miércoles, 29 de junio de 2011

Capítulo 25




-No es posible, tío. ¿De verdad me ofreces algo así? Es increíble, ¡voy a aprender a entrenar delfines!
– Vaya, ¡sí! – Abracé a mi tío Alberto eufóricamente.
– ¿Cuando empezaríamos?
-A partir de Agosto. Es cuando necesitamos personal, porque normalmente tenemos más público. – Exclamó con una pícara sonrisa. Nos propuso a mí y a mis amigos participar con él en los espectáculos de delfines de “Selwo Marina”, Málaga. Tendríamos que entrenar por las mañanas a finales de Julio, y en Agosto empezaríamos con los espectáculos, me comentó. Al parecer haríamos cosas fáciles de aprender. Es toda una aventura.
Llamé uno a uno a mis futuros compañeros. Personas como Ana o Guille me respondieron que sí sin dudarlo tan solo un momento. Solo hubo una persona con la que no podía contar: Alex. No estaba disponible durante esas fechas, según me dijo. El resto me dijo que sí sin problema alguno.
Realmente esto vendrá muy bien, pues Robe se va a finales de Agosto a Madrid, y hay que aprovechar el tiempo al máximo. Como es normal, Eitan y él están bastante desganados ante la noticia de la muda, pero acabaron por apuntarse al entrenamiento. Fue un golpe muy duro cuando el pasado martes Robe nos dijo su situación, y que tenía que mudarse para el próximo mes a Madrid. Nos está costando a cada uno de nosotros el aceptarlo, sobre todo a Eitan. Hemos hablado sobre esto él y yo. Vamos a hacerle una fiesta de despedida, pero aún estamos en ello.
Pasaron una o dos semanas y empezamos con los entrenamientos. Nuestro primer día fuimos con mi tío en su coche, que es de siete plazas. Nos mostró cada zona del parque. Vimos a los graciosos pingüinos, les dimos de comer a los leones marinos, y nos metimos en la piscina con los delfines para conocerlos un poco antes de empezar. Un chaval joven nos enseñó cada delfín y respondió a todas nuestras preguntas. Por último, antes de almorzar, nos dio tiempo a aprender algunos trucos y juegos. Carlos, el chaval que mencioné antes, nos invitó a comer en un bar que andaba cerca.
-Aunque no lo parezca, los delfines son animales muy sensibles. No sensibles de que cualquier cosa les hace daño, con sensibles me refiero a sus sentimientos. Les harán caso a la persona que les entrene, a nadie más. Hombre, si les dices que vengan, vendrán, pero sólo su entrenador podrá ordenarles que hagan sus trucos en una actuación.  – Carlos nos contaba más o menos cómo funcionaban allí las cosas para que no tuviésemos muchos problemas. – Cada delfín es único. Nosotros tenemos siete delfines. Puesto que sois cinco, a dos de vosotros os asignaremos dos en vez de uno.
Después de una charla sobre los cuidados de nuestros nuevos amigos, el chaval nos condujo hasta la piscina donde se encontraban para presentárnoslos.
Sopló una vez su silbato, haciendo un ruido que casi no se oía. Entonces los siete delfines salieron de una puerta y se acercaron a nosotros.
-Mirad, cada uno es un mundo. Los hay revoltosos, adorables, irritantes, vagos, pequeños, grandes… Para empezar, os presentaré a Bart. – Señaló uno que tenía un tono gris más oscuro que los demás, y una cicatriz cerca de la aleta. – Es el más mayor, pero siempre se esfuerza al máximo; los siguientes son Casper y Romeo , que son hermanos y se parecen mucho. Solo se pueden distinguir porque Casper tiene los ojos algo más grandes;  Julieta es la “aliada” de Romeo, de ahí los nombres. Siempre están juntos y no se separan, pero aún son pequeños para tener crías; luego Iris, la más pequeña y adorable. Se incorporó a nosotros hace poco, por lo que hay que acostumbrarla a nuestras normas, algo más difícil; Mika es la más traviesa, más que nada cuando está junto a Casper, y se distraen continuamente; y, por último, Queen, que es nuestra princesita, a la que más queremos por ser la más fiel.
Nos liamos un poco con los nombres y las características de cada uno, pero poco a poco fuimos acostumbrándonos. Nos asignaron uno a cada uno, excepto a Ana y a mí, que pedimos dos.
Robe se quedó con Julieta; Quille, con Iris; Eitan, con Mica; Ana, con Casper y Romeo; y yo, con Bart y Queen. Cuando oí el nombre de aquella preciosidad, sentí que tenía que encargarme yo de ella. Tenía la sensación de que haríamos buenas migas, y estaba dispuesta a intentarlo.
Al principio no pudimos entrenar todos juntos. Debido al comportamiento de los delfines, Eitan y yo entrenábamos en una piscina; Ana y Robe, en otra, ya que tenían a Romeo y Julieta y Carlos decía que juntos estarían mejor; y, por otro lado, el pobre Guille, que tenía a Iris, la principiante, por lo que necesitaba más tranquilidad a su alrededor. Pedimos que pusieran a Robe y Ana con nosotros, pero olvidamos que tener a Mika y Casper juntos era una locura.

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