miércoles, 12 de octubre de 2011

Capítulo 49




La manecilla pequeña pisaba con suavidad el seis, mientras un rítmico sonido rompía todo silencio en la vacía casa. De puntillas, estiré mi cuerpo hacia la parte alta del mueble donde estaban guardadas las tazas. Tomé una de ellas, de un color verde y blanco gastado. En aquel momento me estaba preparando un apetecible té. Escogí un té indio que me trajo mi hermano de su último viaje. Según Logan, era un té muy dulce, pero a la vez de suave sabor. Me hallaba sentada en una de las rectas sillas de la cocina, mientras ojeaba una revista de “Natura”. Concretamente leía un artículo sobre las diferentes formas de reproducción en los insectos. Concentrada en grandes detalles que no conocía, un portazo en la entrada me sobresaltó. Al mismo tiempo que miré al frente para ver de quién se trataba, pasó rápidamente Eitan, con una bolsa en la mano, y tras él, su hermano.

-Hola – saludé sonriente, pero con algo de desgana. Aún andaba preocupada por los cambios que noté en él.

No contestó, y entonces me sentí incómoda. Solo me saludó con la mano Alex, al menos él tuvo el detalle de responderme. Dejé el tema a un lado y seguí leyendo. De poco me sirvió, pues no prestaba atención a la lectura, solo pensaba en el comportamiento de ese chico. Solo pensaba en qué hacer para que al menos… me dirigiese la palabra.



Nada más llegar, con el horrible dolor de cabeza que me corroía, me tumbé en la cama de mi hermano, dejando caer brazos y piernas donde cayesen. Eitan parecía agitado. Nervioso recorría su habitación, de un lado para otro. Se estaba preparando para una fiesta a la que yo también había sido invitado. Pero por mi malestar, no me dejó asistir. A pesar de su intranquilidad, parecía contento, mejor dicho, motivado. Silbaba una canción con ritmo y bastante pegadiza. Conozco bien mi hermano, y sé que es un buen actor. Por tanto, realmente no se siente bien. Sea como sea, no me apetecía si quiera preguntar. Solo deseaba que el estúpido resfriado parase.

Me sentía cansado, pero no pude conciliar el sueño. Así que observé a mi hermano en cada detalle, reconociendo cada movimiento y cada suspiro que llevaba a cabo. Realmente él era el mismo hermano que hace 12 años. Ahora tiene algo de perilla, pero por lo demás me pareció igual.

Se cambió completamente de ropa. Ahora vestía unos pantalones pegados negros con una camisa algo ancha blanca. El cuello perfectamente colocado y los zapatos bien atados. Eran unas simples converse negras bajas. Se dirigió al cuarto de baño. Su rostro en el espejo se reflejaba en la ventana. Desde aquella peculiar vista, pude darme cuenta que usa la misma colonia que yo tenía antiguamente. Se la vertía en las manos y después, a través de leves golpecitos, humedecía con ella su cuello. Justo después se colocaba el corto flequillo hacia arriba, formando una larga cresta gracias a unas gotas de gomina.

De repente apareció Rebeca en el cuarto. Me miró y en silencio me volvió a saludar, a lo que respondí débilmente. Despacio abrazó la espalda de Eitan, reflejándose su cara también en el espejo. Él no hizo ningún gesto. Ni una sonrisa, ni tocarle la mano, ni abrazar sus brazos... nada. Si quiera la miró a los ojos. Entonces, y sólo entonces, supe que aquello que golpeaba los sentimientos de mi hermano era una decepción causada por Bec.

Ella quedó triste. Cuando él se giró, intentó besarle. Eitan siguió adelante y le sonrió falsamente, intentando tranquilizarla. Pero sabe que eso sólo le hará sufrir más.


Bajé las escaleras preparado para pasarlo mejor que nunca con mi buen amigo Robe, que acababa de llegar.

-¿Estás listo? - Pregunté, metiendo los bolsillos de mi pantalón hacia dentro.

-Un segundo. -  Dijo con cara de travieso.

Salí al jardín para preparar la comida de Krash y Maya. Cuando coloqué los cuencos de ambos en las casetas, me incorporé y miré al cielo. La luna estaba como una sonrisa, se conseguía ver las primeras estrellas de la noche. Cuando me di la vuelta para entrar de nuevo en la casa, la luz de una ventana me llamó la atención. Una chica la abrió y miró por ella. Desde abajo la figura era perfecta. “Es hermosa, muy hermosa”- pensé. Una parte de mí deseaba quedarme allí y solucionar todas esas desconfianzas entre nosotros… pero no podía decir que no ahora a la fiesta. Era demasiado tarde. Además, no siempre seré yo quien quiera solucionar las cosas.
Pero la quiero con todo corazón… y ojalá no me esté equivocando.



Estaba viendo una peli de miedo que me prestó un compañero de la Universidad. Rebeca se sentó a mi lado y se sirvió palomitas en el puño. Nosotras, con lo miedosas que hemos sido siempre, nos cogimos unos cojines y los agarramos con todas nuestras fuerzas. Llegó la peor parte. La música intrigante comenzó a sonar. Todo el salón estaba oscuro. Se supone que los chicos se habían ido, y Alex estaba arriba. Casi tapándonos los ojos, seguimos viendo la peli. De repente, la música para y la pantalla está negra, totalmente negra.  A la espera de lo que fuese a pasar, nos apretamos todo lo que pudimos una a la otra casi temblando por el salto que pronto meteríamos. Silencio… sólo silencio y oscuridad…

-¡¡¡AAAIIIIIIIIIIINNNNS!!! ¡QUE NO ENCUENTRO A EITAN! ¿Le habéis visto? – Impresionante el bote que dimos ambas al notar las manos de Robe y oír el exagerado grito.

-¡DIOS ROBE! ¡ERES IMBÉCIL!- grité, pegándole con los cojines al muy graciosillo.

-¡ESTARÁ FUERA! UF, ¡IROS YA! - Rebeca cogió otro cojín y se unió a mí. Robe quedó despeniado, pero su sonrisa no se esfumaba de su cara. La mía tampoco. Le di un beso de despedida, y Rebeca, un cojinazo.

Después de aquella maléfica intervención, apagamos el DVD, ya que no nos quedaba capacidad en el corazón para más sustos. Por fin los chicos se fueron y Alex bajó al salón.
Pedimos unas pizzas y estuvimos charlando durante toda la noche. Alex nos contó mil cosas que no sabíamos sobre él y sobre los demás. Y nosotras igual. Entre los tres hicimos una especie de intercambio de cotilleos. Fue muy divertido pasar el rato con Alex, como los viejos tiempos.

De repente, nuestro amigo empezó a toser bruscamente. Le miramos. Se había puesto rojo. Le dimos un vaso de agua, y al poco tiempo se le pasó.

-¿Qué te pasa, Alex?

-Nada, un resfriado.

-¿Un resfriado? - Rebeca le puso la mano en la frente. - Tienes fiebre.

-Pues, entonces, eso significa que necesito mimitos. - Alex, con su cara de inocente, nos sonrió a ambas. Las dos le dimos un fuerte abrazo, riendo, y le preparamos un vaso de leche calentita con galletas. Estuvimos riendo toda la noche, sobre anécdotas del pasado. Nos contamos los problemas que teníamos. Rebeca dijo que notaba a Eitan bastante raro. Alex, que no había olvidado del todo a Tami. Yo, sin embargo, no pude contar que la persona que más amaba en este mundo iba a ser padre por primera vez, siendo su hijo, el hijo de su ex.


1 comentario:

  1. ¡OOHH!
    Que majo es Alex y que idiota Eitan. Realmente es tonto. Debería hablarlo con Bec, no pasar de ella así!!

    un besazo y sube pronto, plis!!

    Cali

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