jueves, 23 de agosto de 2012

Capítulo 65

"Cuando te das cuenta… la vida da tantas vueltas que ya no sabes cómo pararla. Los amigos, los conocidos, los familiares… todo cambia. Muchos de los que eran tus amigos se pasaron al lado de lo que crees absurdo, e incluso a veces, de tus enemigos. Muchos de los conocidos ahora son para ti desconocidos. Los familiares han crecido y como es lógico cambian, algunos conservan su personalidad… otros no tanto. La vida es como una montaña rusa, da vueltas y vueltas, pero nunca pasa igual. Es triste ver como poco a poco te quedas solo, sin los mismos de antes. Claro que es mucho mejor así ya que por fin te das cuenta de quiénes son esos amigos que seguirán a tu lado por mucho tiempo porque sencillamente les importas. Quien diga que la vida es aburrida… es que no se ha parado a pensar en lo diferente que es todo a cada segundo que pasa. Es increíble como una canción que antes te encantaba, ahora ya ni la escuchas porque: "pasó de moda". Sólo los inteligentes, los que conservan sus ideas y las defienden hasta el final, son los que, aun pasándose la moda, siguen escuchándola de vez en cuando. Éstas son las personas con personalidad. Si además te abres a otras ideas, pero sin permitir que éstas acaben con las principales, mejor que mejor. Serás feliz tal y como eres. No necesitas hacer siempre lo mismo, ni dejarte influir. Tú controlas, tú decides, tú disfrutas. Ese es el principal motivo por el que todos luchamos. Pero sin embargo… que pena da ve como la gente se estropea cada vez más por la estúpida esa. Si, es todo por su culpa. ¿Por qué existe si nunca hace ningún bien? Para acabar con la gran persona de algunos, y la inocencia de muchos otros… sí, ella es la culpable. La moda fue quien hizo de tus amigos robots que imitan y fingen continuamente…"

Sobre mi cama, estaba leyendo un artículo recientemente publicado por un estudiante de unos 15 o 16 años. "Tiene huevos que un niño de 15 años tenga más cerebro que muchos de veinte y pico"- pensé. El chaval tiene razón, la juventud se estropea mucho, y cada vez más y más. Pero en fin, supongo que a eso se le llamará "evolución humana"… Poco después recordé que tenía que hacer algunos recados antes de que Robe llegara, para que pudiese hacerle esa cena especial a Ana. Me cambié de ropa rápidamente y bajando las escaleras me recoloqué los pantalones (me los puse al revés sin darme cuenta, menos mal que estaba solo en casa). Cogí las llaves y abriendo la puerta me paré en seco.

-Mierda… la cartera.

De dos en dos subí los escalones de nuevo. Sobre mi cómoda debía estar la cartera, y allí me encontré con ella, pero justo al lado había un sobre de un color amarillento. Me quedé extrañado al verlo desde la puerta. Me acerqué y la curiosidad aún era mayor al ver en él mi nombre escrito con un rotulador negro. Lo remiré de arriba abajo, no fuese a ser de mi chica. Pero en ese sobre solo estaba mi nombre. Lo abrí cuidadosamente y cuando quise ver qué se escondía en su interior, me dio un vuelco al corazón. ¡Dinero! Mucho pero que mucho dinero. Y un papelito blanco donde estaba impresa una cantidad… Y vaya cantidad…

-¿Cien… cien… ciento se... seten..ta mil euros?- en ese preciso instante se oyó un portazo.

-Hola cariñooooooo, ya estoy en caaaaasa- medio canturreando llegó mi hermano. Bajé corriendo con el sobre.

-¡¡Aleeeeex!!! – de un salto dejé las escaleras atrás, y frente a él, con las manos temblorosas e intentando hablar de un tirón, le mostré el sobre lleno de dinero y acto seguido le pregunté. Pero el gesto de Alex no fue el esperado. No se sorprendió, ni comenzó a gritar, ni si quiera a saltar. Sólo sonrió y me miró a los ojos, satisfecho.

-¡Ah! ¿Eso? Ese es un regalito que quería hacerte por ser tan buen hermano.

-¿CIENTO SETENTA MIL EUROS DE REGALO? –las carcajadas de mi hermano tan efusivas como siempre…

-Quería devolverte todo lo que has pagado por mi terapia. He ahorrado para ello.

-Pero… pero si la terapia no han sido más de seis mil euros…

-Sí, pero aún no ha acabado, y aún queda más por gastar. Además… llevo unos años trabajando no solo para seguir con mi vida normal, como el médico me recomendó, sino para que tú por fin cumplas tu sueño. Sé que llevas unos meses pensándolo, Eitan, ahora puedes.

-¿De qué hablas? – estaba demasiado desconcertado y no entendía ni una palabra. Alex tomó aire y me volvió a explicar el motivo de tanto dinero.

-Eitan, hace no más de un mes Robe te preguntó por una cosa que tú querías hacer. Pero no podías porque no había dinero suficiente. ¿Recuerdas ahora?

-Ah… ya sé a qué te refieres. Pero, ¿has ahorrado todo esto… por mí?

-¡Pues claro, hermano!

-No puedo aceptarlo Alex… - intenté devolvérselo, pero me paró la mano, retirando el sobre de nuevo hacia mí.

-Por favor… siento que te lo debo. Y ese será mi regalo, ¿de acuerdo? – Me dio un enorme abrazo al que respondí gustosamente. No me dejó insistir más, tal vez porque sabía que me costaría aceptar tal cantidad. Es lo que ocurre con los hermanos, ya se saben todas tus técnicas.

 


La comida del hospital estaba asquerosa. Un plato de crema de verduras con bastante mala pinta, un pequeño filete más duro que el hormigón, puré de patatas incomible... lo único que me gustaba era el yogurt de fresa de postre. Uff... o cuando traían flan. ¡Qué bueno!

Por lo demás, la estancia era agradable. Ana siempre estaba conmigo, así que no podía quejarme por nada: ¿qué más necesito que su compañía? Hoy también vino Guille, el único al que aún no había visto desde que desperté, hará unos tres días. El enano del grupo no tardó en llegar.

-¡¡Robe!! ¡Loco de la vida! ¿¡Qué has hecho!? - Bromeando, sonriendo, como el Guille de siempre, se acercó a darme un abrazo. Esta vez no me quedé tumbado en la camilla, pues estaba cansado de estar en la misma posición.

-Uf, chaval, la cuerda del paracaídas se rompió y... - Sonreía mientras bromeaba al tiempo que le daba otro abrazo. Intercambiamos unas risas, a las que se unió Ana, risueña.

-Siento no haber podido venir antes, me están matando en la universidad. No es la primera vez que me quedo el día entero, literalmente, allí.

-Bah, no te preocupes. Tú tan estudioso como siempre... - Le dí una palmada en el hombro. Guille... parecía mayor. ¿Se habría cambiado el pelo? Nah... estaba como antes, pero parecía más maduro. Era un chico estudioso, pero nunca le imaginé dándolo todo por la universidad. Nuestro pequeño Guille... ¡Se nos hace mayor!

Estuvimos hablando durante un buen tiempo. Cuando vino la enfermera a reponer el gotero se negaron a irse. Se les veía el brillo en los ojos, el brillo de la esperanza y felicidad. El mismo que tenían los míos. Sacamos el tema de los estudios, el tema de Mónica y Luis respecto a Guille (Luis había vuelto a atacar)...; el tema de Rebeca y Eitan, el de Ana y mío... y muchos más.

-¡Wow! ¡Krash! ¡Cómo extraño al revoltosillo! ¿Cómo están él y Maya?

-Muy bien. - Respondió Ana esta vez, que llevaba un rato callada. - Están la mar de felices con sus cachorros. ¡Dentro de nada les alcanzan en altura!

-Puaf, qué ganas de verles. ¿Cuántos perros tenemos, ya? - Reí mientras preguntaba, la última vez que estuve en casa solo aparecían de vez en cuando los dos padres, pero las crías se limitaban a dormir en la cestita de la caseta.

-Pues... ¡siete!

-¡Falta amaestrarlos como César Millán! Jajajajaja - Sonó un móvil de fondo, pero nosotros seguimos riendo. Supongo que fui el único que lo oyó. Minutos después volvió a sonar, y ya Ana reaccionó rápido para sacarlo de su bolso.

-¿Sí?... ¡Hola!... Sí, estoy con ellos en el hospital... Pues supongo que toda la tarde... Venga va, te esperamos. ¡Adiós! - Guille y yo interrogamos a Ana a base de miradas. - Era Eitan, dice que viene para acá.

 


Al llegar, el menor de los gemelos tardó a penas dos minutos en escabullirse de la habitación después de saludar, arrastrándome consigo.

-¿Qué pasa?

-Tengo que hablar contigo. Eres mi mejor amiga, y por eso acudo a ti. - Parecía la escena de una película de intriga la que formó Eitan nada más salir al pasillo.

-¿Algún problema? - Mi amigo sonrió, travieso, pero me sacó de allí sin contarme una sola palabra sobre el tema. -¡Venga, Eitan! No esperes a llegar a casa, te atiborraré a preguntas.

-Mira... - Sacó del bolsillo un sobre con su nombre. Lo abrió y...

-¡Por todos los canis de la Tierra! ¿!Cuánto dinero hay ahí!?

-Ciento setenta mil euros.

-Ciento... setenta... mil... euros...

-Así fue justamente cómo reaccioné yo...

-¿De dónde los has sacado?

-Alex... - Eitan me explicó lo de su hermano, la conversación que tuvo con él... y también la que tuvo con Robe hacía bastante tiempo. De ahí sacó el uso que le daría al dinero. -Entonces... me gustaría que me ayudaras, porque no tengo ni idea de como hacerlo. Y quiero que sea perfecto... quiero que le encante.

Sonreí de oreja a oreja. Tenía muchas ideas en la cabeza, y nos llevamos un buen rato hablando de aquello de camino a casa. Le conté lo que se me había ocurrido: cosas serias, cosas cursis, cosas sencillas pero bonitas... Optó por lo último.

No hay comentarios:

Publicar un comentario