jueves, 4 de octubre de 2012

Capítulo 70


27 de abril... 6:45 de la mañana... Un rayo de sol sobre las sábanas...,y solo una persona entre ellas. Otra a no más de diez centímetros de la cama, en pie, con una bandeja entre las manos llena de un rico desayuno y decorada con una hermosa rosa roja. La coloca sobre la mesita de noche y deja su cuerpo caer a la vera del otro aun dormido. Lo abraza, le da un beso en la frente... Sus ojos se abren al mismo tiempo que una dulce sonrisa amanece de su boca.
-Buenos días, amor - susurra ella, aún desperezandose.
-Buenos días - responde él acurrucando su cara junto a la suya. - Hoy es el día - le dice al oído. - Hoy empieza todo.
Miradas serias que por dentro no paran de radiar felicidad. Miradas de pasión, de deseo, de miedo por dar ese paso, pero al mismo tiempo satisfechas de darlo juntos. Miradas que no ordenan a la boca a hablar... Y que aún así lo dicen todo.
El sol da paso a un nuevo día. El olor a café en la casa se mezcla con el de las tostadas recién hechas. Los perros ya llenos de energía arañan la puerta del jardín para salir a juguetear un rato. Se oyen bostezos y al corta-césped del vecino funcionar. Las sensaciones cotidianas seguían como cada día. Pero aquel día no era cualquier día. Todo cambiaría desde entonces. Y por fin, sin obstáculos ni miedos de por medio, aquellos sonidos, olores y gustos se convertirían en eternos para ellos dos. En una casa que será suya y en una vida compartida.
 

[...]

Un pasillo color arena. A ambos lados, sillas blancas decoradas con cintas y flores verdes y rosas. Personas frente ellas, de pie y en silencio. El techo es azul y las luces transmiten calor, uniéndose en una sola. Solo el relajante y dulce ir y venir de las olas rompe el silencio. Un chico bien trajeado, algo más original de lo normal, espera de pie bajo un artístico doble arco de madera.
Una moderna banda de jazz espera sentada y preparada al lado izquierdo. Pasan los minutos... Nada ocurre. Solo se hayan los susurros de la gente en el aire acompañados con la bonita melodía de las olas. De repente, un saxofón comienza a sonar. Esa canción tan conocida y gastada. Esa canción que solo puede significar una cosa... que ella se acerca.

Al comienzo de la pasarela de madera, se oyen pasos lentos y rítmicos. Las notas de aquellos instrumentos los marcaban. Todos se giran y callados contemplaron a la bella chica vestida de blanco. Ojos brillantes, un recogido por delante, formando detrás una rosa con su propio pelo dejada caer sobre una larga y suave melena. Vestido con un precioso diseño delantero, cual daba sensación de deslumbre. Palabra de honor, con una cola arrastrando detrás... Una maravilla.
Al igual que un cisne, bajó por aquella pasarela justo delante de Ana y Julia, quienes llevaban un precioso vestido color agua-marina acorde con el paisaje. Ambas ayudaron a su amiga a sujetar el pesado vestido por el pasillo de arena, donde se hundían sus descalzos pies.
Acompañada de su padre, cual brazo estaba estrujando de los nervios, subió a la pequeña plataforma. Él y ella. Miradas perdidas, sonrisas nerviosas, manos unidas... Y un hombre frente a ellos.
-¿Han venido aquí a contraer matrimonio por su libre y plena voluntad...? - Pasaron los minutos. El cura sonreía a los novios y continuaba con su texto. Eitan, poco después, le sorprendió con un precioso poema, sacado de una de sus canciones preferidas, que hizo que todas las mamás presentes comenzaran a llorar. - ... así pues, ya que quieren establecer la alianza santa del matrimonio, unan las manos... - continuó diciendo el cura tras el pequeño paréntesis. Por fin llegó el momento.
-Yo, Eitan, te acepto a ti, Rebeca, como... - ella le escuchaba admirada. Como si de su héroe se tratase. Nunca se había sentido tan querida y no podía creer que estuviera pasando - y amarte y respetarte todos los días de mi vida. - Se notaba en los ojos del chico nervios y deseo por acabar de una vez y covertirla en su esposa. Suspiró y, atento, dio paso a sus palabras.
-Yo, Rebeca, te acepto a ti, Eitan, como mi esposo y prometo serte fiel...- su dulce voz le envenenaba por dentro. Eitan jamás había sido tan feliz. Aquel día tan esperado había llegado. Y había tantas cosas por vivir a su lado... - todos los días de mi vida.

Cuando ambos acabaron, el cura dio paso a la entrega de anillos. Las damas de honor se acercaron con las pequeñas cestas. Las manos de Ana temblaban, mientras los ojos se le empezaban a humedecer. En tan solo unos segundos, Ana y Rebeca recordaron a base de miradas todos los momentos que habían pasado juntas, y que ese día se había hecho realidad un sueño. Se miraron. Una mirada intensa, iluminada. Una lágrima se escabuyó de los ojos de la dama de honor. No se podía sentir más orgullosa y feliz por su amiga, quien, sonriente, no pudo resistirse a abrazarla.
Los novios cogieron los anillos y Eitan se adueñó de su delicada manos derecha. Entrelazó sus dedos con los suyos, la miró fijamente con una media sonrisa y ella leyó en sus labios un 'te quiero' que le hizo estremecer y finalmente sonreir mientras aquel anillo resbalaba por su dedo anular.
Ella cogió su mano, le acarició los dedos y sin pensarlo dos veces, le abrazó. El público exclamó un gracioso '0ooh' . A Eitan se le escapó una risueña carcajada. Ella continuó y finalmente le puso el anillo. Ambos estaban deseando que el cura les diera paso al beso que sellaría tantos años de noviazgo y los convertiría en recuerdos para un duradero y fuerte matrimonio.

Pero no fue eso lo que dijo el hombre. Al parecer alguien más tenía algo más que decir...

-Buenos días a todos y todas. Soy Alex, el hermano gemelo del novio. Ya lo veis, Rebeca podría haberse casado conmigo sin problema pero no sé por qué eligió al raro. - Risas entre el público, incluso en el altar (no solo fueron los novios) - Siento interrumpir este momento, pero antes de que la persona más importante para mí de este gran paso...- suspiró y cogiendo de nuevo aire terminó la frase -... tengo que decir unas palabritas. - Tosió un poco para aclarar su voz, se movió un poco para situarse y, seguro de sí mismo, comenzóa hablar.

>>Aquí estás. Conseguiste cumplir tu sueño, hermano. Aquella noche cuando teníamos 18 años me dijiste que harías lo que fuera por seguir con ella todo el tiempo posible. Está más que demostrado que lo que te propones lo consigues. Mírala a ella: es feliz gracias a ti. Ambos sois felices. Todo es perfecto, todo salió como planeaste... Pero por mi culpa, el momento se quedó atrás. Tu sueño estaba en peligro y aún así volviste a por mí. Diste todo por tu hermano problemático que solo te amargaba más cada día. Me has cambido a base de palabras y alguna que otra torta. - Con la misma facilidad de siempre, Alex demostró su toque humorístico. -Me has ayudado a pasar este gran bache que pudo ser mi muerte. Me salvaste la vida. Y ahora soy feliz, viéndote ahí arriba a punto de casarte con lo que más te mereces. Porque estoy seguro que no hubo, ni hay, ni habrá ninguna mejor que Rebeca para ti. Estáis hechos el uno para el otro. Ella es lo que te mereces, ella y todo, hermano. Enhorabuena por haber sido tan fuerte con la muerte de papá, por haber hecho sonreír a mamá cuando no tenía motivos, por haberme convertido en lo que ahora soy, por ser tan buen amigo, y por hacer feliz a esta chica que está flipando ahora mismo de lo bueno que estás con ese traje. - De nuevo más risas y alguna que otra lágrima se resbalaba por algunas mejillas. - Ahora que me he quedado más a gusto, y te he dicho todas las razones... Quiero que sepas que estoy orgulloso de tenerte como hermano, y que te quiero, Eitan.

Eitan bajó rápidamente y abrazó fuertemente a su hermano. Su hermano, la persona a la que más se parece y de la que más se diferencia al mismo tiempo. La madre de ambos lloraba de orgullo por sus hijos en la primera fila, sin dejar de hacer fotos, como siempre solía hacer. Aplausos y fuertes silbatos que probablemente provenían de Roberto.
El novio volvió a su posición y, tras mirar a su casi esposa de nuevo y sonreirle una ultima vez antes de empezar una nueva vida, la besó.

Flores y arroz volando, la banda sonando, mil fotos de la familia y los novios, felicitaciones y un precioso coche en el aparcamiento del paseo marítimo. Todas las sorpresas fueron organizadas por Robe y Ana. La celebración fue inolvidable. Los novios la pasaron juntos gran parte, disfrutando de su día a tope entre amigos y familia. Todo salió perfecto... Lo mejor quedaba por venir: la noche de bodas.

Entre más besos y fotos, ya en el banquete, Robe y Eitan se quedaron a solas unos minutos.
-Tío, son las tres y media de la mañana, yo me voy al hotel con mi esposa - guiño insinuante -¿te encargas de cerrar la fiesta cuando se vayan?

-¡Está claro! Ala, ahora vete tranquilo a disfrutar de tu noche porno. - Ambos se miraron y empezaron a reirse a carcajadas entre bromas.

-Gracias Robe, todo ha sido perfecto. En serio. Te debo una.
-Eso estaba pensando yo...
-¿El qué?- Preguntó Eitan sin saber muy bien por donde iba su mejor amigo.
-Tú día ya ha pasado... Ahora... Tal vez me toque a mí, ¿no? - Una mirada telepática entre colegas y, con un guiño, la respuesta:
-Está hecho.
 
                                                                                  Tangerine Bold

No hay comentarios:

Publicar un comentario