra chica para satisfacer tus estúpidas necesidades de hombre pues adelante. ¡Pero a mí no me utilices ni me trates como a la misma mierda!


-¿Estás loca? ¡Yo no he tenido nada con esa chica! ¡Nada! Desconfías de mí con mucha facilidad, como veo.


-No me des razones para no hacerlo. – Empecé a llorar, no pude aguantar un minuto más. La angustia me salía por la boca en forma de palabras, palabras rabiosas. – Estás en tu mundo, ya no me quieres, ya no te importa nada que no seas tú.


-A lo mejor estoy cansado de vivir lo mismo todos los días. Y me gusta conocer gente y pasar el tiempo con mis amigos.


-Son más importantes que nosotros…


-No.


-Hoy tus mejores amigos hacen dos años y ni si quiera te has dado cuenta. – Dalí del cuarto, porque ya no podía más. Necesitaba descargar todas mis lágrimas sobre una misma almohada. Él me cogió del brazo, pero resistí. Fue en vano, él tiene más fuerza que yo y pudo bloquearme, pero no pudo llevarme hacia él. Jamás me dejaría llevar cuando estoy tan enfadada.


-Rebeca, te prometo que no tengo ni he tenido la intención de engañarte.  – tranquilizó su voz, intentando calmarme a mí también.


-Me has estado mintiendo. ¿Cómo quieres que confíe en ti? – Me limpié los ojos con mis temblorosas manos.


-Está bien, pues quédate conmigo y te lo explicaré todo. Y cuando digo todo, es todo. Te juro por mi tabla, por Robe, por mi familia, por mi hermano, por ti… que te diré toda la verdad.
Se puso frente a mí e hizo que le mirase a los ojos. Busqué en ellos mentiras y más mentiras, pero no encontré nada. Ni tan siquiera la verdad. Recogí aire e intenté mantenerme serena. Él notó que la tensión desaparecía de mi brazo. Me soltó. Se dirigió a la cama y me hizo un sitio a su lado. Entonces, tras un breve suspiro, comenzó a hablar.


-¿Recuerdas la fiesta a la que fuimos Robe y yo de unas cincuenta personas que Fernando…?


-Sí, lo recuerdo. Desde la discusión de aquel día cambiaste. – Le interrumpí. Solo quería saber quién era esa chica y si había pasado algo con ella.


-…allí conocí a Carmen.


-He ahí la respuesta.


-¡No! No es así. Ella intentó conquistarme, pero no caí. Lo único en lo que pensaba era en nuestra discusión. Incluso me fui de allí para evitar problemas. El caso es que desde entonces  he coincidido con ella varias veces y lleva bastante tiempo intentando ligar conmigo. Por eso siempre me manda ese tipo de mensajes. Por eso es tan insistente.


-¿Ella sabe que tienes novia?


-Sí, he ahí la razón por la que ha venido a buscarme. Para crear problemas en mi vida amorosa y estar libre. Es una…


-¿Y ahora yo tengo que creerme que ella es la mala? – Dije rápidamente, sin dejarle acabar. Me miró triste, decepcionado, tal vez. Recogió aire y se puso serio. Sus ojos me daban miedo por tal seriedad. 


-Rebeca… - se inclinó hacia mí, con su mirada bajo la mía – Te prometo que no ha pasado nada entre nosotros. Es solo para complicar las cosas, para convencerme. Yo solo te quiero a ti. Solo quiero que vuelva la misma pasión entre nosotros…


-¿Qué pasó el domingo? – Me sorprendí de mi dureza, pero se la merecía. No podía caer a sus pies por su cara de niño bueno. Cuando alguien me hace daño, es porque ha querido hacerme daño. Y en ese caso no es nada menos que mi enemigo.


-Quedamos para hablar un rato. Fuimos a la bolera y lo pasamos muy bien. Después tomamos algo en una cafetería y entonces vine aquí. Nuestras conversaciones no salían de indirectas y más indirectas.


-¿Por qué no le dejas claro lo que quieres? -silencio-…porque no lo tienes claro.


-No quiero hacerle daño. Es una buena chica, solo está algo desesperada. O es que le he gustado mucho. – Se rió un poco, pero no reaccioné. – No quería preocuparte. Ni que te encelaras.


-Como si yo fuese aquí una celosa compulsiva. ¿No has pensado que, quizás, por no hacerle daño a ella, me lo has hecho a mí?


-Rebeca… perdóname. De veras que no pretendía hacerte daño. – Voz cariñosa, cuerpos en contacto, besos en el cuello, ligeras caricias…


-No. – El dolor es más fuerte que la tentación. Se apartó de mí, como algo enfadado. Su mirada era triste o preocupada.


-Dios, es que soy un imbécil. - Típico. Ahora asume la culpa, después de hartarse de insistir en que era inocente, y comienza a insultarse a sí mismo para encontrar en mí las típicas palabras: "no seas tan duro contigo mismo", "tampoco espara tanto...". Pero no.


-Lo eres. – Sonreí un poco. Empezaba a tener algo de compasión. No quería, pero no podía evitarlo.


-No me harás mejorar así, jo. – La cosa empezó a perder importancia. Eitan empezó a hablar medio en broma. Pero no lo dejaré pasar.


-Que yo sepa no eres tú quien se siente peor aquí. – Silencio, más silencio. – Cuando vuelvas a ser tú, te perdonaré.


Me marché de la habitación. Conozco bien a mi chico, y sé que por lo menos reflexionará un poco sobre el tema. Estoy deseando que todo se solucione. Que vuelva a ser ese chico tan adorable, como cuando tenía 18 años. Le quiero tanto… si elige cambiar de vida, tal y como me dijo que le gustaría, me hará mucho daño. Mucho. Tendré que buscar la forma de disimularlo…





Siete de la tarde. Un día algo frío. Ponemos la calefacción en el salón y sacamos las mantas. Subí un momento para ir a la habitación de mi hermano. En el pasillo me encontré a Ana.


-Ana, ¿tienes algún pañuelo para prestarme?


-¿Y eso? Vente a mi habitación.


-Es que estoy un poco chungo de la garganta, ¿sabes?


-Ah bueno, pues aquí tengo una gran variedad de productos, por si alguno le interesa.


-Perfecto. Iba a pedírselos a mi hermano, pero los suyos son muy afeminados.


-Claro, y yo tengo los mejores, en plan machote, ¿eh? - Me dio un pequeño empujón mientras reía, y comenzó a sacar pañuelos de un cajón. - Está éste verde...


-Demasiado... chillón.


-Éste azul...


-Demasiado... marítimo.


-Éste gris...


-Mu' soso.


-Éste rosa...


-¡Pero bueno! ¿quieres que vaya amariconado?


-¡Mira! ¡Con lo que me salta! Hoy en día el color rosa también lo llevan los hombres, ¿sabes? Aunque bueno, tienes razón, tu eres un caso aparte... - Muerto derisa, la derribé sobre la cama y comencé a hacerle cosquillas a más no poder. Yo mismo me estaba descojonando con solo oír su risa. Pero, fallo técnico:


-jajaja... ¿Alex? ¿Qué es eso que tienes en el cuello? - Intentando que parase, tiró del cuello de mi camiseta.


-¿Qué?


-Esa mancha extraña.


-¡Ahh!...


-Mira, mira... ¡lo espabilado que está Alex! ¿Quién te ha hecho ese chupetón, pedazo de ligón? Jaja que por muy malo que esté, ¡Alex nunca parará! - Me reí con ella. Por un momento me olvidé del peligro que estaba corriendo.


-No, tonta. No es ningún chupetón. ¿Crees que voy siempre de flor en flor?


-Sí. -Volví a hacerle cosquillas, pero esta vez no duré mucho, pues me dolía la cabeza y me sentía cansado. -¿Entonces? No tienen muy buen aspecto. Tal vez deberías ir de nuevo al médico...


-Nah. Ya me dijo que eran normales, que puede que me entre algo de alergia, no te preocupes. Yo puedo con todo.


-Bueno, si tú lo dices... Si te pones peor, llámame y te acompaño.


-Que sí, mamáaa... - Después de otro pequeño empujón, escogí un pañuelo de cuadros negros y blancos, el más simple que tenía.


Sabía que así no podía durar mucho más, pues el médico me dijo que me saldrían más manchas en el cuello. Pasar de no llevar nunca ningún pañuelo a llevarlos siempre era algo demasiado extraño en mí. Tarde o temprano se darían cuenta... y aún no sabía cómo decírselo ni cómo reaccionarían.

1 comentario:

  1. ¡OMG! Quiero saber ya que le pasa a ALEX!!!!!!
    Y que Eitan deje ya de hacer el bobo y le diga a esa entrometida de Carmen que se pire yaaa!!! Por favorr!!!!

    xD

    Un besote

    Cali

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